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Chalecos amarillos

gilet gialli francia

Se ha escenificado durante tres sábados consecutivos, ha inflamado el jueves 6 de diciembre Niza y Marsella y golpeado París el 8 de diciembre, la guerrilla protagonizada por los chalecos amarillos que hasta ahora tiene un presupuesto de tres muertos, 1.000 heridos y más de 1.300 detenidos.

Pero si en París las inscripciones contra el presidente Emmanuel Macron fueron inmediatamente canceladas, es en el campo francés donde el malestar y la ira permanecen.

Y con el paso de los días y las semanas, lo que emerge es que el combustible caro, la razón inicial de las manifestaciones, fue sólo la gota que colma el vaso, la última de una serie de medidas que hicieron estallar con fuerza el contraste entre la vida (política, social, cultural y laboral) de la capital y la de las realidades rurales.

El movimiento del chaleco amarillo no tiene una estructura, una jerarquía, ni un servicio efectivo de orden, ni tiene referentes universalmente reconocidos. Es innegable que todo se ha infiltrado en ella, incluidos los grupos de extrema derecha (muy visibles, con sus banderas negras y su cruz celta) y los bloques negros anárquicos-comunistas, así como muchos matones comunes que ponen a París patas arriba cada vez que hay manifestaciones de masas.

Sin embargo, a pesar de ello, o más bien por ello, la protesta tiene una base muy fuerte y sentida, especialmente en lo que se llama la Francia profunda, en el campo, en los suburbios de las grandes ciudades, la más alejada de la política y de su manejo.

La protesta de los chalecos amarillos comenzó en verano con una petición para pedir la reducción de impuestos sobre el combustible (impuestos por razones ecológicas, en nombre de la lucha contra el calentamiento global). Entonces la petición se convirtió en una protesta masiva, especialmente en las provincias donde el uso del coche es más necesario. Y en las semanas siguientes se convirtió en algo mucho más grande y generalizado: una serie de reivindicaciones sociales, políticas y económicas de grupos auto-gestionados con objetivos a menudo contradictorios. Parece que los resentimientos y el odio reprimido, por las injusticias sufridas o incluso percibidas, han encontrado su inmensa válvula de escape, de repente, de golpe.

El movimiento multiforme se ha convertido en una especie de desafío al poder y a la élite en general. Las protestas exigen todo lo que los gobiernos democráticos han prometido de vez en cuando, pero que las cuentas públicas o las necesidades impuestas o las incapacidad politica no han permitido otorgar. La lista de solicitudes es económica con matices libertarios (límite máximo del 25% para los impuestos) y al mismo tiempo estatista (aumento de las pensiones, aumento de la contratación pública, vivienda social para todos, reducción del tamaño de los bancos).

Es una política con matices de democracia directa (nueva constitución «del pueblo y para el pueblo»), liberalismo (fuera del Estado de la educación, la familia, la salud y los medios de comunicación), socialismo (prohibición de los grupos de presión, lucha contra la evasión fiscal, detener la privatización, plan nacional de educación) y nacionalismo.

Hay un programa ecológico (no OGM, lucha contra el plástico y la obsolescencia programada). Hay un anti-imperialismo militante (la salida de Francia de la OTAN, el cese de las injerencias en el África francófona, el pacifismo) y un anti-inmigrante (la lucha contra la inmigración ilegal y la lucha contra sus causas).

Por lo tanto, es difícil encontrar un hilo conductor en todas estas peticiones, imposible encontrar coherencia en ellas.

 

 

El mundo, la sociedad, está cambiando rápidamente. También la forma de hacer y entender la política.

Simplemente lo llaman populismo.

Pero, ¿qué es exactamente el «populismo»? ¿Se trata de un simple síntoma de una crisis general de quienes nos representan en el poder? ¿Una ideología? ¿Un estilo?

¿O es el populismo fundamentalmente la manifestación de una demanda de democracia frente a gobiernos burocráticos, élites partidarias que paradójicamente quieren gobernar sin el pueblo, arriba del pueblo?

 

Francia no está tan lejos.

