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Eco-globalismo nueva religión del siglo

El ecologismo es una enorme ideología ya planetaria o, incluso, una nueva gran religión sin dogmas y centrada en la colaboración de todos para la salvaguardia del medio ambiente, de la que se espera una inminente catástrofe.

La pesadilla, sin embargo, no es esto de la supuesta inminente catástrofe, sino que es el ecologismo mismo que desemboca en un nuevo orden mundial fuertemente fiscal, centralizado, despótico y mantenido unido por el pegante del ecologismo como nueva religión civil. Quieren limitar nuestra libertad porque creen que saben lo que es mejor para nosotros. No están interesados en el clima. Se aprovechan instrumentalmente de la emergencia climática con el objetivo principal de limitar nuestra libertad. Así que lo que está en peligro es la libertad, no el clima

La nueva religión ecologista ya ha silenciado la razón, inhibiendo las capacidades críticas. Se puede conceder la irracionalidad, la falacia y el dogmatismo, porque desde hace tiempo han renunciado a la razón, al sentido de la realidad y al valor de la verdad.

El dogmatismo más evidente en la ecología actual es que el calentamiento global sería producido por el hombre. La ciencia no apoya en absoluto esta ideología, pero el poder mundial ha decidido que así todos deben creer.

Las falsedades de la falsa religión ecologista son muchas y deben ser disipadas. Se refieren a la supuesta agotabilidad de las fuentes de energía no renovables; a la idea de que la agenda verde es económicamente ligera; a la idea de que la sostenibilidad es un criterio objetivo; a la predicción de que la natalidad es un mal para el planeta; a la evaluación de que el “verde”es más barato y, por tanto, está al alcance de todos; a la idea de que las tecnologías renovables no son contaminantes; a la convicción de que la especulación financiera es ajena al mundo verde…

Pero, además de disipar las falsedades, hay que cuestionar también el marco teórico de fondo en el que se basa el ecologismo, su visión del hombre en relación con la naturaleza, su concepto mismo de naturaleza, su visión panteísta de la misma.

Por eso es muy preocupante que la Iglesia católica colabore en el proyecto ecologista, que contrasta abiertamente con la visión católica de la creación del mundo por parte de Dios, de su finalismo y del hombre mismo.

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35)

El islamismo y la secularización de la política, o más bien el islamismo como religión política.

Estaba leyendo un artículo sobre una mujer franco-marroquí, Zineb El Rhazoui, árabe por parte de su padre, intelectual francesa, licenciada en sociología de las religiones, profesora de árabe clásico y metodología de la escritura, que por sus ideas, proclamadas en voz alta y en contra de todo radicalismo y fanatismo, se ve obligada a vivir con una escolta de seis hombres armados y a no dormir nunca dos noches en el mismo lugar.

 

Para Zineb El Rhazoui, el único superviviente de la masacre de la redacción de Charlie Hebdo (7 de enero de 2015), el infierno no es sólo el que cuenta en su libro «Zineb raconte l’enfer du 13 novembre». (Ring éditions) – libro que recoge los testimonios de las víctimas de los atentados del 13 de noviembre 2015 en París.

El infierno es también lo que experimenta cada día. Desde entonces, Zineb ha sido amenazada de muerte, y en la red hay incluso un mapa, con geolocalización relativa, de los lugares habitualmente frecuentados y consejos sobre cómo asesinar al periodista «apóstata» e «impío», «prostituta».

 

Citando a Georges Orwell («La ignorancia es el terreno fértil sobre el que florece la dictadura»), Zineb El Rhazoui habla de la estrategia de expansión del fascismo islámico en Occidente y de cómo los islamistas están transformando a los verdaderos demócratas en sus propios aliados en el camino hacia la creación de una enorme Ummah.

 

 

Y aquí me detengo y los dejo con sus consideraciones.

 

Pero hablando de esta heroína no puedo sino conectarme con un concepto fundamental de la cultura occidental, de la cultura judía cristiana, en oposición a la cultura islámica estatal-religiosa.

La tesis central es que la libertad y el Estado de derecho moderno son el resultado de un dualismo de normas que tiene raíces muy lejanas.

