Archivo de la categoría: naturaleza

La alegoría de la laguna, dos

No sé cómo ni porqué me topé hoy en este breve artículo que escribí propio hace cinco años.
Como no siempre me pasa volviendo a leer mis cosas, lo encontré todavía bueno e interesante. Y siempre actual pues nada ha cambiado en el mundo.

Me permitan por lo tanto, mis cinco lectores, de volver a poner el artículo con alguna corrección y también pequeñas añadiduras maduradas mientras tanto.

 

Había una pequeña laguna allá en el parque del fraccionamiento donde estuve de vacaciones, gracias a la acogedora amabilidad de mis huéspedes.

Y en la laguna vivían peces y tortugas en gran cantidad.

Un día, caminando por la tarde bajo los árboles frondosos para escapar al bochorno, me encontré atravesando el puentecito que une las dos orillas de este estanque.

Mirando hacia abajo, me asombré al ver unas tortugas que se acercaban al puentecito y, lo más extraño, teniendo ostentosamente la cabecita afuera del agua, casi buscaran mirarme.

Entonces no le di mucha importancia, pero regresando a la casa y recordando lo que había visto en los días anteriores –niños que tiraban migajas de pan y varias semillas en el agua- me di cuenta en manera más clara de lo que pasaba y encontré la explicación de lo que en el principio me había parecido raro e inexplicable.

Las tortugas primeras y luego los peces acudían al puentecito por el acostumbre que habían tomado en la espera de comida que usualmente les venía otorgado y miraban por arriba, levantando el cuello y la cabeza fuera del agua, creyendo verme como uno de sus proveedores.

 

 

Hay, a mi modo de ver, algunas consideraciones que surgen del análisis de este acontecimiento todo sumado bastante banal y común.

Primero que de acciones intencionalmente buenas pueden resultar consecuencias no esperadas que son negativas.
Número dos y más importante que cuando se impone una alteración del orden natural las consecuencias son catastróficas.

 

 

En efecto en el caso, aunque la intención sea buena – el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones – los resultados son desastrosos.

Eliminando las dificultades de la supervivencia, se conservan a la vida elementos que la selección natural, con el específico objetivo de fortalecer la especie y las cualidades del individuo, habría eliminado. La lucha para la supervivencia selecciona los mejores elementos, los que tienen que transmitir genéticamente a las generaciones futuras las mejores cualidades.

Aplicar a la naturaleza los principios de la compasión y de la caridad, significa alterar las reglas de la misma; sin por otro lado conseguir modificarla permanentemente. A la mínima variación de las condiciones exteriores, los elementos no adecuados a la natural dificultad de la vida y de la supervivencia son los primeros a ser eliminados.

Es decir cualquiera forma de intervención en las reglas de la naturaleza no solo no llega a ningún resultado, sino incluso consigue resultados opuestos a los predichos.
En efecto en el estanque encontrarán forma de supervivencia mucho más elementos de los permitidos por el habitat, la extensión, la disponibilidad y el clima del lugar…

 

 

Pero, más grave de todo, harán perdido para siempre, esos habitantes de la laguna, su naturaleza de animales libres e independientes, hábiles para conseguir comida y vivir armoniosamente en su comunidad acuática.
Dándoles la comida, los hacemos adictos a nuestra ayuda: los estamos transformando para siempre en pordiosero. Les matamos su capacidad de sobrevivir por sí mismos.
Destruimos también la fundamental función del aprendizaje natural: la mamá, o la comunidad del estanque, no les ensenará más las técnicas de sobrevivencia sino las de vivir de limosnas.

Y la amenaza es la creación de una adicción permanente.

 

 

Y la estrecha analogía entre la condición de los animalitos de aquel estanque y la de nosotros que nos encontramos a vivir en este mundo invadido por un estatismo entrometido, agobiante y falsamente benefactor, se abrió camino en mis pensamientos.

Nosotros, al igual que ellos, estamos preguntando todo al estado, pues nos han convencido que a todo tenemos derecho y el estado –que nos ha convencido en esto para convencernos de su necesidad– nos da migajas del mismo pan que nosotros hemos hecho con nuestro trabajo y que él nos ha robado.

 

Al igual que ellos, cuando dejamos de creer en el futuro, en el futuro hecho por nosotros, en nuestra capacidad de proveerlo, dejamos de ser libres.
Mendigando lo que el estado benefactor, el estado niñera, a través de una consagrada técnica de sometimiento es capaz y disponible a ofrecernos, hemos perdido nuestra esencia de hombres.
De individuos, de ciudadanos nos hemos hechos súbditos, nos hemos hechos esclavos.

 

Al igual que ellos, bajo el cuidado del estado benefactor estamos como en la laguna, come en un parque zoológico.

Estamos cuidados, o quizás vigilados. Estamos alimentados, no faltan “gotas de ayuda”. Estamos también sometidos a atención médica, desde cuando tomó cuerpo la “medicina de la población”  que otro no es que una ulterior forma de control y sumisión bajo el pretexto de atención solidaria de los gobiernos

Lo que nos falta es la libertad. No somos más hombres.

 

Sin duda la intención de los niños, dándole de comer a peces y tortugas, parece buena; no así de buena me parece la intención estatista.

