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EL CASO ALFIE

El silencio de la Iglesia, una traición!

 

 

 

 

He estado pensando durante tiempo acerca de si colocar una imagen al principio de este post. Tan dramática, tan angustiosa e inhumana es la cuestión que he elegido para dejar un espacio blanco.

No es hipocresía, es sólo piedad humana por una vida que han decidido apagar, por un amor, el de los padres de Alfie, que quiere luchar por la vida, contra la muerte.

 

 

Poco se ha dicho, aquí en México, sobre el caso «Alfie» y en realidad en todas partes se ha intentado silenciar este hecho para tranquilizar las conciencias y no enfrentar problemas angustiosos que la mayoría prefiere olvidar.

Pero los hechos importantes son estos: principalmente quién tiene el poder de decidir sobre la vida de un ser humano (un niño de catorce meses en el caso de Alfie Evans): padres, médicos o jueces.

Y luego ¿quién puede decidir que una vida es inútil? ¿Cuándo una suspensión del tratamiento es aceptable? ¿Dónde está el límite entre la eutanasia y la furia terapéutica?

 

Todas las terapias implican un cierto grado de sufrimiento y cuando son proporcionales al beneficio esperado, es decir, a la protección de la vida, deben ser intentadas o continuadas.

Una vez más, como sucedió con Charlie e Isaías, se considera inaceptable una «calidad de vida» lejos de lo que la cultura hedonista ha establecido.

 

Recapitulemos los hechos: Alfie Evans, de catorce meses de edad, está en coma desde diciembre en Liverpool y todavía no ha recibido un diagnóstico de la misteriosa infección que le afectó. Pero los médicos quieren apagar el reloj y los padres han comenzado una campaña para mantenerlo con vida.
Que a estas horas parece perdida.

 

Como escribió Riccardo Cascioli, periodista católico, al que me limito a traducir:

Un hospital manchado de graves escándalos contra los pacientes; una negligencia manifiesta hacia Alfie; el propio Alfie que reacciona a los estímulos y peticiones de su padre (y todo el mundo puede verlo en vídeo). Pero médicos y jueces se enfrentan y decretan la muerte de Alfie, porque su vida es «inútil». Esto es escandaloso e inquietante, y no hay suficientes palabras para expresar indignación y dolor. Esta indignación y este dolor se ven agravados por el gran silencio en el que se está produciendo esta tragedia.

Pero si se esperaba el silencio cómplice del Estado y del poder expresado a través de los grandes medios de comunicación, lo que realmente duele es el gran silencio de la Iglesia, o mejor dicho, de sus pastores. Sí, porque gracias a los sitios web y a las redes sociales, muchos católicos se han movilizado con oraciones, difusión de noticias, iniciativas para sensibilizar a la opinión pública e involucrar a los «poderosos».

Más que la ferocidad de un Estado que se apodera de nuestras vidas y decide si darnos a luz y cuándo condenarnos a muerte, es esta abdicación de la Iglesia lo que nos asusta. Hasta hace poco, frente a todas las injusticias de los hombres, frente al poder opresivo del poder, cualquiera sabía que al menos podía contar con el apoyo y el consuelo de aquellos que, por vocación, no tienen otro interés que defender al hombre, la imagen y semejanza de Dios; su irreductibilidad y su dignidad.

De estas cosas también podemos ver la profundidad de la crisis por la que atraviesa la Iglesia, inclinada a la mentalidad dominante, a la ideología de la calidad de vida; dominada por la ansiedad de acariciar al mundo, ansiosa de la idea de estar en oposición. Se está consumiendo una traición; una traición a Dios y por lo tanto al hombre.

 

 

 

Familia frente al estado


Aquel inefable calor que la modernidad no logra comprender.

Comparto un articulo que escribí hace propio 5 años. Lo vi como recuerdo en fb pero el enlace no era correcto. Lo busqué en mis carpetas y me gustó. Espero a vosotros también.

 

Hay dos maneras de encarar el asunto.

La primera: objetiva, concreta.
La familia, así como la hemos entendida desde su aparecer con hombre y mujer, está desapareciendo.
Y al igual que la familia, está desapareciendo la comunidad, el pueblo como un conjunto de mismas raíces, sustituidos, reemplazados por el estado.

El asunto no es así simple como se escucha.
Ya que las consecuencias de este reemplazo llevan al desmoronamiento, a la caída, de la sociedad humana, que se funda en la familia, que trae su fuerza, sus verdaderos vínculos, en la familia.

Y mucho de lo que estamos viendo: la pérdida de la fe, el creer en nada o nihilismo, el egoísmo, el hedonismo, la denegación – incapacidad-no voluntad – del compromiso, el convencimiento que sea derecho todo lo que queremos, que no sea nuestro asunto empeñarse sino de los otros, sale de aquí, de la familia que no es más el centro y el fundamento de la vida asociada.

 

Disculpen si repito lo que ya escribí:

“El auge del estado del bienestar puede describirse entonces como la constante transferencia de la función de “dependencia” de la familia al estado, de las personas ligadas por lazos de sangre, matrimonio o adopción a las personas ligada a funcionarios públicos, a burócratas.
El paso final se produjo cuando el estado implantó un programa de pensiones de ancianidad o jubilación; un sistema público de seguridad social, recortando los lazos naturales entre generaciones de una familia, de otra manera dejaba al estado como centro de la lealtad primaria.
El hecho subyacente fue aquí la socialización de otra función de la dependencia, esta vez la dependencia de los “muy viejos” y los “débiles” respecto de los adultos maduros.
Durante milenios, el cuidado de los ancianos había sido asunto de la familia.
A partir de aquí, iba a ser cosa del estado”.

¿Y dónde está pasando esto? En todo el mundo, sobretodo en el mundo más avanzado, más civilizado, lo que llaman el primer mundo.
Vaya, la civilización que mata a sí misma.