En efecto, la civilización occidental ha podido desarrollarse porque, y en la medida en que, la distinción entre la esfera de lo sagrado y la esfera de poder ha permitido no sólo el crecimiento de un dualismo institucional entre el Estado y la Iglesia, que ha hecho posible la secularización de la política, sino también el desarrollo de un doble plan de normas contrapuestas, de normas morales y de normas positivas, y de dos foros diferentes de juicio sobre las acciones de los hombres: como pecado o como crimen, como desobediencia a la ley moral, el pecado y como desobediencia a la ley positiva del Estado, el crimen.

Esta doble pertenencia del hombre occidental lo hace inclinarse de alguna manera hacia un camino de libertad con respecto a otras civilizaciones que aparecían sobre la faz de la tierra, donde la relación de pertenencia era, por así decirlo, total, política y sagrada al mismo tiempo. Lo que

Esta es la razón fundamental por la que los derechos constitucionales y el mercado (que no se reduce al simple intercambio de bienes, sino que implica el tema de la confianza) se han desarrollado sólo en Occidente.

Esto ha ocurrido precisamente porque, en esencia, sólo en Occidente ha habido el dualismo básico de que el hombre nunca ha pertenecido enteramente a una sola obediencia, a un solo sistema de reglas, sino que siempre está en un estado de tensión entre diferentes sistemas legales, diferentes autoridades, diferentes poderes.

 

En total contraste con los que creen y difunden la idea de un sometimiento del Estado a la Iglesia Catolica.

 

 

Hay que decir que la expresión «religión política» que tan bien se encaja al Islam fue acuñada por el sociólogo y politólogo alemán Eric Voegelin, que, de hecho, no se refería al Islam sino al nazismo de Hitler, tratando de señalar cómo a través de un conjunto de características comunes, ciertas ideologías totalitarias se transformaban prácticamente en religiones.

A Voegelin le sorprendía comprobar cómo la ideología nazi, en su recurrencia a una ritualización, su adoración al líder y la cohesión grupal de las masas que aceptaban acríticamente los principios dogmáticos y las prácticas de la doctrina nazi, actuaba como una religión que convertía a quienes no eran en realidad sino meros seguidores de una ideología política en verdaderos creyentes, algo que explicaba en parte la rápida fanatización de las masas y la aceptación mayoritaria de un ideario racista, belicista y antihumanista.

 

 

Estas consideraciones me salieron a la mente después de leer el texto de la conferencia dada por Paolo Prodi en 2005: «Entre el derecho y la conciencia. Transformaciones de la obediencia de la Edad Media a la Edad Moderna».

 

 

Fuego lento

Consideraciones sobre un incendio, en Francia, en París.

gargoyles-notre-dame-cathedral

Publicado en Italia por Berlicche

He leído que la catedral de Notre Dame era el icono que simbolizaba la belleza y la historia de París.

Estaba escrito por uno de los periódicos más secularistas y anticatólicos del mundo, que ayer mismo utilizaba «la Edad Media» como sinónimo de oscuridad, atraso y cierre mental.

Esas llamas que todos hemos visto estaban saliendo de un lugar nacido en ese período oscuro, de esa misma fe tan a menudo ridiculizada.

¿Quién reconstruirá Notre Dame? ¿Un pueblo que ya no cree en lo que fue construido para contener? No podrán hacerlo, incluso si lo replican con la precisión de la tecnología más avanzada. Tal vez lo conviertan en un museo, porque el turista trae dinero. Una buena inversión, incluso a largo plazo.

¿Quién sabe? He visto catedrales en el desierto, en Francia. Sólo que el desierto no estaba fuera, sino dentro. Vacío de fieles, sólo los turistas aburridos asomándose distraídos a las ventanas. Conchas góticas.

Mucho más de lo que una catedral se ha quemado en los últimos años. La fe de un pueblo se ha consumido lentamente, se ha convertido en humo, cenizas y las cenizas se han enfriado. Una catástrofe silenciosa, una devastación ignorada pero mucho mayor que cualquier incendio porque no afectó lo que se hizo, sino quién lo hizo. Desolada ruina. Las llamas que carbonizaron Notre Dame son sólo destellos pálidos comparados con el infierno que consume almas.