Los políticos no son niños de buen corazón, son hombres de poder que buscan agarrar y mantener su poder.

Sin embargo no debemos olvidar la lección de la “public choice”, la de James Buchanan y Richard Wagner, que en “Democracy en déficit” concluye poniéndonos de frente a un hecho inequívoco.

Es cierto que el comportamiento de los políticos en su gestión de las actividades gubernamentales tiene como constante referencia la misma utilidad personal de breve término: la reelección y la permanencia en los sitios de mando.

Pero, los políticos, al fin y al cabo, no son de los monstruos egoístas que actúan engañándonos.

Al contrario, ellos actúan contestando a las voces del electorado y las culpas, antes que de ellos, es del electorado: su locura, la de los políticos, es nuestra locura, la de los electores.
“Their folly is our folly”.

 

 

Cecil, el león: consideraciones

Cecil el león de Zimbabue

A escala planetaria ha estallado el caso del león Cecil que un turista cazador americano ha matado en Zimbabwe sin percatarse que era un ejemplar que estaba monitorizado por estudiosos de la universidad de Oxford.

.

Nunca fue cazador y no concibo la caza como deporte.
En el tiempo pasado cazar era una manera innovadora de encontrar comida para la supervivencia: ahora hay otras maneras.

Porque, lo que entiendo pueda molestar no es tanto lo de matar (en todo el mundo hay forestales que, para conservar y sanear la especie, matan animales viejos o enfermos o superabundantes con respecto al lugar o al equilibrio con las otras especies animales; y además los animales feroces se matan de continuo entre ellos: sólo los domésticos, criados por los hombres, no lo hacen) sino la forma gratuita, sin necesidad; la exhibición de un acto que no tiene nada de glorioso.

.

Pero me parece exagerado y fuera de las rayas lo que he leído en “El Pais”, periódico de España, como un mandamiento, una amonestación:

“Quizás esa indignación generalizada contra el cazador refleje una toma de conciencia: o nos salvamos y respetamos juntos, o juntos nos perderemos.”

Y además, exagerando en el ridículo:

“El mundo, y sobre todo los niños, están llorando la muerte de Cecil y, para consolar a los pequeños, los padres les hacen dormir abrazados a un león de juguete.”

.

.

Permítanme a este punto de acercar este episodio, qué se ha convertido en un asunto de estado de que se ocupa la Casa Bianca, a otros acaecimientos que pasaron en los mismos días.

.

En la aldea nepalesa de Kudiya, al confín con la India, un muchachito de 10 años, Jivan Kohar, ha sido degollado por un grupo de adultos para echar espíritus de otra persona

La práctica de los «sacrificios humanos», típica de las religiones paganas barridas fuera por el cristianismo, por el que los sacrificios humanos son abominables crímenes satánicos, no es sólo un horror del pasado. La cadena de televisión BBC, reconduciendo la denuncia de un ONG inglés, ha afirmado que sólo en Uganda en los últimos años se han averiguado unos 900 casos.

.

El lunes pasado los terroristas islámicos de Boko Aram, en una aldea del Norte de Nigeria, han matado y decapitados veinte pescadores cristianos originarios de Chad.

Por otra parte en los primeros meses del 2015 ya son centenares en Nigeria las víctimas de Boko Aram, pero no hacen noticia.

.

Ningún clamor. Ningunos motines de piedad o solidaridad colectiva.

.

En el septiembre pasado hubo una sublevación general de protesta por la matanza, además accidental, de un oso en Trentino (Italia), con servicios en los telediarios de la tarde, por muchos días.

Un tipo de tragedia nacional impresionante si comparada con el desinterés colectivo por la matanza de tres monjas italianas en Burundi, África, ocurrida en las mismas horas.

El episodio del oso incluso fue concomitante con las matanzas del Isis en el Norte Irak.

También en aquel caso el doble estándar de la indignación colectiva fue patente: obsesiva para el animal; inexistente para los cristianos.

.

¿Qué debemos concluir de todo esto? ¿En qué tipo de sociedad estamos volviéndonos? ¿Qué mentalidad está ganando?

.

.

En la crisis de civilización que estamos atravesando en Europa, la aparición sobre la escena del ambientalismo extremista, del animalismo con aspectos de culto panteístico a la Madre Tierra, nos lleva a esta confusión, a estos errores.

Una de las muchas consecuencias funestas del ateísmo práctico de masa es en efecto la pérdida de la conciencia de la diversidad radical entre hombre y animales.

.

Por quien censura la existencia del alma y niega la vida eterna, los animales son todos cuantos como hombres próximos futuros, que, en espera de su evolución y madurez, el hombre ya tiene que tratar como de hermanos menores.

Nos hallamos frente a la idolatría de la bestia salvaje: o sea tampoco al paganismo pero hasta al totemismo. Más atrás de así no se pudo llegar.

.

Nos ayudan a encontrar la justa perspectiva unas reflexione de Murray N. Rothbard cuando habla de los derechos de los animales en un su obra “La ética de la libertad”:

En los últimos tiempos ha experimentado una creciente difusión la moda de ampliar el concepto de los derechos para abarcar también a los animales. Se afirma, en efecto, que, dado que los animales tienen los mismos plenos derechos que los seres humanos, no se debería permitir —es decir, nadie tiene el derecho de — matarlos o comerlos.