 

 

 

El festival del populismo

En el Senado, la clase política incompetente y en ayuno de cualquier elemento de las leyes económica, exige a gritos la duplicación del salario mínimo.

El populismo elevado a la enésima potencia.

 

Qué hermoso sería si, por medio de leyes y decretos, “ellos” pudieran eliminar la pobreza, aumentar el nivel de vida de los trabajadores, eliminar la “desigualdad” el monstruo que “los” obsesiona, hacer que todos crecieran hermosos, ricos y sanos!

Es la ilusión de los ignorantes, de los socialistas de todos los partidos; o más bien es el engaño, la estafa de quienes engañan a la gente haciéndoles creer lo imposible.

 

Si quieren profundizar en el tema, me remito aquí a un escrito mío de hace varios años «Sindicatos y salario mínimo» en el que me resultaba irónico la habitual propuesta de subir el salario mínimo.

El salario (fijar un mínimo ya es una tontería en sí mismo) proviene de una negociación en el mercado y no puede ser superior a su productividad.

“La verdadera cuestión se refiere a los medios adecuados para conseguirlo, y al tratar de dar una respuesta a tal cuestión, no es lícito olvidar unas cuantas verdades elementales; no cabe distribuir más riqueza que la creada; no es posible, a la larga, pagar al conjunto de la mano de obra más de lo que produce
Henry Hazlitt

 

 

Y además, el artículo muy completo y exhaustivo de Rodolfo Sosa Cordero ¿Quieren Percibir Más Por Su Trabajo?

 

 

¿Trump duro con los clandestinos? Obama ha expulsado 2,5 millones.

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“Lo que vamos a hacer es tomar a la gente que son criminales y que tienen antecedentes penales, pandilleros, traficantes de droga, probablemente dos millones, podrían ser incluso tres millones, y vamos a echarlos del país o vamos a encarcelarlos”. Así dijo el presidente de los EE.UU. Donald Trump.

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A hacer arreciar biempensantes y progresistas ha sido la entrevista a “60 minutes” de la Cbs en que el neo-presidente de los Estados Unidos ha confirmado el puño duro contra los inmigrados clandestinos.

Y, mientras los demócratas se rasgan las vestiduras, el doctor Niels W. Franzen, director de “Imigration Clinic” de la University of South Carolina, desmonta el teorema del republicano “feo y malo”.
“Actualmente los Estados Unidos deportan entre los 300 y los 400 mil clandestinos cada año, La presidencia Obama ha sido uno de las más severas en este sentido con más de 2,5 millones de deportados por el 2009 al 2015. A lo neto de los que han sido parados al confín”: explica a la “Stampa” (periódico italiano).

 

Uno de los puntos centrales de la campaña electoral, sobre el que se ha encarnizado la anti-propaganda del mainstream mediático internacional, es la construcción del famoso muro de separación sobre el confín entre los Estados Unidos y México.

La realidad de los hechos es bastante diferente con respecto de lo que es sustentado por los detractores del tycoon americano.

La construcción de las barreras a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos remonta al 1994, bajo la presidencia de Bill Clinton, articulada en tres operaciones llevadas a la práctica en los tres estados americanos que comparten los 3140 km de frontera con México: Gatekeeper en California, Hold-the-Line en Tejas y Safeguard en Arizona.

Según los últimos datos de referencia, el largo de las barreras físicas hasta la fecha presentes a lo largo del confín alcanzaría los 930km, a las que se suman otras áreas donde son presentes telecámaras y sensores electrónicos constantemente vigilados por el US Border Patrol, la fuerza de policía que se ocupa de la seguridad e impenetrabilidad de los confines continentales americanos.

Algo más de diez años después del plan de Clinton, el gobierno republicano ha advertido la necesidad de incrementar las medidas de seguridad a lo largo de lo que los mexicanos llaman el “Muro de la Vergüenza”. El diputado californiano Duncan Hunter ha avanzado la propuesta del alargamiento de tal barrera, por un total de 1123 km de San Diego, en California a Yuma, en Arizona.
La propuesta ha sido revisada muchas veces antes de ser aprobada definitivamente en el diciembre de 2006, bajo el nombre de “Secure Fence Act”, nombre en código de la propuesta de ley HR 6061, y firmada por George W. Bush, a la sazón Presidente.

