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La alegoría de la laguna, dos

No sé cómo ni porqué me topé hoy en este breve artículo que escribí propio hace cinco años.
Como no siempre me pasa volviendo a leer mis cosas, lo encontré todavía bueno e interesante. Y siempre actual pues nada ha cambiado en el mundo.

Me permitan por lo tanto, mis cinco lectores, de volver a poner el artículo con alguna corrección y también pequeñas añadiduras maduradas mientras tanto.

 

Había una pequeña laguna allá en el parque del fraccionamiento donde estuve de vacaciones, gracias a la acogedora amabilidad de mis huéspedes.

Y en la laguna vivían peces y tortugas en gran cantidad.

Un día, caminando por la tarde bajo los árboles frondosos para escapar al bochorno, me encontré atravesando el puentecito que une las dos orillas de este estanque.

Mirando hacia abajo, me asombré al ver unas tortugas que se acercaban al puentecito y, lo más extraño, teniendo ostentosamente la cabecita afuera del agua, casi buscaran mirarme.

Entonces no le di mucha importancia, pero regresando a la casa y recordando lo que había visto en los días anteriores –niños que tiraban migajas de pan y varias semillas en el agua- me di cuenta en manera más clara de lo que pasaba y encontré la explicación de lo que en el principio me había parecido raro e inexplicable.

Las tortugas primeras y luego los peces acudían al puentecito por el acostumbre que habían tomado en la espera de comida que usualmente les venía otorgado y miraban por arriba, levantando el cuello y la cabeza fuera del agua, creyendo verme como uno de sus proveedores.

 

 

Hay, a mi modo de ver, algunas consideraciones que surgen del análisis de este acontecimiento todo sumado bastante banal y común.

Primero que de acciones intencionalmente buenas pueden resultar consecuencias no esperadas que son negativas.
Número dos y más importante que cuando se impone una alteración del orden natural las consecuencias son catastróficas.

 

 

En efecto en el caso, aunque la intención sea buena – el camino hacia el infierno está empedrado de buenas intenciones – los resultados son desastrosos.

Eliminando las dificultades de la supervivencia, se conservan a la vida elementos que la selección natural, con el específico objetivo de fortalecer la especie y las cualidades del individuo, habría eliminado. La lucha para la supervivencia selecciona los mejores elementos, los que tienen que transmitir genéticamente a las generaciones futuras las mejores cualidades.

Aplicar a la naturaleza los principios de la compasión y de la caridad, significa alterar las reglas de la misma; sin por otro lado conseguir modificarla permanentemente. A la mínima variación de las condiciones exteriores, los elementos no adecuados a la natural dificultad de la vida y de la supervivencia son los primeros a ser eliminados.

Es decir cualquiera forma de intervención en las reglas de la naturaleza no solo no llega a ningún resultado, sino incluso consigue resultados opuestos a los predichos.
En efecto en el estanque encontrarán forma de supervivencia mucho más elementos de los permitidos por el habitat, la extensión, la disponibilidad y el clima del lugar…

 

 

Pero, más grave de todo, harán perdido para siempre, esos habitantes de la laguna, su naturaleza de animales libres e independientes, hábiles para conseguir comida y vivir armoniosamente en su comunidad acuática.
Dándoles la comida, los hacemos adictos a nuestra ayuda: los estamos transformando para siempre en pordiosero. Les matamos su capacidad de sobrevivir por sí mismos.
Destruimos también la fundamental función del aprendizaje natural: la mamá, o la comunidad del estanque, no les ensenará más las técnicas de sobrevivencia sino las de vivir de limosnas.

Y la amenaza es la creación de una adicción permanente.

 

 

Y la estrecha analogía entre la condición de los animalitos de aquel estanque y la de nosotros que nos encontramos a vivir en este mundo invadido por un estatismo entrometido, agobiante y falsamente benefactor, se abrió camino en mis pensamientos.

Nosotros, al igual que ellos, estamos preguntando todo al estado, pues nos han convencido que a todo tenemos derecho y el estado –que nos ha convencido en esto para convencernos de su necesidad– nos da migajas del mismo pan que nosotros hemos hecho con nuestro trabajo y que él nos ha robado.

 

Al igual que ellos, cuando dejamos de creer en el futuro, en el futuro hecho por nosotros, en nuestra capacidad de proveerlo, dejamos de ser libres.
Mendigando lo que el estado benefactor, el estado niñera, a través de una consagrada técnica de sometimiento es capaz y disponible a ofrecernos, hemos perdido nuestra esencia de hombres.
De individuos, de ciudadanos nos hemos hechos súbditos, nos hemos hechos esclavos.

 

Al igual que ellos, bajo el cuidado del estado benefactor estamos como en la laguna, come en un parque zoológico.

