Hace poco (en Elecciones en Italia) escribí algo sobre gobiernos y leyes que al leerlo, estoy cierto, hará hecho sobresaltarse más de uno de mis amables lectores.
Había dicho hablando de Italia pero, como allá nos gusta decir, hablando a la nuera para que comprenda la suegra, que “todavía no aparece evidente y claro que la única utilidad de un gobierno sería la de quitar, borrar lo que han hechos los antecedentes”.
Ahora, leyendo un artículo sobre un olvidado presidente estadounidense, el republicano Calvin Coolidge, el “Silencioso Cal” así renombrado por su discreción y sus pocas palabras, me encuentro con esta sentencia que expresa toda su sabiduría: “Es mucho más importante desgajar las malas leyes que aprobar nuevas buenas”.
Lo que me parece bastante parecido a lo que había escrito, aunque yo, quizá más radical, piense que es muy difícil encontrar leyes buenas…
Coolidge, ocupante numero treinta de la Casa Blanca del 1923 al 1929, fue sin duda, cotejado con la presidencia “monárquica” de estos días, un presidente profundamente “constitucional”, convencido de que, puesto que “hemos adoptado una constitución escrita con el fin de que la minoría, hasta la última y más insignificante de las personas, pueda ver sus derechos protegidos”, la política no pudiera jugar con el dinero de todos en beneficio de unos pocos.
¡Que lastima que la historia nunca enseñe nada a nadie!
Tengo que agradecer, por el relato y las citas que he referido, a Alberto Mingardi, joven y apasionado estudioso (libertario) italiano.
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