La obra de ampliación ha ido adelante por unos 4 años, por lo tanto también bajo la presidencia Obama, sin que nadie se haya preocupado nunca de levantar la cuestión del trato padecido por los clandestinos que intentaran, a menudo en vano, de atravesar la frontera para acceder en los Estados Unidos.

Millares de detenciones y decenas de muertos cada año, pero solamente después de la campaña electoral de Trump la prensa se ha puesto a la cuestión de los hispánicos inmigrados o potenciales tíos. La frontera, en efecto, es dirigida a contener el flujo de ciudadanos centroamericanos que, por México, intentan llegar a América septentrional: entre ellos guatemaltecos, hondureños, salvadoreños y nicaragüenses.

La cuestión, incluso ignorada, es evidente a los ojos del observador atento. Uno de los ejemplos más clamorosos de esta separación, ya existente, es la ciudad de Nogales, uniforme entre el condado de Santa Cruz en Arizona y el estado de Sonora en México, corte en dos de esta barrera altos cuatro metros y culminada por alambre de púa.

¿Por qué nuestra América ha sido tan proclive al populismo?

populismo

Enrique Krauze, Arqueología del populismo – Letras Libres 22 mayo 2015

…La mejor respuesta la dio un sabio historiador estadounidense llamado Richard M. Morse en su libro El espejo de Próspero (1978). En Iberoamérica —explicó— subyacen y convergen dos legitimidades premodernas: el culto popular a la personalidad carismática y un concepto corporativo y casi místico del Estado como una entidad que encarna la soberanía popular por encima de las conciencias individuales. En ese hallazgo arqueológico está el origen remoto de nuestro populismo. …

Lampedusa

lampedusa immigrati

«¡Basta!» y «Vergüenza» Son los dos gritos haciendo eco en los medios de comunicación italianos después de otra tragedia en el mar de un barco sobrecargado de inmigrantes africanos hundido frente a la Isla de los Conejos, cerca de Lampedusa.

Esta es una tragedia muy grave, pero anunciada. En las últimas semanas se ha producido un aumento de las llegadas de inmigrantes a las costas italianas y ya el 30 de septiembre 13 personas habían muerto a pocos metros de la playa de Sampieri y Scicli, en la provincia de Ragusa (Sicilia). Estaban en un barco con 200 inmigrantes de diferentes nacionalidades.

Y anoche, poco antes de la tragedia, fueron rescatados otros 463 inmigrantes llegados con un barco. En los primeros nueve meses de 2013 fueron más de 30 mil personas llegando a la isla, con un repunte alarmante en las últimas semanas.

Es claro entonces que a este ritmo una tragedia de este tipo estaba en el aire.

Es un horror que no puede dejarnos indiferentes, o provocar una respuesta emocional que acaba con echar la culpa a alguien. Pero propio por eso es importante dejar con humanitarismo ingenuo de la hospitalidad a toda costa. La política de puertas abiertas a cualquiera no hace más que fomentar este tráfico criminal y tragedias relacionadas.

E incluso el Papa Francisco, con sus palabras a veces demasiado “espontáneas”, parece no entender el verdadero problema y las posibles soluciones.

Es claro que hay que tener cuidado de aquellos que, sin embargo, llegan a nuestras costas, pero tiene que ser igualmente claro que estas tragedias no son consumidos por falta de bienvenida, sino porque en alguna parte estos barcos van y se enfrentan al gran peligro de una travesía en barcos inadecuados, manejados por criminales sin escrúpulos.

Se culpa a las autoridades italianas y una política de inmigración que “los progresistas” definen no suficientemente acogedora. Pero si no fuera por las autoridades militares locales, para las unidades de la Marina y la Guardia Costera, ahora la cifra de muertos podría ser mucho más larga.
No eran ni los pesqueros ni las unidades navales italianas para hundir el barco de los desesperados. Se hundió a causa de un incendio, pegado a bordo en el intento ingenuo y trágicamente equivocado para señalar la presencia a los socorros.