Esta postura tropieza con múltiples dificultades, incluidas las concernientes a los criterios a emplear para decidir qué animales deben incluirse en la esfera de los derechos y cuáles quedarían fuera. (No son muchos los teorizadores dispuestos a llegar tan lejos como Albert Schweitzer, que niega que exista el más mínimo derecho a pisar una cucaracha. Y si se quiere ampliar la teoría desde los seres conscientes a todos los seres vivientes, como las bacterias y las plantas, no estaría lejos la extinción de la raza humana.)

Pero el defecto fundamental de la teoría de los derechos de los animales es más básico y de mayor alcance.
La afirmación de los derechos humanos no es, propiamente hablando, de carácter emotivo. Las personas poseen derechos no porque nosotros «sintamos» que los tienen, sino en virtud del análisis racional de la naturaleza del hombre y del universo. Brevemente, el hombre tiene derechos porque son derechos naturales.

Se fundamentan en su propia naturaleza: en la capacidad humana de hacer elecciones conscientes, en la necesidad en que se encuentra de utilizar su mente y su energía para adoptar los fines y los valores, para conocer el mundo, para perseguir sus objetivos de tal modo que pueda vivir y progresar, en su capacidad y su necesidad de comunicarse e interactuar con otros seres humanos y de participar en la división del trabajo. En síntesis, el hombre es un ser racional y social. Ningún otro animal, ningún otro ser posee esta capacidad de razonar, de hacer elecciones conscientes, de transformar su medio ambiente para avanzar, para desarrollarse, para colaborar voluntariamente en la sociedad y en la división del trabajo.

Hay algo más que una simple broma cuando se subraya que, en definitiva, los animales no respetan los derechos de otros animales; la condición del mundo y de todas las especies naturales es que las unas viven a base de comerse a las otras. La supervivencia entre las diferentes especies es cuestión de garras y dientes. Y sería indudablemente absurdo decir que el lobo es «malo» porque existe a base de «agredir» y devorar corderos, gallinas, etc. El lobo no es un ser maligno que acomete a otras especies; simplemente obedece a la ley natural de su propia supervivencia. Y lo mismo el hombre. Tan absurdo sería afirmar que los hombres «atacan» a las vacas y los lobos del mismo modo que los lobos atacan al rebaño como decir que el lobo es un «vil agresor» que debe ser «castigado» por su «delito». Y, sin embargo, esto es lo que se deduce cuando se quiere ampliar a los animales la ética natural de los derechos.

.

Hay una ruda justicia en el conocido chiste de que «reconoceremos los derechos de los animales apenas lo soliciten». El hecho de que, obviamente, no pueden hacer este tipo de peticiones a favor de sus «derechos» es parte constitutiva de su naturaleza y explica por qué no son iguales a nosotros ni pueden tener los derechos de los seres humanos. Y si se arguye que tampoco los bebés pueden hacerlo, la réplica es que llegará el día en que lo harán, en que serán personas humanas adultas, y los animales no.

.

.

.

Las noticias sobre los acontecimientos son extraídas de unos periódicos italianos y españoles.

.

.

La fábula de Bernard de Mandeville


La colmena, la riqueza y la corrupción.

Mandeville, el médico holandés, «hombre honrado y de cabeza clara», que escandalizó a la Inglaterra de los vicios privados y de los públicos beneficios.

El panal rumoroso… Seis peniques, caballeros… Seis peniques, el panal rumoroso o sea  los bribones volviendose honrados…

A las esquinas de las calles, en la Londres de los primeros años del siglo XVIII, vendedores ambulantes ofrecían unos de los muchos opúsculos que constituían la literatura volante del tiempo: un folleto divertido, una sátira sin duda, con aquel subtítulo de los bribones hechos caballeros.

Y el opúsculo se vendía bastante bien. Habían muchos de este tipo, pero los curiosos nunca faltaban. Un pequeño poema en octosílabos, de 433 versículo: es la fábula de las abejas que vivian prósperamente bajo un gobierno a decir verdad excelente:

Con más regalo que aquél
ningún enjambre vivia:
ni tiranos padecía,
ni la democracia inquieta,
porque entre leyes sujeta
y afianza su monarquía”.

Gobierno constitucional, entonces, como lo que estaba vigente en Inglaterra, después del advenimiento de Guillermo de Orange, aristócrata holandés y príncipe protestante, que consiguió, como Guillermo III las coronas inglesa, escocesa e irlandesa después de la Revolución Gloriosa del 1688.

Pero tenemos que presentarlo este escritor, médico más interesado al cuerpo social que al cuerpo sus pacientes. Bernard de Mandeville nació en Dordrecht, Holanda, estudió medicina en Róterdam y filosofía en Leiden y a la fin del siglo XVII lo encontramos en Londres, unos años después que había llegado el rey holandés: en el tiempo tuvo que haber sido una importante inmigración holandesa a Inglaterra…

Hemos dicho de su interés para la vida social y esta, en forma satírica y sarcástica, se manifestó en su primera obra, la antedicha, de la cual iremos hablando.