¿Y por qué está pasando esto? La explicación más sencilla es que nos hemos equivocado: el positivismo científico nos ha llegado a la civilización, al desarrollo, como algo que pudiera salir en contra del hombre, sin el hombre, afuera de su espíritu ético.

 

Pero, desde los albores de la humanidad, el hombre siempre ha necesitado una guía moral -la religión, su conciencia, la fe en algo que trascendiera la vida misma- así que cuando nos hemos ido apartando de esos valores hemos caído en ilusiones, espejismos, desaciertos; hemos caído en la trampa del estado y hemos hecho del estado una sublimación, como sustituto de Dios.

El positivismo científico que ha ganado a la vida, a la fe.

Desde que Hegel y más tarde Friedrich Nietzsche proclamaran que “Dios ha muerto” y posteriormente Marx declarara a la religión como el opio del pueblo, la idea de un Dios como garante de una moral con la que conducir la vida terrena ha sido sustituida por la figura del Estado como institución moral y garante a su vez de todas las prebendas antes atribuidas a Dios.

 

 

La segunda: más íntima, más personal, como intentaré hacerla yo, que me encuentro a ser abuelo sin nietos, que creo en la familia de mi memoria más que en la de ahora (la llaman moderna, o mejor, posmoderna).

Hablaba hace tiempo con un amigo de Italia: me decía que, en el “liceo clásico” (la escuela secundaria más calificada, adonde se estudian latín y griego) de su ciudad, los hijos de parejas regularmente casadas son mirlos blancos.

Y esto pasa a los treinta años de la introducción del divorcio en Italia.

La ideología de los derechos tiene sus costos y sus consecuencias: no hay nada que hacer; y este costo es lo de borrar el sentido de los deberes naturales, te hace más libre, en una forma total, absoluta, libre también de anular tu especie.

 

Pero, tengo que aclarar, a látere porque mis amigos entiendan, que esta es una malentendida forma de libertad, no es la libertad en la cual yo creo: esta es una libertad sin responsabilidad, sin compromiso con la vida, libertad sin consecuencias.
Yo entiendo la libertad como un compromiso con sí mismos; pero si bien nada haría para prohibir estas formas de vivir, de entender la vida, en el mismo tiempo reafirmo mi derecho de desdeñarla intelectualmente, de oponerme con mis palabras y mis escritos, porque el camino de la verdad es único y no podemos caer en el relativismo que todo lo que pasa es correcto, es moral. Pasa y entonces tiene su razón:  pero equivocada. Y yo, sin compararme a Dios, le dejo al hombre el derecho de fallar.

 

 

Pero en todo esto que está pasando ¿Dónde está la familia?

Falta, no hay más. No hay más aquellas cosas, aquellos sentimientos, quizá banales, las de que nos hablaban los curas, las abuelas, los filósofos del buen sentido, del sentido común: el sentimiento de la vida, la vida que es don, que es espera y esperanza, asombrosa y aturdida necesidad.

Falta la virtud, estamos viviendo tras la virtud, sin la gracia: según Alasdair McIntyre.

 

Y nos dicen que la crisis de la familia es un hecho económico, las dificultades del cada día que impiden relaciones firmes. Mentiras que el estado y sus pífanos comprados nos imbuyen después de haberla capada a la familia.

Le han quitado su función de núcleo vital, responsable y edificante; han destruido el lugar de las memorias y de los recuerdos, donde se crean lazos afectivos y solidales que permanecen toda la vida y también después.

¿Y para qué?
Para substituirle con la guardería infantil, los asilos de ancianos, la escuela estatal para todos, el seguro social y en adelante, con el objetivo -que más que un accidente inesperado es un resultado buscado y querido- de substituir los papás con el funcionario- burócrata…

 

 

 

Lo que estoy diciendo a veces corresponde más al mundo europeo, con la caída de la natalidad, el hedonismo, el culto del cuerpo y el olvido del anima; pero esta forma de vivir, esta mentalidad, en un mundo que se hace siempre más pequeño, ya va extendiéndose.

Pensar que sea asunto de los demás, que no sea de nosotros, es la manera segura de no darse cuenta del problema, de vivir como el avestruz que frente al peligro se mete con la cabeza bajo la arena.

 

http://www.libertad.org/el-grafico-de-la-semana-comer-en-familia-es-beneficioso-para-los-adolescentes/#more-7761

http://www.libertad.org/familia/ciclo-sobre-la-familia/

 

La hombría se rebajó a vicio; la femineidad se confunde en los centros de belleza, en el gimnasio.

 

 

 

El semaforo del sexo para niños

 

Sí, sabemos: “quos deus perdere vult, dementat prius” y en Europa ya estamos en este mal camino.

Está vez hablamos de Inglaterra, olvidadiza de su glorioso pasado, sus tradiciones, su cultura que ha resonado en todo el mundo, donde el Ministerio de Educación envió directrices oficiales envió a todos los maestros para ayudarles a manejar y entender el comportamiento sexual de sus alumnos.

Según éstas, a los trece años es «saludable» para tener «relaciones sexuales con personas del mismo o de otro sexo»; para niños la masturbación está bien, pero no en público.

 

Sin decir una palabra más sobre este asunto, les pongo el «semáforo» dictado por el ministerio a los maestro como guía para su enseñanza. Aunque en lenguaje ingles sé puede entender lo que no me atrevo a traducir.

semaforo del sesso

haga clic con el ratón para ampliar

El semáforo. Las directrices se aplican en forma de semáforos para las edades que van de 0 a 5 años, 5 a 9, 9 a 13 y 13 a 17. La conducta verde son los que indican un “desarrollo sexual saludable” los naranja “desarrollo sexual potencialmente no saludable”, los rojo un “desarrollo sexual no saludable.”