El barco zarpó de Misrata, Libia. Los náufragos de Lampedusa procedían principalmente de Eritrea y Somalia. Huyendo, sin tratar de vivir mejor en Europa. Ellos estaban tratando de sobrevivir. Porque quedarse en Eritrea y Somalia, para muchos de ellos, significa morir.

Eritrea, Somalia, Siria e incluso Libia, países que -con enormes responsabilidades de la ONU y la comunidad internacional (FAO, FMI, UE, Banco Mundial) con sus políticas de cooperación y desarrollo que dan resultados contraproducentes- son dirigidos por dictadores despiadados, donde la guerra civil se ensaña, señorean bandas armadas y las milicias islamistas (los mismos autores de la reciente masacre de Nairobi).

No tiene sentido de reforzar las políticas de acogida de los inmigrantes ilegales, cambiar las leyes de inmigración, sin hacer antes algo para estabilizar la situación política de los países de los que los inmigrantes podrían venir.
La solución no está en una mejor recepción de las barcazas. La solución es que los barcos no son para salir. Porque no se vayan, tenemos que identificar en cada momento las mejores políticas extranjeras para la estabilización de este o aquel país árabe o africano.

Si en Eritrea el Estado siga manteniendo en armas cientos de miles de ciudadanos de sexo masculino (hay personas que portan el uniforme durante 20 años y cuyo periodo depende totalmente de la discreción del Estado), está claro que cada nueva generación intentará salir del país. Si el Shabaab en Somalia seguirá controlando grandes extensiones de territorio, mientras que las áreas controladas por el gobierno viven en una economía de guerra, es inevitable para los somalíes buscar fortuna en otros lugares. Si la guerra civil que en los dos años y medio ha causado 110.000 muertes en Siria no dejará finalmente paso a una tregua con las garantías internacionales, los sirios siguen prefiriendo el riesgo de muerte en el mar a la casi certeza de la muerte por arma de fuego y proyectiles de artillería.

El hecho es que Europa Unida, a pesar de sus mastodónticos aparatos, de su voluntad de hacerse como Superestado, no tiene una política exterior, bueno no tiene política que no le sirva a su perpetuación.

Está bajo los ojos de todo el espectáculo de las grandes potencias europeas que aprovechan la oportunidad presentada por las guerras civiles para extender su influencia sobre tal o cual país árabe a expensas de otras naciones europeas.

Igualmente es erróneo alentar o incluso a creer que hay posibilidades de recepción en Italia, cuando esto no es posible. España, Grecia y Malta ya rechazan con la fuerza estos barcos de miserables engañados.

No sirve negar la evidencia de la clandestinidad, proscribiendo la misma palabra, pidiendo una ley que no criminalice la inmigración ilegal sin ver que se trata de una actividad delictiva que paga más que el comercio de la droga y debe ser contrastada con el máximo rigor.

Hasta que nos enfrentamos a estos nodos, la tragedia de los inmigrantes ilegales que mueren en el mar seguirá siendo un tema de especulación política, lucha ideológica, oportunidades de carrera para los funcionarios de los gobiernos, burócratas sin visión pero con sueldo.

Lo único que han hecho es declarar un día de luto.

Pan y fútbol

«Pan y toros» es un tópico cultural español que, parafraseando la expresión latina de Juvenal  «Panem et circenses» (‘Pan y circo’), describe la fiesta de los toros como una diversión que halaga las bajas pasiones del pueblo llano, amortigua los conflictos sociales y le mantiene en una situación de atraso.
Fuente: Wikipedia.

protestas en brasil

En México hay una adaptación, se la llama “pan y circo” a la manera latina, y a menudo está ofrecida al pueblo más simple e ingenuo por los gobiernos o los partidos políticos, sobre todo en la inminencia de las votaciones.
Aquí en Durango está en boga ofrecer ruidosos espectáculos de cantantes y de conjuntos musicales en la pública plaza que viene requisada por la ocasión.