Con la fábula de sus abejas nos enseña que en la colmena la honradez era de verdad poca y la virtud sólo un barniz; y se tiraba adelante muy bien. Claro habían los bribones de menesteres oscuros que traficaban con los vicios y las flaquezas humanas, pero ¿quien se mantenía inmune de deshonestidades? Ministros preocupados más de sí mismos que de la nación, jueces de equidad susceptible de modificaciones por un precio adecuado, médicos aplicados al dinero y a la apariencia más que a la salud de sus pacientes; y abogados,… bueno es facil hablar mal de ellos … y también de los curas. Y adelante con todas las profesiones y los oficios.

Mis lectores ahora se daran cuenta del porqué sus folletos fueron enjuiciados y el autor, intitulado por un juego de palabras Mandevil – hombre diablo, llegó a ser, a los ojos de la opinión pública inglés un desinhibido libertino.

Aunque como ya sabemos las de arriba son cosas reconocidas en el mundo…

De todas formas, Inglaterra siguió siendo la colmena de la fábula de Mandeville, es decir el lugar en donde los “vicios privados” eran reprobados por todos pero se volvían, con mayor éxito, “públicos beneficios”. Los ingleses condenaron el médico holandes pero no dejaron de vivir hipócritamente como las abejas rumorosas de la fábula.

Sólo quarenta años más tarde se reflejaron, con participación y consenso, en el tratado “Sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”: y quizá no se dieron cuenta que la “mano invisible” a la cual Smith atribuye la armonía de las humanas cosas otro no era que el egoismo en el cual Mandeville había encontrado una utilidad social.

“No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses…»

El autor se defendió con una memoria que apareció desde entonces en las ediciones siguentes junto a explicaciones y comentarios: el pequeno poema del 1705 ya era una antología de versiculos, comentarios en prosa, anotaciones, diálogos, réplicas.

Seguimos con la historia.

A pesar de todo, o, más bien, propio por eso, el país, la colmena, prosperaba y gozaba: miles de pobres vivían por el lujos de los ricos – lujo nutrido por vicios, corrupción, fraude pues cada una de estas instancias produce empleos, trabajo y ocupaciones.

El orgullo, el fraude, el lujo
rinden beneficios ciertos
y resucitan los muertos
a su irresistible embrujo.
¡Si hasta del hambre el influjo
fomenta la digestión;
las mismas industrias son
efectos del artificio,
y es imposible sin vicio
edificar la nación!

Pero las abejas de esa ciudad ciudad claman al cielo por su decadencia moral. Jove-Júpiter las oye y les devuelve las leyes de la pública moralidad: el crimen cesa; se cierran y quedan desocupadas las cárceles; la lujuria es destronada por la decencia y la modestia; se quedan sin trabajo sastres y cocineros, sin dinero políticos, burócratas y abogados corruptos; en fin reina la austeridad y la frugalidad pero con ella aparece la pobreza y la avaricia.

En poco tiempo la colmena se despobla, pierde su antiguo poder, renuncia a comerciar con el mundo, se encierra en una economía autárquica y austera.

La “moraleja” de Mandeville reza: “A solas la vertud no puede hacer grande un país. Los que querrian resucitar la edad del oro tienen que aceptar junto con la honradez también las bellotas, comida de puercos”

Porque, si bien se repara,
la insobornable virtud
no es prenda de la salud,
aunque la ayuda y prepara.
Hay que dar al alquitara
mezclas de esencia remota,
y sólo entonces borbota
la soñada Edad de Oro,
libre de usar, sin desdoro,
la honradez … y la bellota.

Pero la obra de Mandeville nos hace entender algo, bajo la paradoja del sarcasmo y de la ironía: la sociedad es un ente muy complejo y de efectos sorprendentes e inesperados. Sobre todo inesperados: decisiones que parecen promover el vicio en realidad promueven la virtud. Medidas que persiguen el bienestar en realidad causan daños.

La costurera cuyo propio bienestar depende de los caprichos de la moda; el mesero y el barman que pueden cuidar a sus familias gracias al consumo de alcohol de sus clientes; la fábrica de telas que hace posible la vida de sus trabajadores y que existe gracias a la pasión por el lujo y las novedades.

Mandeville continúa con las paradojas para reiterar la complejidad de la sociedad. ¿Cuál puede ser el beneficio que el público reciba de la existencia de ladrones? Pero, ¿qué sucedería si por algún milagro repentino absolutamente toda la gente de una nación se tornara incapaz de robar? Mandeville contesta que la mitad de los artesanos del país estarían desempleados.

La razón es sencilla. En todas partes existen adornos, cerrojos y objetos que sirven de protección contra robo a las casas. Nunca se hubiera pensado en esas rejas, puertas y cerraduras, de no existir el peligro de ser robado. Quienes hacen su trabajo de la satisfacción de esas necesidades se quedarían sin empleo.

Mandeville da otro ejemplo de esas situaciones en las que el mal y el bien se encuentran.

¿Imaginaríamos que las mujeres virtuosas, sin saberlo, promueven el trabajo de las prostitutas? O puesto de otra manera ¿la incontinencia presta un servicio a la preservación de la castidad?

Quien tiene deseos poco limpios en medio de jóvenes mujeres decentes, sabe que de llegar sus instintos a límites puede acudir a los servicios de mujeres más complacientes. No puede culparse de esto a la decencia de esas mujeres castas.