Las catedrales son una señal. La belleza es el vínculo entre el presente y lo eterno, por lo que el presente es un signo de lo eterno y el principio de lo eterno, y su experiencia, de la cual comienza el gusto por la vida verdadera. Esta es la verdadera razón por la que el arte de hoy es feo e insípido: porque ha perdido la eternidad.

De aquí medimos la fe de un pueblo, su fuerza, su juventud: si construyen catedrales. Hecho de piedras, sonidos, imágenes, palabras o cualquier material real o imaginario.

Comprenderemos si Nuestra Señora, Nuestra Señora, seguirá siendo la Reina de París, si todavía se inclina para salvarla, si lo que se reconstituye es una catedral.

Y no un museo.

 

 

 

El resultado del referéndum irlandés sobre el aborto es una trágico error para Irlanda, pero aún más una derrota para la Iglesia

Irlanda pro aborto

No es casualidad que en Corea la edad de una persona no se calcule desde el nacimiento, sino desde la concepción.

 

El viernes 25 de mayo, Irlanda ha votado, en un referéndum sobre la interrupción voluntaria del embarazo, para derogar la octava enmienda de la Constitución, que equipara el «derecho a la vida del feto» con el «derecho a la vida de la madre»: el resultado es el reconocimiento legal del aborto.

Irlanda es el último país en votar a favor: en Italia, la interrupción voluntaria del embarazo se hizo legal en virtud de la Ley 174 de 1978.

La Ley 194 tiene dos sujetos (la mujer y el médico), un objeto (el niño) y un gran ausente: el huésped de piedra de 194 es el padre. Es un hecho muy grave, pero no nos sorprende. De hecho, esta ley es hija de la revolución de 1968, que fue un movimiento de rechazo de la figura del padre como símbolo de autoridad. Pero si uno elimina al padre, también elimina la ley moral y religiosa de la sociedad.

 

No tengo intención de exponer mis ideas al respecto, porque, si no es la fe la que nos guía, es un hecho personal y cada uno debe ser responsable de sus elecciones.

Sin embargo, no puedo dejar de decir que la aprobación de una ley de aborto mata a una nación y a un pueblo, porque los hace ir en contra de la naturaleza en el punto más delicado e importante, los educa a pensar que lo que es legal también es bueno, acostumbrándolos a no distinguir más entre verdugo y víctima.

Se viola el bien supremo: la vida. Se comete un asesinato contra los inocentes por excelencia. La ley natural es revocada: en lugar de proteger, la madre mata. Y así pasamos del crimen a la ley. En resumen, el aborto es el peor mal moral de nuestro tiempo.

 

Un poco de números:

– El aborto es la principal causa de muerte en el mundo: 45 – 50 millones (legales) por año según la OMS (Organización Mundial de la Salud)

– enfermedades cardiovasculares 18 millones /año

– tumores 8 millones / año

 

Al aceptar la modernidad por razones pastorales (ecumenismo, aceptación y apertura a todos), la Iglesia acaba aceptando su doctrina (banalidad, diversión, infantilización, relativismo).

 

En el caso del referéndum irlandés, la Iglesia Toda brilló con afasia y ausencia.

Ninguna movilización, ninguna intervención de Roma, ninguna ayuda de los episcopados europeos, pero ha sido el último país de nuestro continente que ha resistido hasta ahora a la muerte del Estado.

Es ante los ojos de todos, además, que la Iglesia ha dejado desde hace mucho tiempo de luchar por la vida y de movilizar sistemáticamente las conciencias contra el aborto. Esto significa que las categorías intelectuales de la modernidad han penetrado profundamente incluso dentro de ella y la han hecho mundanamente inofensiva.

Son muchos, demasiados, los católicos -incluidos cardenales, obispos, curas- que traicionan el Catecismo y el Magisterio con aperturas desconcertantes sobre los anticonceptivos, el aborto, la eutanasia y las uniones homosexuales.

Y tenemos que recordar cómo empezó todo en 1968 con la protesta de tantos teólogos contra la encíclica «Humanae Vitae» del papa Pablo VI.

 

La cultura de la muerte gana no sólo porque algunos católicos traicionan la verdad en el campo de la moral. Gana porque millones de católicos, que en el plano doctrinal se dicen fieles al catecismo, en el plano de la teología y de la visión de la historia, y por lo tanto en el plano psicológico, son prisioneros de la dictadura del relativismo.