 

Hay también un antecedente, siempre en Inglaterra, cuando en este mismo año el gobierno británico impuso que las escuelas provean anticonceptivos y abortivos a menor sin el consentimiento de los padres.
“Anticoncepción de emergencia”. Es por esto que el Instituto Nacional para la Salud y Atención de Excelencia (Nice en inglés) pidió a las escuelas que hagan «de fácil acceso» los condones gratis para las niñas», sino también» la píldora del día después o cinco días más tarde y el dispositivo intrauterino.»
“Al alentar a las jóvenes a considerar y elegir la forma más adecuada de anticonceptivos para sus necesidades futuras”, las escuelas también entregar a las chicas «anticonceptivos de emergencia para tener en casa.» Asì, listo para su uso.

 

A pesar de lo que normal y pilatescamente decimos, quiero entrar en los méritos.

Como en La tragedia de Hamlet: “Hay lógica en su locura”.
Y éste es el caso.

Es una locura, una terrible locura, la que va a pegar a nuestros hijos en las escuelas (publicas): pero hay una lógica, un designio.

El estado, para crecer, para tomar siempre más fuerza tiene que destruir el único poder antagonista que hay en la sociedad civil: la familia.

Empezando con quitar la autoridad y la responsabilidad a los padres, negándoles el poder de decidir qué y cómo hacer de sus hijos; laxismo, falta de reglas, todo es permiso (herencias del ’68); exaltación del hedonismo y el exhibicionismo más superficial; familia en cualquier forma (con las teorías “gender” inculcadas en las mentes de los niños y difundida por estúpidos pero “idiotas útiles” que se esconden entre los intelectuales, con la intención de luchar, en nombre del Estado, la guerra de las ideas e ideologías.

 

Saben bien lo que están haciendo: para ellos no valdrán las últimas palabras de Jesús en la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

 

 

 

 

La miseria de la disculpa

Barilla

Donde hay Barilla hay un hogar

Siempre me pareció muy extraño, muy raro por decir lo menos, esta manía de pedir disculpas.

¿Fórmula auto-absolutoria?  ¿Sacrificio expiatorio?  ¿Astuta búsqueda de consensos? ¿Rendición al “political correctness”?

De veras no sé.
Lo que muy a menudo he visto es que piden disculpa los que culpa no tienen. Pues la culpa es la responsabilidad personal de una acción que ha causado un daño.

En la Iglesia católica, -a diferencia de todas las otras iglesias y religiones, quizá  por una herencia de Jesús el Cristo que tomó sobre sí mismo todas las culpas, los pecados de los hombres-, en estos últimos tiempos unos Papas solían pedir disculpas al mundo por los acontecimientos pasados.

Sin embargo, está claro, es una forma simbólica, a seguir las huellas de Cristo, para aceptar, para hacerse cargo de los errores de los hijos de Dios.

Otro caso es lo de los políticos, que deberían y no lo hacen, y cuando lo hacen es una clara “captatio benevolentiae” (captación de benevolencia), recurso retorico a través del cual intentan atraerse la buena disposición del ciudadano-elector.

O como el caso que salió en Italia en estos días, lo que me ha empujado a escribir: el caso “Barilla”.

Guido Barilla, presidente y consejero delegado de la multinacional alimentaria italiana del mismo nombre (líder mundial en el mercado de la pasta seca), intervino en un programa de radio y contestando a las preguntas apremiantes de sus interlocutores que le preguntaron por qué no hace un comercial en familias homosexuales, primero les dijo que invierte su dinero como él quiere, y, a continuación, explicó que él nunca lo hará porque cree que la familia es sólo la natural, el marido, la esposa y los hijos.
Expresó la idea suya y de su empresa. No impuso nada.

(Por más de treinta años en la televisión han pasado comerciales de familia de este tipo que come pasta y galletas “Molino Blanco”, con dulce música de violines, y al final el logo Barilla con la cita “Donde hay Barilla hay un hogar”)

¡Todo se desató el infierno! ¡Nunca lo hubiera dicho!

Hay una premisa de hacer: un par de días antes la presidenta de la Cámara de Diputados, como Boldrini, ni decir izquierdista, -desde el momento en Italia es fácil y sin complicaciones-, había encontrado nada mejor que quejarse de que en los anuncios de comida siempre se ve a una mujer para servir en la mesa (¿?). Esta tontería ha excitado los cronistas (llamarlos periodistas sería demasiado), que se pusieron a buscar a Guido Barilla, para provocarlo y levantar revuelo.

Y así fue. Periódicos, revistas, talk-show, todos montando el caso por la supuesta discriminación, la actitud anti-gay, la incitación al odio y la violencia.

Entrevistando a personas en la calle que no van a comer más pasta Barilla; niños que dicen que les da asco la galleta Molino Blanco; alcaldes que quieren prohibir que se sirve pasta de esta marca en los comedores escolares.
Realmente no hay límites a la idiotez humana.

Al final, el “incauto” señor Barilla tuve, -lo han convencido, la razón de los negocios-, que retractarse, pedir disculpa.

Aquí el video de disculpa publicada en el sitio web de Barilla.

“En toda mi vida siempre he respetado todas las personas que conocí, incluso homosexuales y sus familias, sin distinción alguna.”
“Las numerosas reacciones en todo el mundo a mis palabras me golpearon e entristecieron y me hicieron darme cuenta de que tengo mucho que aprender sobre el debate sobre el desarrollo de la familia”
“En las próximas semanas Me comprometo a cumplir con los representantes de las asociaciones que representan la evolución de la familia, incluyendo a los que te han ofendido con mis palabras”

 Hay que mirarlo con mucha atención este video, porque es el testimonio más dramático de la catástrofe social, cultural y jurídica que estamos viviendo. (la Constitución Italiana: hay una sola familia, que es (art. 29) una “sociedad natural fundada en el matrimonio», cuyo objetivo es (art. 30) “mantener, instruir, educar a sus hijos”).

Guido Barilla, cara tensa, voz nerviosa, se ve obligado a disculpa humillante, en el modelo de los disidentes chinos. Es una vieja práctica maoísta, pero siempre vuelve buena. En la versión original, hay primero el trabajo forzado y las sesiones de reeducación, luego la autocrítica pública.