Por una decisión política la plaza y los alrededores cesan de ser públicos: pero, ya sabemos, esta es la democracia de la mayoría y cada cabeza escuchando es un voto ganado.

Pero en todo el mundo lo que más viene utilizado para tranquilizar y adormecer la multitud es el fútbol. Y cuanto más en un país hay pobreza tanto más el fútbol viene sacralizado, nueva y moderna religión social, verdadero “opio de los pueblos” actualizando la interpretación de Feuerbach.

Bastante raro todo esto pues los nuevos ídolos, becerros de oro, son literalmente cubiertos de oro, pagados por los más pobres, que se quitan a veces la comida de la boca para comprar el boleto del partido y encontrar en la cancha verde la liberación, la sublimación a las frustraciones, a los desengaños que sufren en su vida diaria.

Así que además de ser un deporte (también esto es anómalo pues el deporte es hacerlo, practicarlo, no verlo al borde de una cancha o en la pantalla de tevé) es una válvula de desahogo, un amortiguador de tensiones y conflictos, una cortina de humo para esconder los problemas reales.

Por eso vienen aceptadas por el poder, que no reprime sólo contiene también las formas más virulentas y agresivas que se dan en estas manifestaciones. Es un desahogo de unas horas para tener tranquila la entera semana.

El “deporte” así entendido se ha mudado en un negocio, en un negocio multimillonario. Para los jugadores, sobre todo por los de primera, para los equipos, para las organizaciones internacionales y nacionales, para todo el mundo que rodea estas manifestaciones ricas y jugosas.

Manifestaciones que se multiplican como vetas en una mina de oro: los equipos juegan todo el año cada dos-tres días y luego hay olimpiadas, mundiales, torneos, copas a todos los niveles y cada vez es un montón de dinero que se mueve y se queda en unas manos.

Todo esto dicho, parece que ahora algo está cambiando.

En Brasil, en el medio de la Copa Confederaciones, un torneo internacional de fútbol organizado por la FIFA -federación mundial que luego se derrama, como poder y prebendas, en todo el mundo- empezó una protesta que de Rio de Janeiro se está difundiendo en todo el país.

Brasil no se encuentra económicamente en un buen momento: el PIB que crece menos de lo previsto, las tasas de interés de los bancos centrales que suben para enfriar la alza de la inflación que va a golpear a los más pobres en un país donde hay grandes desigualdades sociales.

En este entorno se encarnan los gastos faraónicos por la Copa que se juega en estos días y sobre todo por la Copa del Mundo ya programada por el 2014 y los Juegos Olímpicos de Río 2016.

La mecha que provocó la sublevación fue el alza a las tarifas de transporte público pero luego y siempre más personas salieron a la calle para para exigir mejores servicios públicos, entre ellos más escuelas y hospitales, reivindicando el fin de la corrupción y el no derroche de dinero público en eventos deportivos.

Es la primera protesta multitudinaria que se realiza en Brasil mientras ya 14 ciudades suspendieron el aumento de las tarifas de transporte público, y propio en contra de los gastos por el fútbol, la religión mundana del país.

Las movilizaciones son en su mayoría pacíficas, aunque se registraron algunos disturbios y enfrentamientos entre policías y activistas.

Los mismos jugadores del equipo nacional carioca, unos a regañadientes, dijeron que estaban a favor de las manifestaciones y de estar al lado de los manifestantes.

Hay problemas con los partidos programados y dudas sobre los del año próximo.

De veras no sé cuánto espontaneas u organizadas, por las redes sociales, por la oposición política, sean estas manifestaciones, pero está claro que expresan algo que está bajo piel en el pueblo, en la gente común del país.

Hay corrupción a todos los niveles (siempre cuanto más grande e intervencionista es el estado), desperdicio de recursos, redistribuciones de dinero y favores para los cercanos del poder, paro muy alto (la tasa oficial expresa sólo el porcentaje de la fuerza laboral que está sin trabajo sin tomar en cuenta quienes no lo tienen y que nunca lo han tenido), esperanzas reducidas para los jovenes.