Tantos católicos aceptan en silencio la tesis de la supuesta «irreversibilidad» de las «conquistas» revolucionarias. Piensan que «ya no podemos volver atrás» porque ciertos procesos son irreversibles.

 

Al final permítanme repetir lo que ya había puesto en otro artículo, Frutos del relativismo, la ventana de Overton:

Y nosotros que creemos que esta “superación” es el fruto de nuestro crecimiento interior, de un juicio maduro y de una mayor libertad.

En cambio, es la sumisión, a veces inconsciente -más a menudo aceptada por incultura, ignavia, miedo-, a una lógica concebida e impuesta por un círculo restringido de personas y poderes con el objetivo preciso de desintegrar los lazos más sagrados, que las tradiciones culturales han ido insertando a lo largo de los siglos en toda la humanidad, con el objetivo, obvio u oculto, de usurpar poder y riqueza.

Volviendo al título de estas consideraciones, éste es el resultado verdadero y desolador del relativismo.
Si nada es seguro, nada es cierto, si ya no hay raíces sobre las que basar la existencia de los hombres, de los pueblos, de las civilizaciones, es fácil erradicar las creencias, los valores, las tradiciones y después de esto no quedará nada, el desierto de las almas y un destino desconocido.

 

 

La fe en el tiempo de las redes sociales

ostia comunione

Desaparecido el sentido del pecado, olvidado el proyecto de Dios sobre el matrimonio, abolido las palabras juicio e infierno: los resultados son confesionales vacíos y filas oceánicas para la comunión.
Rino Camilleri 2014

 

El número de personas que confiesan ha sido una flecha hacia abajo durante cincuenta años.

A pesar de que estoy un poco afuera de la raya, me corresponde señalar que la decadencia comienza inmediatamente después del Concilio Vaticano II, aunque me guardo bien de no cargar toda la culpa al espíritu desacralizador y trivilizante de aquel lejano asentamiento.

 

Los padres conciliares siguieron las tendencias ya en marcha, en primer lugar el igualitarismo religioso al estilo protestante, el orgullo de querer bajar a Dios a su propio nivel y el deseo de deshacerse de los sacerdotes (desintermediación, para usar una palabra actual).

Para responder a las exigencias de los tiempos cambiantes, la Iglesia acortaba el ayuno eucarístico en una hora, permitía comulgarse de pie (siempre antes había que arrodillarse ante la balaustrada alrededor del altar, porque el sacerdote celebraba de espaldas a los fieles) y luego también en la mano.

Ya la misa a veces es una ceremonia de estadio, o una representación teatral con músicos y cantantes; las iglesias mismas son más parecida a un estadio que a un lugar de recogimiento y de contrición con sacerdotes (pero también hombres y mujeres)  esparcidos por las escaleras llenas de gente y con la intención de distribuir hostias a cualquiera que tendiera sus manos.

Recuerdo que cuando todavía era estudiante de bachillerato en Italia, el profesor de religión (entonces se usaba), un padre jesuita, (hubo buenos en aquella época) lanzó contra los que se quejaban de iglesias demasiado vacías: “Demasiado llenas están, demasiados llenas de fieles sin fe!”

Estaba de acuerdo con él.

 

La crisis de los confesionales se asemeja a la crisis de los quioscos, librerías, tiendas de discos, agencias de viajes, partidos políticos: Internet sugiere que es posible llegar directamente a la información y a las cosas; la auto-absolución que es posible llegar a Dios directamente.

Hablo de auto-absolución porque si las confesiones se han derrumbado, las comuniones se han elevado. Las filas para recibir a la hostia son cada vez más largas, por lo que los fieles son todos impecables, o, más probablemente, las faltas son lavadas en la casa, en privado, en el terco cerrado de su conciencia o, quizás, de la pantalla. O quizás no hay más faltas…

“El cristiano moderno” escribió Nicolás Gómez Dávila “no pide a Dios que le perdone, pero que admite que el pecado no existe”.

 

Por esta razón, los confesionales están vacíos. Sin embargo, la confesión es fundamental para la vida de los cristianos.

Lo dice también el catecismo, pero quién hace más caso al catecismo. También estaría escrito en el Nuevo Testamento («Quien come pan o bebe la copa del Señor de una manera indigna, será el culpable del cuerpo y de la sangre del Señor»), ¿pero quién más escucha a san Pablo?

