El ecologismo es una enorme ideología ya planetaria o, incluso, una nueva gran religión sin dogmas y centrada en la colaboración de todos para la salvaguardia del medio ambiente, de la que se espera una inminente catástrofe.
La pesadilla, sin embargo, no es esto de la supuesta inminente catástrofe, sino que es el ecologismo mismo que desemboca en un nuevo orden mundial fuertemente fiscal, centralizado, despótico y mantenido unido por el pegante del ecologismo como nueva religión civil. Quieren limitar nuestra libertad porque creen que saben lo que es mejor para nosotros. No están interesados en el clima. Se aprovechan instrumentalmente de la emergencia climática con el objetivo principal de limitar nuestra libertad. Así que lo que está en peligro es la libertad, no el clima
La nueva religión ecologista ya ha silenciado la razón, inhibiendo las capacidades críticas. Se puede conceder la irracionalidad, la falacia y el dogmatismo, porque desde hace tiempo han renunciado a la razón, al sentido de la realidad y al valor de la verdad.
El dogmatismo más evidente en la ecología actual es que el calentamiento global sería producido por el hombre. La ciencia no apoya en absoluto esta ideología, pero el poder mundial ha decidido que así todos deben creer.
Las falsedades de la falsa religión ecologista son muchas y deben ser disipadas. Se refieren a la supuesta agotabilidad de las fuentes de energía no renovables; a la idea de que la agenda verde es económicamente ligera; a la idea de que la sostenibilidad es un criterio objetivo; a la predicción de que la natalidad es un mal para el planeta; a la evaluación de que el “verde”es más barato y, por tanto, está al alcance de todos; a la idea de que las tecnologías renovables no son contaminantes; a la convicción de que la especulación financiera es ajena al mundo verde…
Pero, además de disipar las falsedades, hay que cuestionar también el marco teórico de fondo en el que se basa el ecologismo, su visión del hombre en relación con la naturaleza, su concepto mismo de naturaleza, su visión panteísta de la misma.
Por eso es muy preocupante que la Iglesia católica colabore en el proyecto ecologista, que contrasta abiertamente con la visión católica de la creación del mundo por parte de Dios, de su finalismo y del hombre mismo.
«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24, 35)
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