Cuentos y Abuelos


abuelos

Nunca he conocido a mis abuelos o, como dicen aquí, abuelitos.

Pues no. Conocí a mi abuela paterna, pero mi recuerdo es tan confuso y débil que no puedo hablar de conocimiento. Veo, todavía ahora, su cara de vieja y bonita mujer: tenía un lunar en su mejilla izquierda que yo le pellizcaba con mis deditos de niño.
Luego un día, -estábamos afuera en el campo cerca del pueblito en donde mi mamá, que era maestra, enseñaba, evacuados de la ciudad para evitar los peligros de los bombardeos-, mi papá regresó de Venecia y nos dijo “Murió hoy, en la tarde”.
Me acuerdo de mi mamá que no dijo nada, solo un suspiro; mi papá miraba fijo un lugar lejano, en el horizonte.

Los papás de mi mamá, de ellos tengo solo una fotografía amarillenta en color sepia como se hacían en el principio del novecientos, murieron jóvenes: mi mamá se quedó huérfana a los quince anos y era la primera de cinco hermanos. Vivían en la Calabria, sur de Italia. No sé más.

Los de mi papá, como ya entendieron, vivían en Venecia. Mi abuelo, lo que me  dijo mi papá las raras veces que hablaba de el, mejor sería decir las raras veces que hablaba, era un hombre fuerte y bueno de corazón. Trabajaba como estibador en el puerto, cuando los barcos llegaban… cuando no, trabajos ocasionales, de fortuna. Me acuerdo esto que me decía mi papá: un día saliendo a buscar trabajo, regresó a la casa a comer con un señor que había encontrado que buscaba, sin éxito como el, un trabajo. Aquel día la sopa se aguó un poco de mas.

Era tiempo de pobreza en la Italia en aquello años de los primeros del novecientos…

También mi papá no era rico, aunque los años eran diferentes: estábamos en la posguerra y todos tenían ilusiones y aspiraciones. De estas salió lo que llamaron “el milagro italiano”: el camino hacia el bienestar, la riqueza.

No hablaba mucho pero tenía muchos recuerdos de su vida, de el hambre de su niñez, de su juventud cuando actuaba en teatro, de los libros que estaban en el librero, subrayados, apostillados, rasgados para llevarse a leer solo unas paginas, devorados.

Me interesaban sus recuerdos, que a mis orejas se hacían cuentos, fábulas.

Sí, los cuentos.
Ahora no hay más abuelos o papás que les leen a los niños cuentos. Se perdió esta forma, la más simple e inmediata, de educación: y de veras no es la única enseñanza que hemos perdido: ¡qué lástima!
Los abuelos, los papás ya no tienen tiempo: trabajo, viajes, cafecitos en el Cucurumbé…

El acostumbre de leer o de decir cuentos era una de las cosas que hacían más “hogar”, que creaban el sentimiento de la familia, como el mantel en la mesa, el comer todos juntos sirviendo el plato según una jerarquía establecida y respetada: primeros el abuelo y el papá, última la ama de casa, la mamá.

Nosotros, los niños, comiendo sin hablar, escuchando callados las raras palabras que entrelazaban la mesa.

Y luego a la cama, los cuentos, los sueños.
Sueños que frecuentemente eran agitados y sudados.
El hecho era que los cuentos, los de los hermanos Grimm, de Perrault, de Andersen, de Collodi, y antes de Esopo y Fedro, eran instructivos porque enseñaban, en forma alegórica, la realidad de la vida, la crueldad de la vida. La vida como era, como es.

Los cuentos son para niños sólo en el sentido que es mejor vacunar el más antes posible las criaturas humanas contra la engañosa confianza que el mundo sea poblado sólo de ovejitas mansas y no también de famélicos lobos, sólo de buenas hadas y no también de malos ogros.

Endulzar los cuentos es un doble error: engañar a los chiquillos y alejarlos de un género posiblemente provechoso como instrumento pedagógico.

Los niños comunes, por lo menos en mis tiempos, diligentes torturadores de moscas y de lagartijas, prefieren decididamente los cuentos horrorosos y escabrosos, y están cargados de razón.
Tenemos que darles, estos cuentos: les sirven ahora y, más adelante, cuando de adultos volverán a leerlos.

Por ejemplo la conocida fábula de Perrault “la bella durmiente del bosque”, ahora la hacen terminar cuando empieza lo mejor: casándose con el príncipe, la ex durmiente se encuentra con una suegra ogresa que quiere comerla junto a los nietecitos y es sólo por poco si el plan no se cumple.

El significado psicológico y la razón mayéutica de los cuentos, lo que ahora papas y abuelos estamos ignorando por una malentendida forma de amoroso cuidado a los niños y de indulgencia conformista a las modernas reglas de “lo correcto”, tiene a que ver con la ayuda que ofrece en el delicado período del crecimiento del individuo.

El cuento  evoca situaciones que permiten al niño de elaborar las dificultades que tiene que enfrentar en curso de su vida: es la resolución  catártica de los problemas  del niño creciendo.

Todavía no había nacido la moderna psicología infantil; el doctor Spock con su pedagogía del todo permitido y ¡ay de ponerle miedo!; el Walt Disney con sus dibujos animados todo miel y azúcar, con las reglas del “desenlace feliz”.

Todo se resuelve en paz y armonía entre cantos y bailes.

Pero no es así que se compone la vida.

 

 

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Breviarium

si qua virtus et si qua laus

La sottile linea d'ombra

Hunting the light - arte e poesia

cooperatoresveritatis.wordpress.com/

Mi è stata data una spina nella carne (2Cor 12,7)

MerryBoosters

Tips and Tricks for smarter Baking and Cooking.

start.me Blog

Get informed and inspired by your personal start page

Inchiostronero

leggere, comprendere, sfogliare, osservare

Jerónimo Alayón

Lingüista y filólogo. Escritor. Profesor universitario.

The Italian Conservative

Blog conservatore per il libero mercato

Blog kulinarny - NOMART.PL

Nomart Artur Nowicki - Wyroby domowe