En este caso, la reeducación fue rápida: un bombardeo mediático desatado por el lobby gay y amplificado por los principales periódicos invitando al boicot de sus productos: en tan sólo unas pocas horas el capitán brillante de la industria transformado en los noticiarios de todo el mundo en uno de los peores criminales en circulación.

Comentan: “Es una persona encerrada, no tiene el ritmo de los tiempos”.

Decir que la familia está basada en el matrimonio entre el hombre y la mujer se ha convertido en un delito, “una entrada infeliz” en el mejor caso (véase el Corriere della Sera, el más “noble” periódico italiano).

Es la dictadura del pensamiento “correcto”. Es la forma totalitaria del pensamiento único: lo de “ellos”.

¡Y pensar que dicen que quieren preservar la diversidad!

¿Cómo se puede seguir manteniendo que los homosexuales son discriminados? Están en los periódicos y la televisión, mandan en el cine, llevan la voz cantante en la política, son fuertes incluso en la Iglesia.

Las mujeres con hijos son objeto de discriminación, no los gay. Ningún empleador te pregunta si eres gay, pero la gran mayoría quieren mujeres que no se casen y no tengan hijos.
Y nadie se sorprende por esto, nadie interviene.

Para mí la autocrítica por Guido Barilla es un documento escalofriante. Que al menos sirva para despertar unas conciencias.

El conformismo, la aquiescencia al “ritmo de los tiempos” es algo que no tiene fronteras.

Pobre Europa

adoctrinamiento

Apenas puedo creer lo que estoy leyendo.

Estamos al borde de un precipicio: no sabemos a dónde vamos a caer pero sí sabemos de dónde venimos.

 

La culpa es de nosotros.

Nosotros que hemos aceptado, culpablemente sin darnos cuenta, cuales fueron las primeras señales del despotismo del estado que, en nombre de una supuesta democracia comenzó, y continuó, a imponer decisiones que pertenecen sólo al individuo y a la familia.

Nosotros que hemos aceptado y sufrido una siempre más fuerte y opresiva expoliación fiscal; que hemos cambiado nuestra libertad, nuestra independencia, nuestros derechos por el plato de lentejas de prebendas y limosnas; que hemos vendido el futuro nuestro y de nuestros hijos para una paz y seguridad imaginaria, la del esclavo bajo su dueño.

 

Después de habernos impuesto lo que tenemos que comer; cuándo y cómo movernos en las ciudades, que nosotros mismos hemos construido; después de haber negado los placeres y los vicios que, como inquisición secular, se califican como delitos: el humo, la droga, las bebidas alcohólicas, el azúcar, la sal, y la lista crece cada día, que fueron excomulgados por el aumento de los impuestos o por la fuerza represiva de las leyes; después de los programas escolares establecidos y diseñados específicamente para una glorificación de inexistentes valores patrios y la creación de ciudadanos sumisos y obedientes, restando a la familia y a los padres la tarea fundamental de la educación de los hijos; después de haber cancelado progresivamente, destruido y aniquilado la institución de la familia que se identifica ahora con números (genitor 1, genitor 2, también 3 para “familias extensas” y distorsionadas), ahora el estado entra incluso en los cimientos de esta institución.

 

La oficina europea de la OMS (Organización Mundial de la Salud) lanza una guía, llamada Estándares de Educación Sexual, que tiene el efecto de destruir y corromper moralmente a niños y jóvenes.

Esta es Europa.

 

Les adjunto para la lectura y evaluación.
Y buena indignación, voy a esperar, a todos ustedes!

Cómo corromper a un menor y que parezca saludable
Alerta de HazteOir

Se llama Estándares de Educación Sexual en Europa y es una guía para Gobiernos, elaborada por la oficina europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), conjuntamente con la agencia del Gobierno alemán para la Educación de la Salud.

El documento ha empezado a llegar a los Ministerios de Educación y de Sanidad de toda Europa y resulta indistinguible de un compendio sobre la corrupción de menores, inspirado, eso sí, por los dogmas de la ideología de género.

Entre los conocimientos concretos que la guía recomienda transmitir a niños de 0 a 16 años, estos son algunos ejemplos, textualmente citados del documento:

  • De 0 a 4 años, la OMS prescribe el aprendizaje del «goce y el placer cuando tocamos nuestro propio cuerpo: la masturbación de la primera infancia».
  • De 0 a 4 años, es la edad idónea para «el descubrimiento del propio cuerpo y de los genitales».
  • A los 4 años, la OMS sostiene que nuestros hijos son aptos para «expresar necesidades, deseos y límites, por ejemplo en el contexto de jugando a los médicos».
  • De 4 a 6 años, nuetros hijos tienen que saber que la historia de la cigüeña como ave nodriza es un mito.
  • De 4 a 6 años, es una edad estupenda, según la Organización Mundial de la Salud, para «hablar de asuntos sexuales», explorar «relaciones del mismo sexo» y «consolidar la identidad de género».
  • De 6 a 9 años, los expertos de la OMS dicen que nuestros hijos están preparados para conocer y defender los «derechos sexuales de los niños y niñas».
  • De 9 a 12, y hasta los 15, deben conocer el fastidio de la maternidad imprevista. Lo dicen con esta perífrasis: «el impacto de la maternidad y la maternidad en adolescentes (es decir, de crianza de los hijos, la planificación familiar, proyecto de vida/estudios, la anticoncepción, al toma de decisiones y el cuidado en el caso de embarazos no deseados». Repárese en el rodeo que da la OMS para decir que antes de los 15, nuestros hijos ya están preparados para ser clientes de la industria del aborto.
  • De 9 a 15, es bueno que reciban información de dónde encontrar anticonceptivos y dónde practicarse un aborto.
  • De 9 a 15, es una edad clave, además, según la OMS, para enseñarles que la religión cristiana es un obstáculo para el placer y el goce de sus propios cuerpos: «Influencia de la edad, el género, la religión y la cultura» en la educación afectivo-sexual.
  • Los 15 años es el momento de «abrirse a los otros (admitir la homosexualidad, la bisexualidad y otras opciones)».
  • Los 15 es también la edad de conocer, además, «las relaciones sexuales comerciales (prostitución, pero también sexo a cambio de pequeños regalos, comidas/salidas nocturnas o pequeñas cantidades de dinero), la pornografía, la adicción al sexo».