Desde luego y muy importante, Mandeville no afirma que para fomentar el empleo debería haber más ladrones, que para preservar la honradez de las mujeres hay que abrir más prostíbulos.

Se limita a señalar esa paradoja, que es el punto central de su idea: un acto reprobable produce un beneficio, es decir, en la sociedad hay efectos inesperados.

Este autor es de obligada lectura para los gobernantes que piensen en medidas simplistas y directas; y también es para los ciudadanos que se pregunten cómo es posible que sueños de sociedades mejores acaben produciendo sociedades peores, olvidando que el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones.

Pero no, este ultimo de los prostíbulos, sí, lo dijo en su “A modest defence of public stews” (Una modesta defensa de las casas de placer) en donde desea que se fije en Londres un barrio de estos lugares, y describe cuantas, cual precio, cuales atenciones tener para reducir los casos de muchachas y mujeres casadas, victimas de los deseos varoniles.

El hombre excitado – nos dice Mandeville – allí hubiera podido calmar con seguridad sus ardores y la excitación habría quedado sólo en la imaginación; en este caso -nos recuerda el doctor Mandeville- esta pasaría “a glande penis ad glanden pinealem (sic)” (del glande del pene a la glandula pineal).

Por eso es posible concluir que lo que era una paradoja, se vuelve una realidad: la castidad es protegida por la lascivia y la mejor de las virtudes quiere la ayuda del peor de los vicios.
“Hombre honrado y de cabeza clara” es el comentario de Karl Marx leyendo sus obras.
Los versiculos en cursiva son de Alfonso Reyes que en el 1957 hizo la “paráfrasis libre” El panal rumoroso, de “The fable of the bees” de Bernard de Mandeville.
Hemos traido ideas de la carta titulada “Un medico immoralista del settecento, Bernardo di Mandeville” por un anónimo del 1937 y de Vicios y Bondades por ContraPeso del 2000.

El humo te mata

Me puse a reflexionar para un rato antes de poner la foto de arriba: está terrible, espantosa, chocante, …horrible. El articulo estaba escrito de unos días pero no me decidía a ponerlo.
Es una de las imagenes que aparecerán en los paquetes de cigarillos en Argentina desde el 15 de junio, pero en todo el mundo, tambien en Mexico, las imagenes no son muy agréables. Y ademas de la imagen hay un mensaje relacionado con la fotografia para renforzar la comunicación.
Pero, si los gobiernos, (aquí, allá, en todo el mundo más o menos es igual aun sin llegar a este abominio que se encuentrará entre poco en unos paises de Latinoamerica) no se hacen escrúpulo de imponerla en las cajas de cigarros, que están a la vista de todos, tambien niños, porqué debería detenerme yo que la pongo en el primero plano propio para subrayar la bestialidad de esta imposición?
Si, lo sé, hay muchos a quienes le parecerá correcto propio por el disgusto y el miedo que los paquetes provocarán a los fumadores dandoles cuenta de los daños que ocasiona el consumo de tabaco. 
Antes de todo hay que destacar una incongruencia: los mismos que impiden llamar a la putanesca una pasta para no chocar la sensibilidad y la apartenencia de unos; los mismos que encontraron los cuentos de los Grimm, de Andersen y de Perrault, (Caperucita Roja, Blancanieve, Pulgarcito…) demasiado fuertes que puedan turbar la emotividad y la impresionabilidad de los niños, ahora son los mismos que, con el bendito entendimiento de alejarnos del tabaco, le ponen esas aterradoras fotos.
Hay que decir que, por lo que concierne a los niños deberían ser los papás los que intervengan, y no solo por el tabaco sino por muchas otras cosas: y a ésta se le llama educación, primario deber de la familia; deber que no puede ser dejado a ninguno, ni tampoco a una institución estatal, a una asociación de burocratas que en todo piensan menos que en los hijos de los otros.
Por los hombres, antes de todo ya sabemos que el humo mata (aunque no a todos y también depende del cuanto) y por eso no veo la necesidad de esta forma amenazadora  y coactiva para decirnos algo que conocemos. Y no creo que un gobierno que a veces no logra protegernos en la calle tenga que actuar estas alucinantes medidas para defendernos de nosotros mismos.
Segundo y lo más importante, tenemos libertad de decidir de nuestra vida aunque sea un camino a la muerte. Cadauno es dueño de su cuerpo. 
“Nunca dañé a nadie más que a mí misma, y ese no es asunto de nadie más que mío” – dijo Billie Holiday, entre las mejores cantantes de la historia del Jazz quien en el 1959 a los 44 años murió por el abuso de las drogas y del alcohol. 
El estado se ha tomado la tarea de asumir la reorganizacion ética desde arriba, haciendo retroceder al individualismo “irresponsable” mediante la actuación de politicas coactivas que fijan límites morales a conductas que pertenecen a la esfera decisoria privada.
Imponer leyes, reglas, reglamentos, de otro lado, sigue quitandonos el sentido de responsabilidad que cada hombre libre tiene que guardar como su esencia, como la otra cara de su libertad. 
Y ésta es sólo una de las tantas injerencias en nuestra vida privada: nos dicen lo que podemos comer y cuanto; entre de poco la botellas de vino o licores pondrán en la etiqueta un higado cirrotico; en los McDonalds unas imagenes de gente obesa y diabetica; en los bares foto de accidentes automovilísticos…
El hecho es que el estado no nos quiere libres y responsables, sino sometidos a sus ordines o incluso a sus, pesados, consejos. Está haciendo de nosotros un rebaño de borregos que siempre tiene que ser guardado por los perros burocratas del estado y por los gobiernos, nuevos dueños de nuestra vida, nuevos dioses de esta humanidad sin fe.
Acordamonos que el mismo Dios, que habria podido hacernos esclavos felices en el Paraíso Terrenal, nos dejó comer el fruto, el unico prohibido, de manera que enfrentáramos la vida y, segun el libre albedrío, escogiéramos el bien del mal.
El más grave de todo es que después años de abusos y violaciones sufrido, no nos sentimos más hombres, no nos interesa más vivir y escoger por nuestra cuenta: queremos alguien arriba de nosotros que nos diga lo que tenemos que hacer.
La esclavitud, en contra de la cual los espíritus más nobles lucharon por siglos, ahora regresa, más grave, más agobiante, más engañosa, disfrazada de paternalismo moral, el último vestigio colectivista que estamos afrontando en este tiempo.
* * *
Damos un suspiro profundo, aquietamonos un poco, y fumemonos un cigarillo…