Estamos cuidados, o quizás vigilados. Estamos alimentados, no faltan “gotas de ayuda”. Estamos también sometidos a atención médica, desde cuando tomó cuerpo la “medicina de la población”  que otro no es que una ulterior forma de control y sumisión bajo el pretexto de atención solidaria de los gobiernos

Lo que nos falta es la libertad. No somos más hombres.

 

Sin duda la intención de los niños, dándole de comer a peces y tortugas, parece buena; no así de buena me parece la intención estatista.

Los políticos no son niños de buen corazón, son hombres de poder que buscan agarrar y mantener su poder.

Sin embargo no debemos olvidar la lección de la “public choice”, la de James Buchanan y Richard Wagner, que en “Democracy en déficit” concluye poniéndonos de frente a un hecho inequívoco.

Es cierto que el comportamiento de los políticos en su gestión de las actividades gubernamentales tiene como constante referencia la misma utilidad personal de breve término: la reelección y la permanencia en los sitios de mando.

Pero, los políticos, al fin y al cabo, no son de los monstruos egoístas que actúan engañándonos.

Al contrario, ellos actúan contestando a las voces del electorado y las culpas, antes que de ellos, es del electorado: su locura, la de los políticos, es nuestra locura, la de los electores.
“Their folly is our folly”.

 

 

Imprimir euro no relanza la economía

(Al igual que imprimir dólares, o pedir dinero prestado para malgastarlo)

euro stampa

En los días pasados en Europa hemos asistido a uno de los tradicionales psicodramas que acompañan de algún tiempo las elecciones de los bancos centrales.

Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo, anunció una extensión del programa de aflojamiento monetario (quantitative easing) sea aumentando la masa de dinero a disposición por la adquisición de títulos sobre el mercado, sea también ampliando estas adquisiciones a las obligaciones de las primarias empresas privadas.

“Hay fuerzas en la economía global de hoy que conspiran para tener baja la inflación” dijo el gobe en un discurso en Krankfurt. “En todo caso el Banco central europeo no se rendirá delante de la baja inflación», todavía ha dicho Draghi.

¡Vaya! Una persona que reviste un tal papel debería ser capaz de salirse con una excusa mejor de «conspiraciones«: estamos al nivel del asalto a los hornos del pan de manzoniana memoria.

 

En una situación de política económica sana y correcta la inflación es siempre un mal y la deflación constante es el resultado normal del desarrollo tecnológico y aumento de la productividad.

 

Volviendo a la política monetaria una de las lógicas de fondo del actual arreglo de parte del BCE es la de tener bajo control las grandes deudas públicas de los Estados. Los tipos de interés cercanos al cero permiten en efecto de reducir los costes de la deuda y de facilitar la renovación de los títulos en plazo. Los bancos centrales tienen que respaldar los estados con sus deudas crecientes y la inflación es la manera solapada y maliciosa de sacarlos de los líos.

Las reacciones inmediatas de los mercados financieros han estado paradójicas. En un primer momento ha habido una carrera a la adquisición por la ilusión del crecimiento que habrían podido dar las nuevas iniciativas. Luego, cosa de pocas horas, el clima en las Bolsas ha completamente cambiado porque ha prevalecido la impresión que hay un análisis particularmente negativo y preocupante de la actual situación económica europea.

 

Sin embargo una vez más se ha tenido la demostración de que este tipo de política monetaria es inútil y dañina.

En práctica pensar que se pueda empujar la reactivación de la economía, crear puestos de trabajo, con solamente aumentar la riqueza ficticia de las familias dando dinero (falso, creado de la nada, que no sale del ahorro y de la inversión) al sistema financiero no es sólo una ilusión pero un pesado error.

 

El mensaje de fondo está claro: “No robes (y crear inflación es un robo; imprimir dinero es un robo), de lo contrario habrán sanciones negativas inevitables.” Los bancos centrales han tenido la presunción de haber logrado evitarlas; keynesianos y monetaristas han apoyado esta ilusión.

Pero crisis después de crisis no tendrán modo de explicar lo que está ocurriendo, y todas sus «recetas» no serán otras que un agujero en el agua

 

Cada vez que, ya son muchos años, veo medidas de este tipo (EEUU, Japón, Cina, Europa) siempre más me doy cuenta que el verdadero verdugo de la economía y de la sociedad civil no ha sido Marx, come había pensado, sino Keynes.

 

 

 

Bienestar

estado bienestar

El resultado de subsidiar a individuos porque son pobres es más pobreza. Si se subsidia al desempleado habrá más desempleo. Financiar a las madres solteras producirá más niños sin padre (…) Al obligar a los dueños de propiedades y a los productores a subsidiar a los políticos, sus partidos y a la burocracia, habrá menos creación de riqueza, menos productividad y más parásitos.
Hans Hermann Hoppe

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Les comparto unas consideraciones sobre el Estado de Bienestar -que es la forma más solapada y cautivadora del estatismo social o socialista- que encontré aquí: un sitio que sigo a menudo, muy inteligente y profundo “en defensa de la libertad y del sentido común”.
Expresa, de manera muy clara, las mismas ideas y convicciones que yo algunas veces, con diferentes enfoques, intenté escribir: Estado del bienestar, Familia frente al estado, Los Gansos del Capitolio.