Tan elocuentes como los contenidos concretos de la guía Estándares de Educación Sexual en Europa, elaborada por la OMS, son sus principios:

  • El principio de que los padres son una «fuente informal» de la educación, frente al Estado como «fuente formal», «científica» y fetén.
  • El principio de que la educación afectivo-sexual de los niños y niñas europeos debe planificarse con «una sensibilidad de género». Es decir, la naturaleza, los hechos, los datos, la responsabilidad de los padres… todo debe someterse a los dogmas de la «sensibilidad de género».
  • El principio de que la educación afectivo-sexual «empieza desde el nacimiento».
  • El principio de que la educación afectivo-sexual «debe tener un enfoque holístico». Todo es sexo, para la OMS.
  • El principio de que la educación afectivo-sexual sirve para el «empoderamiento individual y comunitario». Todo es política, para la OMS.
  • El principio de que lo que enseña la OMS es «científico» y «neutral» y lo que enseñan los padres hay que cogerlo con pinzas.

La guía tiene 83 páginas y las palabras «amor» y «responsabilidad» no aparecen o, si lo hacen, su peso y sentido es completamente irrelevante. No hablan nunca de esas cosas.
En cambio, la guía habla constantemente de «placer», «bienestar personal» e «instintos».
La Organización Mundial de la Salud es una agencia de Naciones Unidas.

Con la guía Estándares de Educación Sexual en Europa, este organismo pretende definir los principios y los contenidos básicos que los Estados deben desarrollar para educar sobre el afecto y el sexo a los niños y niñas europeos, según los prejuicios y los preceptos de la ideología de género.

Es un documento de una enorme influencia, al ir dirigido a los ministros de Sanidad y de Educación de Europa; un documento que ignora a los padres como responsables de la educación de nuestros hijos.

 

 

En el sitio de HazteOir encontraran también la carta de enviar para exigir a la directora de la oficina europea de la Organización Mundial de la Salud, doña Zsuzsanna Jakab, la retirada inmediata de la guía Estándares de Educación Sexual en Europa

Yo, ya la firmé.

 

Cancelado «padre» y «madre»

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En Francia, esta mañana se ha publicado en el Diario Oficial de la ley el decreto Taubira (del nombre del ministro de Justicia, la socialista Christiane Taubira, promotor de la ley) que legaliza el matrimonio y la adopción gay.

Los primeros efectos son que las palabras «padre» y «madre» se han canceladas y han sido modificadas en el libro de familia y el Código de Procedimiento Civil.

Ahora hay un campo blanco neutro para dar cuenta de las familias de dos padres o dos madres, y las palabras «el padre, la madre» se sustituyen por «uno de los padres».

Desafortunadamente hemos llegado donde ya sabíamos.

Volví a leer lo que había escrito sobre el tema que, como se han dado cuenta mis lectores, es para mí una cuestión de importancia fundamental.

En  ¿Mamá y papá? Definiciones de abandonar  había hablado, hace más de seis meses, en favor de la familia natural, sustento de cualquiera sociedad que quiera pensar en su futuro.

En  Familia e hijos en la posmodernidad intentaba de investigar como estaban cambiando estos conceptos y como una malentendida ley positiva me parecía la causa incitante y justificante de todas las libertades, las necesidades y los derechos se venían descubriendo.

En Pobre mundo, adonde hemos llegado expresaba mi desolación frente al mundo que estábamos construyendo.

En Matrimonio gay, el último que escribí sobre el tema atrayendo a más de una reprobación, hablaba de lo inevitable oponiéndome en nombre del derecho natural, consagrado en miles de años, y de la tradición judaico-cristiana expresada por la fe.

 

Si alguien quiere ir a través de este camino de reflexión, creo que pueda encontrar algunas respuestas “incorrectas” y fuera de los cánones tan en boga hoy en día.

 

 

Matrimonio gay

matrimonio gay

El asunto del matrimonio es un problema ético, no político.
Atribuirlo a la política, esperar que la política nos guie, nos indique el rumbo correcto, o ver en las indicaciones que surgen de ella -que son oportunistas, utilitaristas, dictadas por la conveniencia del momento y la supervivencia de unos- la manifestación de un sentido superior, quiere decir encargar nuestra conciencia a quienes no la tienen (o no la usan).

En esto estaba pensando cuando me puse a leer y reflexionar sobre el artículo, muy preciso y seguro aunque para mí no convincente, de Víctor H. Becerra, Matrimonio gay en Latinoamérica: tarde pero llegará.
Ahora bien, el artículo está alojado en el sitio web del Movimiento Libertario de México. Yo también soy libertario, aunque italiano y católico.

No podía dejar de pensar en la admonición de Kenneth Minogue (The Servile Mind: How Democracy Erodes the Moral Life): “Un pueblo que confía sus reglas morales a los gobiernos, por más que sea impecable su motivación, se vuelve dependiente y servil”.
Como problema ético el asunto del matrimonio es un problema individual, personal.

Que en todo el mundo los gobiernos se encuentren enfrentando el argumento del matrimonio entre personas del mismo sexo y que en alguna parte lo hayan resuelto aceptándolo, es una realidad que pero no dice nada más que los políticos están alzando las velas: van, como de costumbre, donde sopla el viento.

Lo indudable es que el viento sopla hacia allá. Pero que tarde o temprano llegaremos a aceptarlo, no quiere decir que sea lo más correcto.
Lo inevitable no es lo cierto.

Hemos, por lo menos yo hace mucho tiempo, dejado de creer que la historia tenga su espíritu (el Zeitgeist hegeliano) que nos lleva dialécticamente a un estado superior; que la historia requiera la perfección de la sociedad humana. La historia no tiene su conciencia: la historia es una secuencia de acontecimientos, y nada más. Es el hombre que tiene, o mejor debería tener, una conciencia como guia para el futuro.