La alegoría de la laguna

Había una laguna allá en el parque de la quinta donde estuve de vacaciones, gracias a la acogedora amabilidad de mis anfitriónes.
Y en la laguna vivían peces y tortugas en gran cantidad.
Un día, caminando por la tarde bajo los arboles frondosos para escapar al bochorno, me encontré atravesando el puentecito que une las dos orillas de este estanque.
Mirando abajo, hacia el agua, me asombré al ver unas tortugas que se apresuraban hacia el puentecito y, lo mas extraño, teniendo ostentosamente la cabecita afuera del agua, casi buscaran mirarme.
En un primer momento no le hice caso pero regresando a la casa y reflexionando en lo que los días anteriores había visto –niños que tiraban migajas de pan y varias semillas en el agua- me di cuenta en manera más clara de lo que pasaba y encontré la explicacion de lo que en el principio me había parecido inexplicable.
Las tortugas primeras y luego los peces acudían al puentecito por el acostumbre que habían tomado en la espera de comida que usualmente les venía otorgado y miraban por arriba, levantando el cuello y la cabeza fuera del agua, creyendome uno de sus proveedores.
Pero, aunque la intención sea buena – el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones – los resultados son desastrosos. Eliminando las dificultades de la supervivencia, se conservan a la vida elementos que la selección natural, con el específico objetivo de fortalecer la especie y las cualidades del individuo, habría eliminado. La lucha para la supervivencia selecciona los mejores elementos, los que tienen que transmitir geneticamente a las generaciones futuras las mejores cualidades.
Aplicar a la naturaleza los principios de la compasión y de la caridad, significa alterar las reglas de la misma; sin por otro lado conseguir modificarla permanentemente. A la minima variación de las condiciones exteriores, los elementos no adecuados a la natural dificultad de la vida y de la supervivencia son los primeros a ser eliminados.
Es decir cualquiera forma de intervencion en las reglas de la naturaleza no solo no llegan a ningun resultado, sino incluso consiguen resultados opuestos a los predichos.
En efecto en el estanque encuentrarán forma de supervivencia mucho más elementos de los permitidos por el habitat, la extensión, la disponibilidad y el clima del lugar…
Pero, más grave de todo, harán perdido para siempre, esos habitantes de la laguna, su naturaleza de animales libres y independientes, hábiles para conseguir comida y vivir armoniosamente en su comunidad acuática.
Cebandolos los hacemos dependientes de nuestras contribuciones: los estamos transformandos en mendigos. Le matamos su capacidad de sobrevivir por ellos mismos. Le quitamos también la necesidad del aprendizaje natural: la mamá, o la comunidad del estanque, no les ensenará más las tecnicas de sobrevivencia sino las de vivir de limosnas.
Y la amenaza es la creación de una dependencia permanente.
Y una símil entre la condición de los habitantes de aquel estanque y la de nosotros, hombres en la tierra bajo un estatalismo entrometido, agobiante y falsamente benefactor, tomò cuerpo en mi cabeza.
Nosotros, al igual que ellos, estamos preguntando todo al estado, pues nos han convencido que a todo tenemos derecho y el estado -que nos ha convencido en esto para convencernos de su necesidad- nos da migajas del mismo pan que nosotros hemos hecho con nuestro trabajo y que el nos ha robado.
Al igual que ellos, cuando dejamos de creer en el futuro, en el futuro hecho por nosotros, en nuestra capacidad de proveerlo, dejamos de ser hombres. Mendigando lo que el estado benefactor, el estado niñera, a traves de una consagrada tecnica de sometimiento es capaz y disponible a ofrecernos, hemos perdido nuestra esencia de hombres.
De individuos, de ciudadanos nos hemos hechos súbditos, nos hemos echos esclavos.
Al igual que ellos, bajo el cuidado del estado benefactor estamos como en la laguna, come en un parque zoológico.
Estamos bien cuidados. Estamos bien alimentados. Estamos también sometidos a atención médica.
Lo que nos falta es la libertad. No somos más hombres.