La presidenta Dilma Rousseff, intentando capitalizar las marchas a favor del gobierno, habló en cadena nacional y aseguró estar “escuchando las voces democráticas que están pidiendo cambios”. “Garantizamos el derecho a la manifestación”, expresó la mandataria.

Está claro que no quieren crear demasiados problemas de orden público y tensión en momentos en que Brasil está en las primeras planas de todos los periódicos.
El país va a ser el centro de atención mediática para los próximos tres años, una gran oportunidad para el pueblo brasileño para exigir derechos y obtener concesiones del poder.

De todo modo “el valor intangible de estas protestas es avisarles a los políticos que ese país, que pensaban que jamás reaccionaría ante los desaires, no está dispuesto a quedarse callado frente a tantos y tan frecuentes abusos”.

¡Ojalá estuviéramos despertando!

Políticos

 

Los políticos hablan: es su trabajo. Venden palabras a quien quiere comprarlas; pero cuando compramos algo que no nos gusta, que no es bueno, la culpa no está sólo en los que venden sino también en nosotros que hemos comprado.

“Caveat emptor” decían los latinos en una máxima que estaba en su Código de derecho privado. Quien compra tenga cuidado.

 

En los tiempos modernos cuando el estado se sobrepuso a los tratos entre particulares, poniendo su autoridad y su fuerza arriba de todo así creando la clase sometida de los particulares, quitándonos, en el mismo tiempo, libertad, autonomía y responsabilidad, el Código contempló, a defensa de nosotros discapacitados, una apostilla: “inducción de incapaz”.

En esta manera nos amparó de los líos pero asumiendo, nosotros aceptando, nuestra incapacidad. Fue una victoria del estado, una codificación de su necesidad como nuestro defensor y el inicio de nuestra capitulación como personas responsables.
No es un caso que esta fórmula se encuentre en el Derecho Privado y no en el Derecho Público (lo que regula el trato entre el estado (sus gobiernos y sus burócratas) y los particulares.
Por lo menos así es en el Viejo Mundo.

Regresando al Nuevo (Mundo), leí en la mañana del gran programa para acabar con el hambre. Como a menudo pasa: proyecto noble, dibujado con palabras  estremecedoras, pero condenado al fracaso.

Sobre todo cuando viene interpretado como lo explica el periódico:

La Cruzada Nacional Contra el Hambre han significado llevar paquetes alimentarios a más de 20 mil familias de diversos asentamientos y barrios de Durango, gracias al apoyo del Presidente Enrique Peña Nieto, expresó el gobernador Jorge Herrera Caldera ante vecinos de la colonia Azcapotzalco.

cruzada hambre

¡Estamos muy lejos de resolver el problema (que hay y que tiene raíces más profundas de las que nos quieren ensenar) si lo enfrentamos con la distribución de unos paquetes de comida!

Primero porque el problema es más amplio que el hambre de unos días; segundo porque en esta manera se crea, y se mantiene, institucionalizando una costumbre, la clase de los pobres; tercero y más importante porque lo que sirve, ¡por supuesto!, a ganar votos en los comicios (a Durango falta poco tiempo) no es apto para cambiar la mentalidad, la disposición de un pueblo al trabajo y al compromiso.

En realidad el programa de Enrique Peña Nieto era un poco más serio: hablaba de cultura, de instrucción, con proyectos agrícolas, sanitarios y educativos.

De nada sirve que logremos avanzar en un mejor nivel alimentario, si no hay educación y si la gente, como parte de esta educación, no sabe cómo alimentarse mejor, de manera nutritiva

Pero siempre con esta aura paternalista, de superioridad, que sale de los que saben más que los demás.

De veras no creo que un pueblo, con su historia milenaria a sus espaldas no sepa que comer, como comer. Podría ser que no tienen nada de comer, pero la comida nunca, o quizá sólo un vez, cayó del cielo. La comida hay que procurársela, hay que ganársela.