Ecumenismo, subjetivismo, relativismo, son los signos de nuestros tiempos.
Dios ha muerto, no existe culpa y pecado, no hay ningún juicio; no hay infierno y por ende ni siquiera el paraíso.

 

¡Qué tan lejos estamos del angustioso asunto en Ivan Karamazov de Dostoevsky: si Dios no existe, todo está permitido…
¿Qué sentido tiene la vida moral de los individuos si no hay un criterio superior de justicia?

 

 

Estas consideraciones surgen de una larga serie de reflexiones sobre la religión y la fe; de muchas lecturas, de algunos recuerdos que, sin embargo, al menos hasta ahora no me han permitido volver a encontrar el camino, mi camino.

Sigilosamente, dentro de mí, recuerdo y agradezco a todos aquellos que con sus palabras, sus escritos me han ayudado, o tal vez perdido, en este viaje.

 

 

 

La Religión del Estado

religione di stato

 

Qué extraño es el hecho de que muchos de los que adoran al Estado (estatistas, políticos, burócratas entre otros) se llaman a menudo ateos…

No aceptan por orgullo o ignorancia o las dos cosas juntas, la presencia de una entidad sobrenatural y trascendente (que de hecho les deja libres de toda elección e independientes, obligados sólo a su propia conciencia) y luego dependen ciegamente de una presencia real y opresiva: el Estado, el Leviatán.

Que no sólo les priva de toda libertad, efectiva, sino que les convence de que cada imposición se hace por su bien.

 

Desprecian los ritos sagrados pero adoran las liturgias del estado: desfiles, celebraciones oficiales con pabellones, estandartes e himnos y la mayor burla, llamada libertad democrática, las elecciones.

 

 

Escándalo en Vaticano: Lutero pasa el Vaticano con ocasión de los 99 años del «milagro» del Sol de Fátima…..

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Francisco saludando a los peregrinos luteranos en Vaticano

Ayer, aniversario de la Virgen de Fátima, inicio del año jubilar por los 100 años de Fátima, Bergoglio en vez de honrar la Virgen, ha honrado a Lutero participando a una audiencia dónde, en Vaticano, ha sido expuesta la estatua del hereje es cismático alemán, como fuera aquella de un santo.

Pope Francis waving to participants at the meeting with Lutheran pilgrims.
REUTERS 
13/10/2016 12:00
(Vatican Radio) Pope Francis received some 1 thousand pilgrims in the Vatican on Thursday – most of them German Lutherans – here in Rome as part of ecumenical preparations for the 500th anniversary of the beginning of the Lutheran reformation. In his remarks to the gathering, the Pope encouraged his listeners to seek unity through charity, saying “In being of service to the most needy we experience already that we are united: it is the mercy of God that unites us.”
Pope Francis also spoke in his address about how Catholics and Lutherans are part of the same body of Christ.

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Francisco con bufanda «De Lutero con el Papa»

«Pestis eram vivus, moriens ero mors tua»
«Papa, de vivo fui tu PESTE;  ¡ de muerto seré tu MUERTE !»  (Martin Lutero)

¿Una «profecía» que se realiza al principio del año centenario de Fátima?

 

 

“Francisco contra las raíces judío-cristianas”

Premio Carlo Magno a Papa Francesco

Les comparto un artículo de un periodista italiano que ya he traducido, Antonio Socci, con respecto al premio Carlo Magno atribuido al Papa Francisco.
Les comento también que estoy totalmente de acuerdo con su análisis.

 

 

La atribución del Premio Carlo Magno a Papa Bergoglio induce a la hilaridad. Sería atribuir un Premio como San Tommaso de Aquino a Eugenio Scalfari (periodista y escritor reconocido ateo, quien recibió,  por extraño que parezca, la primera llamada telefónica italiana de parte de Jorge Mario Bergoglio apenas nombrado Papa). [Ndt.]

Como fue previsible el papa argentino – después de haber tirado las “raíces cristianas de Europa” y los “principios no negociables” que son a la base de la civilización europea – ha proclamado su único «principio no negociable»: la inmigración.

Y, con ella, el hundimiento de Europa.