Es otro mito de la modernidad que el progreso, como progresión en el tiempo, sea superación de etapas precedentes e inferiores: de aquí el hombre nuevo, libre de las vinculaciones y discriminaciones del pasado; el pasado mismo visto como oscurantismo es decir restricción y oposición a la difusión del conocimiento, de la verdad, de la supuesta libertad.

Creo sea oportuno aclarar unas cosas.
En mi opinión, el malentendido fundamental radica en la definición del matrimonio entre personas del mismo sexo como “derecho” y en su pretensión de incluir en la categoría de los “derechos” todas las reivindicaciones -por más que respetables y aceptables- de cualquier grupo social.

En primer lugar, el hecho de que los homosexuales (o algunos de ellos) consideran el matrimonio como un concepto completamente independiente de la identidad sexual no significa automáticamente que sea así en absoluto o para cualquier persona (público, instituciones, leyes).

Pero sobre todo es falso que la falta de acceso a la misma condición jurídica de los demás siempre conduzca a la discriminación.

Parece que los partidarios incondicionales del matrimonio entre personas del mismo sexo consideren su falta de reconocimiento como una violación de un derecho al igual que (por ejemplo) la privación del derecho de voto y otros derechos civiles y políticos.

Como negocio jurídico, del matrimonio derivan derechos y obligaciones. Pero en cualquier acuerdo existen también razones de discapacidad que les impide concluir a ciertos sujetos; sin tener que armar un escándalo por la intolerable desigualdad de trato.

No es correcto invocar el matrimonio como único amparo legal del familiar (propiedades, herencias, etcétera): hay otras formas; como única defensa del hecho (real) de quererse (no se puede reconocer el derecho al matrimonio para todos aquellos que se aman por el mero hecho de que se aman): por ejemplo, una mujer que ama a dos hombres, o viceversa; como justificación de las razones emocionales para la adopción de un niño por una pareja homosexual.

Y luego, ¿a dónde llegaremos?

En Canadá, los partidarios de la poligamia exultan, porque con la introducción del matrimonio homosexual no hay más las bases jurídicas para negar la poligamia que ya, aunque no legal, es aceptada.
Y, de veras, ¿porque no? Cuándo hemos rechazado, borrado que el matrimonio sea la unión de un hombre con una mujer.

Al final hemos introducido el concepto relativista que el matrimonio puede ser cualquier cosa nos guste en el momento, pues de esta manera se ha ampliado la aceptación de un modelo de inestable unión basada en el deseo cambiante de compañía

Confundimos los términos. El matrimonio es una cosa y la unión libre de dos personas es otra.

Nadie niega, creo, que cualquier persona puede vivir y estar con quien crea. Es parte de la libertad fundamental del individuo y no seré yo a rechazarlo.

¿Pero esto tiene que ver con el matrimonio? No hablo por supuesto del matrimonio religioso, sería obvio; sino también el matrimonio civil, regulado por el Estado, es algo completamente diferente.

El matrimonio, y su consecuencia la familia, no es una relación privada, es una institución social, tiene que ver con la responsabilidad que la sociedad tiene hacia las generaciones más jóvenes. La familia es confianza de la civilización a través del tiempo, su relación con el futuro.

La introducción del matrimonio gay no es una cuestión de terminología, sino una decisión que cambia la esfera social en su conjunto.

¿Debemos prepararnos para un nuevo orden social en el que cada tipo de relación sexual se puede transformar en matrimonio con la firma en un formulario?
¡Y se anuncia como un gran paso adelante para la libertad humana!

Esta ley hace insignificante a la historia de Adán y Eva y a toda la narración civil, política y literaria acerca de aquel momento de la conciencia humana que es la propagación de la especie.

Es una reforma autoritario-democrática disfrazada de progreso libertario, una regla que niega a los niños el derecho a ser criado por un hombre y una mujer o ser emocionalmente cuidados por las dos secciones de la humanidad, por las dos mitades del cielo.

Conecten todo esto de arriba y… tengan miedo.

No quisiera hablar de fe: por supuesto, si entramos en el proyecto religioso, no deberíamos haber discusión; pero también debemos recordar que nuestra fe, -además de ser la adhesión a los principios sagrados que cada cual puede o no aceptar-, es el gran legado, la fuerte herencia de la tradición judeo-cristiana que impregna nuestra cultura occidental, que se enraíza en nuestras tradiciones, que es el origen y la esencia de nuestra cultura.

Citando una grand lección  di Gilles Bernheim, Gran Rabino de Francia, retomada al final de su pontificado por Benedicto XVI (“Si no hay hombre ni mujer, entonces no hay ya ni siquiera la familia”):

«Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó» (Génesis 1:27). El relato bíblico funda en el acto creador la diferencia sexual. La polaridad masculino-femenino atraviesa todo lo que existe, de la arcilla a Dios. Es parte del dato primordial que guía su vocación – ser y actuar – del hombre y de la mujer. La dualidad de los sexos pertenece a la constitución antropológica de la humanidad.

Familia e hijos en la posmodernidad

adam and eve

Y crió Dios al hombre á su imagen, á imagen de Dios lo crió;
varón y hembra los crió. (Génesis 1:27)

“Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer,
y serán una sola carne” (Génesis 2:24)

 

Fue Simone de Beauvoir que dijo “mujer no se nace, se hace” (“On ne naît pas femme, on le devient”). En estas palabras hay el fundamento de lo que hoy en día se presenta como nueva filosofía de la sexualidad.

El sexo no es más un dato originario de la realidad, de la naturaleza que el hombre tiene que aceptar y llenar de sentido con su persona, sino un papel social que decidir autónomamente. La profunda equivocación de está teoría y de la revolución antropológica subyacente es evidente: el hombre deniega tener una naturaleza pre-constituida por su corporeidad, que define el ser humano. Negando la naturaleza es él mismo que se la crea.