La rosa del desierto

Ayer por la noche tenía todavía en la cabeza las imagenes del Egipto sublevandose y también de los más dramaticos casos de Túnez y de Argelia de los cuales casi no hemos hablado.
Y pensaba en la Africa, en este enorme continente así cercano de Italia y por otros lados así lejano, lleno de contrastes y de misterios, de historia, de tradiciónes. Muy diferentes de las nuestras, pero no por eso menos valiosas, menos importantes.
Siempre me ha fascinado el desierto, el Sahara con su inmobilidad y su eterno movimiento, ese mar de arena poblado de olas doradas que  nos asombran por su brillo, altura y desolación, la eternidad de esas partes la más antiguas de la tierra…  
Dicen que bajo el mantel de la arena se encuentren vestigios de una historia pasada como formas de vida animales y fósiles, piedrificadas, y por eso vivos en su muerta inmovilidad hasta hoy.
El incansable artificio del viento, de la presion, del calor y del frio y sobre todo del tiempo, millares, millones de años, han construido formas muy particulares y raras. Son minerales, piedras que conservan todo el misterio de la arena, del calor y de la luz.
Uno de estos, muy particular por su forma, muy poetico por su imagen, es la rosa del desierto, un conjunto de formas lenticulares entrecruzadas que mucho asemejan a una flor. Es un mineral que se ha formado en los desiertos, un especie de yeso muy blando y friable, que por su belleza se suele vender como piedra de adorno por lo que su interés es solo ornamental y decorativo. Sin embargo hay también quienes creen que esas piedras tengan su fuerza propia, sean llaves por fortalecer nuestro potencial, por expander nuestra energia.
A mi me parece dificil creerlo: prefiero ver el aspecto estetico, la belleza y la raridad, y tambien el cargo de historia, muta y pasiva, que cada piedra en la tierra tiene.
O, de otro lado, algo que me puso a preparar en la cocina a su semejanza:
galletas llamadas propio rosas del desierto.
La receta es muy facil a preparar y el gusto y el sabor, con en más la satisfacción de preparar algo con tus manos, nos recompensa por el tiempo, poco de verdad, empleado.
Entonces: harina, mantequilla, azúcar, huevos a formar una masa y cereales donde se envuelven las bolitas.
En el horno y luego espolvoreadas con azúcar glas parecen propio los minerales del desierto a la forma de rosa!

Las rosas del desierto ahora están en la lista de CASAITALIA 





Reglas naturales y leyes

Raffaello Sanzio -  The School of Athens (detail) [01]

Entonces como ya hemos dicho, hay reglas en la vida social, o, que es lo mismo, la vida social tiene reglas.

Estamos hablando de las reglas naturales, las que mejor se llaman derechos naturales o ley natural, la ley que según la perspectiva de Santo Tomás de Aquino “es una ética  deducida de la observación de las normas fundamentales de la naturaleza humana”, normas que el veía como expresión de la voluntad de Dios en la creación.
Reglas que son aquel conjunto de valores, de normas irremisibles y compulsivas que no dependen de la voluntad, tampoco de la decisión del legislador pues están adentro de nosotros, como fundamento de nuestra moralidad, es a decir de nuestra manera de vivir en armonía con el mundo y con los demás; reglas que son antecedentes a cualquiera ley (legislación) humana y por lo tanto no permiten derogación por ninguno.

Y el hombre social, el hombre que entraba en la historia, advertía adentro de sí mismo este orden que el sentía  ser de la misma naturaleza, igual a lo que encontraba afuera.  En esta manera el salía de su condición  de hombre-animal, de hombre depredador y cazador, que se ponía detrás de sus presas, siempre moviéndose, y se volvió a hombre sedentario, se quedó en lugares donde la tierra era más rica y fértil y el clima más agradable, donde había agua y calor, vida, por el y por su campo.

El hombre se ligaba a la tierra y al cultivo: el hombre entraba en la comunidad.
El sol, la luz y su falta, la obscuridad, eran su referencia: se levantaba con el sol y su día era la luz; el atardecer era su descanso y regreso a la casa.
Por siglos, por millares de años, su vida fue articulada sobre estos ritmos, que se fueron así sus reglas de vida.

También su comida seguía estas reglas.

Antes el hombre-animal comía cuando encontraba algo en su caza, y cuando lo encontraba tenia que aprovechar, no siempre tenía esta suerte: propio como las bestias todavía hoy. Pueden comer un día y estar sin comer por una semana. Igual con el descanso y el sueño.
Pero ahora la tierra, el campo, le daba cada día algo de comer, y en las temporadas algo de diferente. Su comida se hizo más rica, más variada y sin darse cuenta el hombre se dio sus reglas alimenticias, articuladas segun el reloj de la naturaleza.

Habia el tiempo de comer y el tiempo de ayunar; el tiempo de trabajar y el tiempo de descansar. Todo estaba en un orden que aunque no dictado estaba escrito en las reglas eternas del mundo.

Hoy, nosotros los hombres de la modernidad, hoy nos encontramos en una situación bastante diferente. No quiero decir que el tiempo pasado, el tiempo de la naturaleza por decir, fue el mejor tiempo, el paraíso en la tierra. Absolutamente no: nunca fue fácil vivir, y en aquel tiempo mucho menos que ahora.
Es indudable que la civilización, el progreso científico, el crecimiento de la cultura en la humanidad nos llevó a un mundo mejor, donde la vida sale más agradable, más compensativa.