Del resto – a despecho del título del premio – la desastrosa Europa tecnocrática y laicista, es decir a guía alemana y francés, tiene, ya desde hace tiempo, renegado Carlo Magno y el Sagrado Romano Imperio, es decir la cultura cristiana que ha construido la Europa de los pueblos.

Bergoglio ha invitado a hacer memoria del pasado, pero él es en ayunas de historia. En efecto ha repetido la usual cantilena sobre el deber de «construir puentes y derribar muros», ignorando que Europa literalmente ha nacido de la construcción de sólidas paredes de confín, defensas por milenios con la espada.

MUROS PARA DEFENDERSE DEL ISLAM

Los Francos construyeron el primero núcleo de su reino y el Sagrado Romano Imperio justo cuando, a Poitiers, en el 732 d.C., hicieron muro para parar la primera invasión islámica que desde España intentaba conquistar Europa.

Carlos Martel venció gracias a la ayuda de Visigodos, Bávaros, Alemanes, Sajones y Gépidos.
Fue el primero muro de defensa europea de la naciente civilización que estaba tomando forma en los monasterios benedictinos, dónde se salvaron y se transmitieron los tesoros de la cultura griega, judío-cristiana y latina y se hizo renacer el trabajo, la agricultura y la economía.

A parte las batallas de Carlo Magno sobre los Pirineos, Europa, continuamente saqueada por correrías sarracenas, se salvó porque en los otros dos, colosales, tentativas de invasión musulmana, los europeos todavía hicieron muro y vencieron.

A Lepanto en 1571 gracias a la flota de la Liga Santa promovida por papa Pio V (en aquel tiempo los papas defendieron la cristiandad de la islamización, mientras que el actual quiere derribar las fronteras y favorecer la invasión).

La tercera vez en que fue evitada la invasión islámica de Europa estuvo en el 1683, bajo las, sólidas, murallas de Viena.

El imperio Otomán ya había conquistado el imperio romano de oriente, devastando el milenario Bizancio y avanzando, con 140 mil hombres, sobre por los Balcanes hasta Viena.

Si hubieran caído sus murallas, Europa hubiera sido invadida e islamizada. Pero un ejército cristiano (mitad de aquel otomano), conducido por el rey polaco Giovanni III Sobiesky y formado por austríacos, polacos, italianos, francones, sajones, suevos y bávaros, venció y Europa fue salva para la tercera vez.

De otro modo hoy seríamos todo turcos, como a Bizancio que se ha convertido en Estambul. Y la Basílica de San Pietro sería una mezquita como ha ocurrido a Santa Sofía.

A decirla todo – pero Bergoglio lo ignora – Europa ha nacido, desde su lejano origen griego, justo construyendo un muro intransitable con respecto del desbordante invasión oriental.

MUROS CONTRA LOS PERSAS

En efecto Europa no existe desde siempre. Mientras todos los otros continentes son entidades geográficas definidas, ella – que es un apéndice de Asia – sólo nace de una identidad cultural.

Su cuna han estado como pequeñas ciudades griegas Mileto dónde algunos, a empezar de Tales, siglo VII a.C., tomaron a reflejar sobre el ser, sobre el Logos, la razón, y sobre el arché, el principio.

El ethos del pensamiento, de la búsqueda sobre la verdad y sobre el ser, fue el primero germen del hombre europeo que brotó luego con Sócrates y Aristóteles.
Pero el botón amenazó de ser atropellado enseguida por el oriente asiático. El imperio persa con su oscura cultura de los mitos, de las inquietantes cosmogonías y de las agobiadoras teocracias estuvo a punto de consumirse todo el occidente.

La chispa del revuelto anti-persas en el 490 a.C. brilló justo a Mileto y estrenó a Maratón, luego a las Termópilas, por fin a Salamina, pocos bravos combatientes griegos rechazaron la desmesurada potencia persa.

Gracias a este muro humano pudo florecer el primero germen de Europa, en fin exaltado por Roma, de la civilización jurídica de su imperio mediterráneo y por fin abrazado y hecho fecundo del anuncio cristiano llegado, a Atenas y Roma, con los apóstoles Pedro y Paulo que provinieron de Jerusalén.

Ésta es Europa.
Sólo de una ciudad que tiene sólidas paredes y clara identidad se pueden construir puentes.