Algo muy diferente de lo que aparece en el relato bíblico que destaca lo esencial de está dualidad.

 

Si nos paramos aquí, el discurso se atasca en un choque sobre los principios generales entre especialistas, sicólogos, antropólogos culturales, gente acostumbrada a tomar la realidad y a estudiarla despachurrada en una platina.

El tema fuerte es otro, y se encuentra en la reivindicación de la igualdad de los derechos. ¿Porqué una mujer cincuentona no puede tener un hijo si lo quiere? Y, al contrario, ¿porqué tener un hijo que no quiere? ¿Porqué una pareja gay no puede casarse y adoptar un niño, o hacer un hijo? También ellos, si lo quisieran, deberían hacerlo, ¿o no?

El chanchullo se pone en la interpretación de la libertad. La cuestión pero no es jurídica sino antropológica: la opinión, la voluntad de aplicar un modelo de programación (de gestión, computista) a toda la realidad.

¡Ay que recordar que la naturaleza sigue su curso! ¡Ay que hablar de naturaleza!
Si ustedes notan, hasta la palabra “naturaleza” con sus leyes, casi han desaparecido del vocabulario reemplazada con “medioambiente”, “entorno”, “hábitat”, “ecosistema”: salvo en los documentales de la BBC o de Discovery Channel.

 

En México no se habla mucho de la familia gay, de la adopción gay.
Lo que es un problema a la orden del día en Europa, aquí no está percibido. Quizá el machismo ranchero y revolucionario más que esconderlo quiere olvidarlo.
Por lo común en los discursos familiares o de amigos no existe. Por pavor, por timidez, por cobardía, por indiferencia y no sé que otro, no se habla de esto.

Pero algo se mueve: el año pasado la resolución emitida por el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), cuyo tema de fondo tiene que ver con la violación al principio de igualdad y no discriminación, permitió, mediante un amparo, las uniones entre parejas del mismo sexo.

Esto fue en Oaxaca en donde el artículo 143 del Código Civil define el matrimonio como la unión entre un solo hombre y una sola mujer para perpetuar la especie y proporcionar ayuda mutua en la vida.

No obstante, la resolución de la Corte abre la puerta “para lograr que el matrimonio sea igualitario en todo México”.

 

Pero el problema hay, existe. No sólo por motivos religiosos.

El mismo Benedetto XVI cuando habla sobre el matrimonio, y lo hace bastante a menudo, lo hace refiriéndose a la naturaleza del hombre y de la mujer, a la “sacralidad” de la vida: “defender la institución del matrimonio como realidad social es, al final, una cuestión de justicia, ya que implica la tutela del bien de toda la comunidad humana, y los derechos de los padres y de los niños”.

Todas las sociedades humanas siempre han estado preocupadas acerca de cómo los hombres y las mujeres están juntas y tienen hijos. La familia no es una relación privada, es una institución social, es la responsabilidad que la sociedad tiene hacia las generaciones futuras. La familia es la confianza de la civilización a través del tiempo, es la relación con el futuro.

El matrimonio es algo diferente de la satisfacción del deseo voluble de compañía de un adulto.

 

Una sociedad puede escapar a su propia destrucción sólo si se basa en ciertos principios de «sentido común», aceptados por todos.
Estos incluyen la idea que matar y robar son comportamientos criminales; que la pedofilia y el incesto son inmorales, y que la noción de que un niño es tal ya que tiene una madre y un padre, y que el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer.

Una sociedad es verdaderamente tal porque respeta estos principios compartidos, que, pero al mismo tiempo, forman el fondo de la ética en la que la propia convivencia se basa.

La introducción del matrimonio gay, y lo que sigue como la requerida adopción de niños, no es una cuestión de terminología, sino una decisión que cambia la esfera social en su conjunto.

¿Debemos prepararnos para un nuevo orden social en el que cada tipo de relación sexual se puede transformar en matrimonio con una firma puesta en la línea justa, como requiere una ley del estado?

 

Cuando, como ahora, estamos perdiendo la recta concepción de la persona humana, no hay más un criterio para evaluar lo bueno y lo malo. Cuando el criterio dominante es la opinión pública o, peor, el estado expresado por una anónima mayoría, entonces es difícil oponerse.
¿Por qué decir que no a las diversas formas de convivencia, alternativas a la familia? ¿Por qué decir no al incesto, mientras hay el caso de Inglaterra, donde el hermano y la hermana viven juntos, tienen hijos y se aman?
Hoy nos escandalizamos, pero si va a caer el criterio ético de la naturaleza humana será siempre más difícil decir que no.

 

Es muy correcto y atinado lo que encontré en ContraPeso.info por Eduardo García Gaspar: “Lo lamentable es, en nuestros tiempos, que ante tales diferencias de opinión, sea el gobierno quien termine siendo la autoridad moral de última instancia. Nada bueno puede salir de eso”: cuando el estado llega en la casa o, mejor, en la cama de los individuos.

 

 

Cuentos y Abuelos

abuelos

Nunca he conocido a mis abuelos o, como dicen aquí, abuelitos.

Pues no. Conocí a mi abuela paterna, pero mi recuerdo es tan confuso y débil que no puedo hablar de conocimiento. Veo, todavía ahora, su cara de vieja y bonita mujer: tenía un lunar en su mejilla izquierda que yo le pellizcaba con mis deditos de niño.
Luego un día, -estábamos afuera en el campo cerca del pueblito en donde mi mamá, que era maestra, enseñaba, evacuados de la ciudad para evitar los peligros de los bombardeos-, mi papá regresó de Venecia y nos dijo “Murió hoy, en la tarde”.
Me acuerdo de mi mamá que no dijo nada, solo un suspiro; mi papá miraba fijo un lugar lejano, en el horizonte.

Los papás de mi mamá, de ellos tengo solo una fotografía amarillenta en color sepia como se hacían en el principio del novecientos, murieron jóvenes: mi mamá se quedó huérfana a los quince anos y era la primera de cinco hermanos. Vivían en la Calabria, sur de Italia. No sé más.