Pero, de otra parte, nos alejó de algunas cosas fundamentales por el hombre: la tierra, la naturaleza, y junto a estas nos alejó de las reglas inmutables del mundo. Y esto fue, por el hombre, como si fuera alienado, sin vínculos, sin referencias firmes y acertadas. La nueva cultura, la cultura de la modernidad con su filosofía, con sus estudios, ha removido el hombre de sus creencias más fuertes, más arraigadas. En la convicción de emanciparlo, lo ha erradicado: sustraendo su visión en la trascendencia, le ha sustraído en realidad el fundamento de su humanidad: el sentido del limite, de su lugar en el orden natural.

No me pongo a dar juicios de valor en lo que sucedió en la historia: la historia tiene sus reglas y los acontecimientos tienen sus razones. Pero estos son los hechos a los cuales nos enfrentamos y no podemos subestimarlos u olvidarlos.

Hemos creído  de ser totalmente dueños de nosotros, que la tradición, la autoridad del pasado, las reglas de conducta, todo lo que ha guiado el hombre no fueran más precisas o por lo menos no fueran así importantes.

Es el pecado de presunción, la soberbia del hombre que se cree Dios, que siempre nos agarra cuando creemos, demasiado o sólo, en nosotros mismos.

 

 

 

La comida y sus reglas

El hombre es un animale social y racional, aunque haya quien no está convencido: siempre el nuestro hombre Miguel de Unamuno que nos dice, y quizá tiene algo de razon:
El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.
Pero es cierto, lo que nos distingue de los animales es nuestra capacidad de razonar y de transformar lo que encontramos a nuestro beneficio. Y esto apareció claro, cuando el hombre, de una vida casi animal, pasó a la vida en comunidad, se hizo hombre social.
Y puso sus reglas, empezando de las mas sencillas, adaptando su vida al ritmo de la naturaleza: el sol, la luz, el campo y las reglas ancestrales de la semina y de la cosecha, del trabajo y del descanso, de la vida y de la muerte.
Quien no se acuerda de las palabras del Ecclesiastés!
Para todo hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo:
Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
Tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
Tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
……
Sobre estas palabras, con estas palabras, se construió una fé, una tradición y una cultura.
Sì, también una cultura pues en el tiempo el hombre siguió estas reglas no escritas que el sentia adentro de si mismo. No eran ordenes impuestos sino un acostumbre de vida y esta identidad, esta afinidad con los tiempos que el reloj de la naturaleza escandía debajo del cielo, le dava al hombre un sentido de apartenencia a la tierra que pisaba, le daba una tranquilidad y una seguridad de cuando uno se siente parte, y parte viva, integrante, de algo más grande que el.
Y esto no lo entendia con la razón, pero con el corazón, pues ese ritmo, era parte de el, parte de la vida: venía de adentro, era su vida.
Así el hombre social difiere de la bestia; el instinto animal, de supervivencia, de continuación de la especie, que también hace parte de la naturaleza umana, no lo define completamente pues el hombre adentro de sí mismo siempre ha tenido estas reglas, estos ritmos, estos valores: ancestrales y innatos, signo y testimonio de algo, o alguien, fuera de el.
Y cuando el hombre se aleja de este camino interior, que es modelo y estilo de vida, algo se quebra dentro de el.
No por casualidad, la psicoanálisis, el estudio del subconsciente, de aquellas enfermedades  de la siquis que sin embargo afectan la materia humana, corpórea, nace como resultado y como intento de solucionar los  problemas conexos a la modernidad, o mejor a la civilización, entendida como contraposición, alejamiento respecto a la naturaleza.
Como si la naturaleza, traicionada o puesta a un lado, se rebelara; como si la parte natural, física, afectiva que está dentro de nosotros hubiera perdido el correcto equilibrio, la relación, la simbiosis con la parte racional.
Muchos son los males, los malestares, las distonías que nos vienen de este conflicto, de la nuestra doble naturaleza es a decir del nuestro ser hombres y no animales, y al mismo tiempo ser hombres y animales.
O quizá todo proviene del hecho que esta vida no se acaba aquí, no nos termina; que es una prueba, un pasaje, no un punto de llegada: es un medio, no un fin.
Me doy cuenta que hablé de reglas y no de comida como le puse en el titulo.
Bueno, por la relación entre ellas, será por otra vez si mis cuatro amables lectores seguirán esperandome…
La sottile linea d'ombra

Hunting the light - arte e poesia

cooperatoresveritatis.wordpress.com/

Mi è stata data una spina nella carne (2Cor 12,7)

MerryBoosters

Tips and Tricks for smarter Baking and Cooking.

start.me Blog

Get informed and inspired by your personal start page

Inchiostronero

leggere, comprendere, sfogliare, osservare

Jerónimo Alayón

Lingüista y filólogo

The Italian Conservative

Blog conservatore per il libero mercato

Blog kulinarny - NOMART.PL

Nomart Artur Nowicki - Wyroby domowe

terra di nessuno

dialoghi con giampiero tre re