En efecto esta cristiandad europea llevó la esperanza cristiana de la inmortalidad en todos los continentes y conjunto llevó la libertad, la dignidad humana y la racionalidad. La que ha dado a luz la tecnología, la ciencia y el bienestar económico.

EL MAL

Pero de la denegación de estas raíces también ha nacido el mal, es decir los totalitarismos que han ensangrentado Europa y el mundo del Novecientos.

Sobre sus escombros, en cambio, del 1945, la paz, la prosperidad y la unidad europea han vuelto gracias a estadistas católicos como Schuman, De Gasperi y Adenauer que recondujeron sus pueblos a las raíces cristianas, (todo y tres tienen la causa de beatificación en curso o en calle de abertura).

Después de la caída del Muro de Berlín de los ‘89 ha prevalecido en cambio una tecnocracia europeo laicista que de nuevo ha barrido fuera aquellas raíces reemplazándolas con la moneda única y con políticas desoladoras.

Los grandes pontífices, Giovanni Paolo II y Benedetto XVI, han lanzado la alarma contra esta deriva nihilista y tecnocrática, una verdadera “dictadura del relativismo” que amenaza de dar a luz nuevos monstruos.

Si Europa hubiera querido hallar sus raíces y con ellas la energía de renacer, los habría escuchado.

Pero no lo ha hecho. En efecto ningún premio Carlo Magno le ha sido dado a Benedetto XVI, que ha sido un verdadero gigante del pensamiento europeo, bastaría su histórico discurso de Ratisbona.
La oligarquía progresista alemana (a partir de los obispos teutónicos) aborreció a Ratzinger.

LAS TINIEBLAS DE BERGOGLIO

Hoy que Europa es a la deriva, en crisis, envejecida, ha cercenado sus raíces, es invadida y ahondada por una tecnocracia desastrosa, el Premio ha sido asignado justamente al símbolo perfecto del extravío espiritual de Europa: el argentino Bergoglio, el paladín de la invasión, el que más empuja por el hundimiento de la antigua Europa (han sido Jean-Claude Juncker y Martin Schulz a motivar esta asignación).
Y no al azar Bergoglio, en su discurso, ha pedido a Europa de abrir las fronteras a la marea migratoria exaltando justo aquel “multiculturalismo” que generalmente es una máscara del relativismo, a menudo del odio anticristiano y sobre todo es la puerta abierta a la islamización.

En efecto Benedetto XVI, en su diálogo con Marcello Pera titulado «Sin raíces. Europa, relativismo, cristianismo, islam» dice:
“El multiculturalismo, que viene continuamente y con pasión alentado y fomentado, es a veces sobre todo abandono y denegación de lo que es lo propio, fuga de las cosas propias.”

Es esta renuncia a su identidad y a sus valores que ha hecho envejecer Europa y la devuelve hoy una frágil maceta de barro en la competición internacional.

Ratzinger explicó:
“Hay aquí un odio de sí del occidente que es extraño y que se puede considerar sólo como algo patológico; el occidente intenta sí, de manera loable, de abrirse lleno de comprensión a valores externos, pero no se quiere más a sí mismo; de su historia ya ve solamente lo que es deplorable y destructivo, mientras ya no es capaz de percibir lo que es grande y puro. Europa necesita un nueva – ciertamente crítica y humilde – aceptación de sí misma, si quiere sobrevivir de veras”.

Benedicto ha sido barrido fuera. Hoy el corazón mismo de Europa, Bruselas, es más islámico que cristiano, Europa es “desarmada” como una “tierra de nadie” dónde quienquiera puede desembarcar, como dice la reciente relación del Europol, y, en un típico alarde de buenas intenciones, la Unión Europea se rinde hasta a Turquía con tal que parar temporalmente la invasión.

Miope autoagresión. Una Europa en manos de estas absurdas tecnocracias y sin sólidas raíces cristianas no tiene ningún futuro.

 

Locura laicista y antirreligiosa

Belen - nacimiento

En Europa, en nombre de un malentendido sentido de acogida y comprensión, para no chocar sensibilidades y valores «diferentes» no se puede, o es contrastado y escarnecido, colgar el crucifijo en las aulas o en los lugares públicos, no se puede tener entre las manos un rosario, a Navidad no se tiene que preparar el belén….