El hecho es que les han quitado la cultura que tenían, esta sapiencia de vida, los han hechos dependientes, sometidos, en la espera de algo que alguien tiene que dar; no tienen más iniciativa, voluntad, capacidad de enfrentar riesgos y compromisos.

 

Por eso el lema “cero hambre” me parece más un eslogan promocional, en los tiempos de comicios, que un serio empeño.

Sí fuera serio, sí fuera empeño, otras palabras, mejor otros hechos se deberían hacer.

 

 

 

El vicio de los “demócratas”

lujos bolivarianos

La argentina Cristina Fernández de Kirchner “se traslada a diario en helicóptero a la Casa Rosada. Bolivia gasta millones en retransmitir los actos del presidente Morales, incluidos sus partidos de fin de semana. A la primera dama nicaragüense no le gusta repetir: se le han contado 400 vestidos en apenas tres años. Dilma Rouseff de Brasil fue a ver al Papa y “reservó 52 habitaciones en un hotel de lujo e hizo uso de 17 coches en su estancia de tres días en el Vaticano”. La lista de lujos es larga.

Elba Esther no es la única.

Hay que leer el informe sobre lo bien que viven los “defensores” de los pobres, los líderes de la Alianza Bolivariana.
Esto y otro en De Kirchner a Rousseff: el derroche de los bolivarianos

 

Fabricantes de pobreza



He conocido Alberto Medina Méndez a través de sus articulos y programas que aparecen en Existe Otro Camino, su sitio web.

Es un joven periodista y pensador argentino, ecléctico y muy profundo, de formación liberal. Sus íconos, también aparecen  en el sitio, son John Locke, Juan Bautista Alberdi, Thomas Jefferson, Frédéric Bastiat, Ayn Rand.
Nada que decir es una manada de gigantes aunque, para nosotros los libertarios, en esta galería faltarían otros como Ludwig von Mises, Murray N. Rothbard, Hans-Herman Hoppe y Jesús Huerta de Soto …

Encuentro en sus escritos mucha afinidad con mis ideas y, sin duda, una notable profundización y lucidez.

Aquí les pongo, que puedan mis amigos disfrutarlo, su último y muy interesante articulo “Fabricantes de pobreza”, que apunta un fenómeno político del estado del bienestar “quien hace su negocio el ayudar a los pobres y termina alimentándose de ellos”.
Medina Méndez habla por su país, Argentina, pero sus palabras valen por todos los paises socialistas, es decir por todo el mundo.

Agradezco al autor el amable permiso de publicación.

Fabricantes de pobreza
El pseudo progresismo se ha constituido en el mayor generador de pobreza de este tiempo. Lo hacen a diario, y pese a las irrefutables evidencias que confirman esta visión, están convencidos de estar recorriendo el camino inverso. Definitivamente han hecho un culto de la indigencia. Después de todo se nutren de ella.
Las naciones que lograron vencer al subdesarrollo, que progresaron en serio, no lo hicieron construyendo una industria de dádivas, ni gestando un huracán de privilegios, ni tampoco planteando condiciones ideales para esa sociedad injusta en la que los que se esfuerzan obtienen lo mismo que los que no lo hacen.

Esta casta de dirigentes ruines que pueblan las bancas legislativas y las oficinas públicas, la inmensa mayoría de ellos, incapaces de exhibir un éxito profesional en sus vidas, disponen de los dineros de todos, fundamentalmente del de los más pobres, para seguir empobreciéndolos, en una lógica que, a estas alturas, ya debería haber caído por su propio peso.

A los que menos tienen, los castigan con una carga tributaria inexplicable. Les hacen pagar a los más débiles, a los que con mucho esfuerzo solo pueden sustentarse, impuestos que tienen como destino el despilfarro de siempre, ese que permite ejercer retorcidas prácticas políticas, favorecer amigotes del mandamás de turno, o alimentar la epidemia de la corrupción.

Ellos, la clase política de diferentes espacios, que gobierna estos países desde hace demasiado tiempo, ha construido una maraña de reglas de juego para mantenerse allí, esquilmando a los que producen, pero también a los que dicen beneficiar.