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De Regreso al Feudalismo

Otro caso más de efectos no esperados. De consecuencias no intencionales.

Creyendo estar realizando un gran bien, se ha terminado por producir un gran mal.

Me refiero a los efectos del Estado de Bienestar.

A ese gobierno paternalista que quiere cuidar al ciudadano desde que nace hasta que muere.

El efecto más fácil de percibir es el de su quiebra económica. Las deudas públicas, los déficits públicos, todo eso es producto del Estado de Bienestar.

Asume él tantas responsabilidades que es imposible financiarlas todas. Este tipo de gobierno consume más de lo que permite producir a las personas.

Poca discusión puede haber sobre el tema. La realidad es innegable. El Estado de Bienestar no es sustentable, no es sostenible. Puede mantenerse solamente tomando fondos de quienes producen riqueza y esta riqueza no es ilimitada. Negarse a reconocerlo es otro problema, no menor.

Pero la cosa no queda solo en quiebras económicas gubernamentales. El Estado de Bienestar ha sido el mayor intento jamás implantado para hacer el bien. La escala del bien que trata de lograr el Estado de Bienestar es gigante, tan grande como el tamaño de las poblaciones que gobierna.

Y, sin embargo, esa escala enorme ha logrado producir efectos contrarios a su objetivo. Piense usted en esto.

Es intención del Estado de Bienestar mejorar a la sociedad entera: reducir consumo de drogas, índices de criminalidad, aumentar empleo permanente, riqueza. Incluso fomentar educación, valores, civilidad.

No lo ha logrado por supuesto. El problema es que ha causado lo opuesto. Más consumo de drogas, más criminalidad, más violencia social, más hijos ilegítimos, poblaciones en reducción. La sociedad producida por el Estado de Bienestar quizá sea la opuesta a la que quisiéramos tener.

¿Por qué? Después de todo, la promesa del Estado de Bienestar es una sociedad mejor, con más felicidad y bienestar, más justa y educada. Haber producido lo opuesto es digno de examen. Podemos comenzar con una cita:

“El estado de bienestar totalmente desarrollado es una versión moderna del castillo medieval, protegido por sus murallas y fosos, y ofreciendo seguridad y protección a la población leal que se reúne a su alrededor”. Irvig Kristol (1920-2009)

La comparación no es exagerada. El castillo medieval es asombrosamente similar al Estado de Bienestar.

Si antes había súbditos que vivían bajo la protección del señor del castillo, ahora los ciudadanos son súbditos también, cuya existencia depende de la protección del gobierno. Una especie de encomienda colonial dentro de la que los indígenas esperan protección paternal.

El mismo autor lo expresa así:

“…el ciudadano es metamorfoseado en un sujeto. El sujeto cede solo su derecho de autogobierno a cambio de seguridad de la cuna a la tumba… La transferencia de importantes áreas de responsabilidad al estado de bienestar, combinada con una tolerancia permisiva y flácida de la irresponsabilidad moral entre la ciudadanía, es una descripción tan correcta como la que puede uno imaginar de la decadencia nacional”.

Sí, decadencia nacional producida por el Estado de Bienestar que tanto bien se propone hacer y que tanta caridad pretende realizar.

Otro caso de compasión que ha salido mal. Muy mal. En busca de la igualdad como tema central, han producido una ciudadanía irresponsable.

Si bien la crisis económica del Estado de Bienestar es el más visible de sus efectos, no debe olvidarse la otra crisis que ha producido, la espiritual.

Puede ella verse muy bien en la desintegración familiar, justo la columna central que sostiene a la sociedad entera. El Estado de Bienestar la ataca una y otra vez, con medidas como su redefinición aceptando matrimonios homosexuales, como la legalización del aborto, el fomento de la promiscuidad como derecho.

Dos crisis ha producido el Estado de Bienestar cuya justificación es el proteger al ciudadano de la cuna a la tumba. Una crisis de quiebra financiera que produce daños materiales y una crisis espiritual que causa daños morales.

Y la conclusión es la obvia: no retirar al Estado de Bienestar es un acto irresponsable, quizá el mayor de toda nuestra historia.

Eduardo García Gaspar 23 abril 2015

Post Scriptum

Es mi impresión que buena cantidad del apoyo al Estado de Bienestar por parte de personas comunes proviene de buenas intenciones y gran ingenuidad. Su inquietud por resolver un problema, como la pobreza, les hace suponer que la única vía posible es el gobierno. Su candidez es extrema y, en ocasiones, su terquedad también.

Las citas y otras ideas fueron tomadas de Kristol, I. (2011). The Neoconservative Persuasion: Selected Essays, 1942-2009. Basic Books.

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