Pero el punto más alto tocado por la locura laicista y antirreligiosa que de décadas, ya, arrecia en Europa es quizás este que paso en estos días en Gran Bretaña.

Un concesionario de publicidad ha prohibido la transmisión de un spot, destinado a los cines antes de la proyección de «Guerras Estelares», en que comparecieron personas absortas a recitar Nuestro Padre, oración-símbolo del cristianismo.

La decisión ha sido motivada con la consideración de no querer «ofender la sensibilidad de los espectadores de fe no cristiana o ateos.»

Una elección que pretende imponer, por la censura, el respeto al conformismo antirreligioso más absurdo y tosco borrando uno de los textos fundacionales de la historia de la humanidad, tan más grave en cuanto perpetrada en un lugar de “cultura” y de difusión de imágenes, sentimientos e ideas como debería ser el cine.

 

Tenemos que rezar “Padre, perdónalos…

 

 

 

¿Cuál es el antídoto contra el Islam radical?

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Debemos comenzar diciendo, apertis verbis, que el Islam, radical o no, es el verdadero problema del futuro para la supervivencia de las costumbres, tradiciones, hábitos, enseñanzas, cultura que han hecho grande y duradero nuestro mundo.
Y no sólo Europa.

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“El islam radical es el problema, pero el moderado es la solución” es el lema actual ante la expansión del terrorismo y la persecución religiosa contra los cristianos en el mundo.

Lo que significa que muchos de los problemas del Islam se resolverán sólo cuando los musulmanes abandonaran el Islam – que es un intento de regresar a un modelo medieval – y prefieran un enfoque moderno, moderado y pacífico, de su fe.

Pero no todo el mundo está de acuerdo con este punto de vista.

Algunas personas asumen que la antítesis del Islam radical no es el Islam moderado, sino más bien los “asuntos de estado separados de la religión.”

Invocando un relanzamiento del laicismo de Atatürk, Murat Yetkin, director del diario Hürriyet Daily News turco, aprueba un discurso reciente hecho por el líder de la oposición turca Kemal Kilicdaroglu que insta a los musulmanes a adoptar el laicismo como “un antídoto contra el terrorismo.”
Empiezo por la observación de que el laicismo tiene dos significados muy diferentes:

1.). La separación de Iglesia y Estado. Este tipo de secularismo no es “el antídoto contra el terrorismo”, pero ofrece un método utilizado previamente para evitar el conflicto religioso. Lo que funcionó en Europa hace cuatro siglos, puede funcionar en los países de mayoría musulmana.

2.) La irreligiosidad. El laicismo significa también el rechazo de la fe – como hacen el agnosticismo y el ateísmo. En silencio, la falta de religión se está extendiendo entre los musulmanes (como ya hemos visto en los cristianos).

Organizaciones de ex musulmanes, un fenómeno sin precedentes en el Islam, aparecieron en doce países. Sondeos encuentran que el 25 por ciento de los países de habla árabe se convirtió en un ateo.

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Pero incluso si esto (alto) porcentaje es exacto, el 75 por ciento de la población sigue creyendo. El Islam moderado, se refiere a ellos, ofreciendo ideas sensatas para reemplazar a las repugnantes del islamismo.

En este sentido, Yetkin está mal, porque la falta de religión no puede cumplir con los fuertes deseos espirituales de la mayoría de los musulmanes. El Islam moderado puede hacerlo. Por lo tanto, ofrece la mejor solución para el Islam radical.

En cualquier caso, el Islam moderado y el laicismo, conjuntamente, son la respuesta al Islam radical; lo mismo se aplica a la conversión a otras religiones. Funciona casi todo lo que ahuyenta los musulmanes de la mentalidad islamista.

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Con el debido respeto a los que departen, también entre los católicos que pertenecen a las altas esferas, sobre relativismo religioso: que todas las religiones son iguales, que todos hablan el mismo dios.

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De una idea de Daniel Pipes.
Daniel Pipes es un historiador y politólogo especializado en terrorismo, el Islam y Oriente Próximo. Es el presidente del «Middle East Forum», un think tank estadounidense de orientación conservadora.

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La sottile linea d'ombra

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Jerónimo Alayón

Lingüista y filólogo

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