Son los sectores más empobrecidos los que pagan con mayor fuerza este sistema que, suponen que los defiende. Impuestos, inflación, derroche y corrupción. Resulta difícil identificar en esta lista, en qué lugar está la tan mentada defensa a los que menos posibilidades tienen con la que se llenan la boca los dirigentes de este tiempo.

Han diseñado un esquema para enriquecerse como funcionarios, que se sostiene sobre la base de sojuzgar a los más pobres. No han generado las condiciones para que dejen de serlo, muy por el contrario, crearon un sistema para que los pobres sigan siendo pobres y queden esclavizados, en manos del clientelismo y el asistencialismo que se han ocupado de edificar durante décadas.

Un país rico y prospero, como el que sostiene el relato, no saquea a los pobres con impuestos e inflación para luego subsidiarlos, no los humilla, ni los impulsa a convertirse en mendigos de la política.

El país en el que nos quieren hacer creer que vivimos, no existe. Somos parte de una sociedad donde un pobre es inducido a votar a un candidato partidario, a cambio de un plan social estatal o de una mera promesa.

Los que se ufanan de hacer política en serio, organizan, cual asociación ilícita, un afinado método para entregar una bolsa de alimentos el día de las elecciones solo para lograr mayor caudal electoral. Intentan arrear a los ciudadanos como ganado, en vehículos. Todo ese despliegue con dineros públicos muchas veces, confirmando esa cruel sociedad entre la política y la corrupción.

Habrá que ser menos piadosos con esa clase política. Se trata de una perversa casta, una verdadera lacra social, avalada por muchos ciudadanos, los más de ellos cómplices involuntarios de esta parodia.

Esta caterva de dirigentes políticos, no tiene autoridad moral para hablar de progreso. Se encargan a diario de tratar a la gente como “una cosa”, de condenarlos a mantenerse en una vida despreciable, a hacerle promesas, a sabiendas de que no cumplirán, y fundamentalmente a convencerlos de que son unos inútiles, que no sirven para nada y que solo pueden aspirar a seguir recibiendo favores, a vivir de prestado y solo en la medida que continúen votando a su humilladores para que los sigan destratando.

Cuando estos corruptos finalmente se vayan y sean finalmente desenmascarados, cuando los que todavía los sostienen, logren darse cuenta de la inmoralidad que han generado, esta sociedad deberá aun luchar para vencer las temibles secuelas y este legado lamentable que dejarán como herencia.

Los depredadores de la política y de la sociedad, los han convencido a los más pobres, que son ineptos, inservibles y llevará mucho tiempo recuperar la autoestima, la fe en sí mismos, la fortaleza para dar la mayor de las batallas y salir de la pobreza sin que nadie les regale nada.

En todo este tiempo, les han robado la mayor riqueza que un ser humano puede disponer, su dignidad. Y es difícil recuperar esta virtud cuando ha sido pisoteada, arrastrada y ultrajada durante generaciones.

No se precisan gobiernos que saquen de la pobreza a la gente, en todo caso se necesita una clase dirigente que deje de lado su costado mesiánico e interminable vanidad, su soberbia inagotable de creerse el centro de la creación, la dueña de las verdades y propietaria del monopolio de las soluciones.

A la gente de bien le queda una dura tarea por delante, ayudar a reconstruir el optimismo, el poco que queda, a devolverle la fe a los que la pierden a diario, a alimentar la confianza en sí mismos y la imprescindible actitud, que es la madre de la riqueza.

El combate será difícil, porque mientras muchos ciudadanos están dispuestos a ser protagonistas del cambio, otros decidieron dedicarse al ocio cívico, fomentando la abulia crónica y siendo cómplices de tanto desatino.

Es tiempo de enfocarse en no bajar los brazos. Los que realmente creen que la historia puede cambiar tienen un duro desafío por delante. Mientras tanto, del otro lado, buena parte de esta clase política contemporánea, alimentada desde el populismo vigente, se dedicará a perfeccionar el arte de ser fabricantes de pobreza.

Alberto Medina Méndez el 6 de dic de 2012

 

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