Los de mi papá, como ya entendieron, vivían en Venecia. Mi abuelo, lo que me  dijo mi papá las raras veces que hablaba de el, mejor sería decir las raras veces que hablaba, era un hombre fuerte y bueno de corazón. Trabajaba como estibador en el puerto, cuando los barcos llegaban… cuando no, trabajos ocasionales, de fortuna. Me acuerdo esto que me decía mi papá: un día saliendo a buscar trabajo, regresó a la casa a comer con un señor que había encontrado que buscaba, sin éxito como el, un trabajo. Aquel día la sopa se aguó un poco de mas.

Era tiempo de pobreza en la Italia en aquello años de los primeros del novecientos…

También mi papá no era rico, aunque los años eran diferentes: estábamos en la posguerra y todos tenían ilusiones y aspiraciones. De estas salió lo que llamaron “el milagro italiano”: el camino hacia el bienestar, la riqueza.

No hablaba mucho pero tenía muchos recuerdos de su vida, de el hambre de su niñez, de su juventud cuando actuaba en teatro, de los libros que estaban en el librero, subrayados, apostillados, rasgados para llevarse a leer solo unas paginas, devorados.

Me interesaban sus recuerdos, que a mis orejas se hacían cuentos, fábulas.

Sí, los cuentos.
Ahora no hay más abuelos o papás que les leen a los niños cuentos. Se perdió esta forma, la más simple e inmediata, de educación: y de veras no es la única enseñanza que hemos perdido: ¡qué lástima!
Los abuelos, los papás ya no tienen tiempo: trabajo, viajes, cafecitos en el Cucurumbé…

El acostumbre de leer o de decir cuentos era una de las cosas que hacían más “hogar”, que creaban el sentimiento de la familia, como el mantel en la mesa, el comer todos juntos sirviendo el plato según una jerarquía establecida y respetada: primeros el abuelo y el papá, última la ama de casa, la mamá.

Nosotros, los niños, comiendo sin hablar, escuchando callados las raras palabras que entrelazaban la mesa.

Y luego a la cama, los cuentos, los sueños.
Sueños que frecuentemente eran agitados y sudados.
El hecho era que los cuentos, los de los hermanos Grimm, de Perrault, de Andersen, de Collodi, y antes de Esopo y Fedro, eran instructivos porque enseñaban, en forma alegórica, la realidad de la vida, la crueldad de la vida. La vida como era, como es.

Los cuentos son para niños sólo en el sentido que es mejor vacunar el más antes posible las criaturas humanas contra la engañosa confianza que el mundo sea poblado sólo de ovejitas mansas y no también de famélicos lobos, sólo de buenas hadas y no también de malos ogros.

Endulzar los cuentos es un doble error: engañar a los chiquillos y alejarlos de un género posiblemente provechoso como instrumento pedagógico.

Los niños comunes, por lo menos en mis tiempos, diligentes torturadores de moscas y de lagartijas, prefieren decididamente los cuentos horrorosos y escabrosos, y están cargados de razón.
Tenemos que darles, estos cuentos: les sirven ahora y, más adelante, cuando de adultos volverán a leerlos.

Por ejemplo la conocida fábula de Perrault “la bella durmiente del bosque”, ahora la hacen terminar cuando empieza lo mejor: casándose con el príncipe, la ex durmiente se encuentra con una suegra ogresa que quiere comerla junto a los nietecitos y es sólo por poco si el plan no se cumple.

El significado psicológico y la razón mayéutica de los cuentos, lo que ahora papas y abuelos estamos ignorando por una malentendida forma de amoroso cuidado a los niños y de indulgencia conformista a las modernas reglas de “lo correcto”, tiene a que ver con la ayuda que ofrece en el delicado período del crecimiento del individuo.

El cuento  evoca situaciones que permiten al niño de elaborar las dificultades que tiene que enfrentar en curso de su vida: es la resolución  catártica de los problemas  del niño creciendo.

Todavía no había nacido la moderna psicología infantil; el doctor Spock con su pedagogía del todo permitido y ¡ay de ponerle miedo!; el Walt Disney con sus dibujos animados todo miel y azúcar, con las reglas del “desenlace feliz”.

Todo se resuelve en paz y armonía entre cantos y bailes.

Pero no es así que se compone la vida.

 

 

No hay más el pollo de antaño


Me gustaba mucho comer el pollo.
Como todos los niños de mi generación el pollo lo comía solo el domingo: era una comida de lujo.
Mirando por atras con los ojos de hoy, aquel pollo era verdaderamente un lujo pues era de corral, y no por una elección comercial o gastronómica sino porque en aquel tiempo solo habían pollos criados en el campo.
El pollo que se comía en la casa salía de la pollera del abuelo que estaba llena de gallinas y cada mañana nosotros los niños teníamos el huevo fresco, recíen hecho: también esto era un lujo del cual no me daba cuenta.
La mamá servía la mesa con el pollo asado con papas, le quitaba el muslo y lo entregaba al abuelo, el otro a mi papá; para mi muchas papas y una alita, luego podía hinchar los dientes en los huesitos buscando pedacitos de pulpa.
Me incantaba el pollo del domingo, la costra crujiente, el “bocado de rey”.
Luego los pollos empezaron a tener otro sabor, antes de pez y luego un sabor neutro: no había mas la pollera del abuelo y yo comía otros platillos.
Hoy en día, cada tanto, como pollo pero siempre me quedo decepcionado. Tal vez sea el recuerdo del aquel sabor: no hay más el pollo de antaño…
Stefano Bonilli 2012
Es un pasaje que encontré de un gourmet muy conocido en Italia. En cierto sentido tiene la misma visión de la cocina que yo: habla a menudo de lo que era el mundo antes, del campo, de la mesa en la casa de la mamá, de la tradición y del respeto.
De todo lo que desapareció. Y no solo el pollo.
La sottile linea d'ombra

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