Archivo de la categoría: economía

La verdad, por favor, sobre el neoliberalismo

Este es el título de un libro publicado recientemente por Alberto Mingardi, autor bien conocido en Italia, que habla, explica, trata de llegar a la verdad sobre este tema tan debatido y demonizado.
Y no sólo en Italia.

He reunido estas barbaridades porque ahora que vivo en México, y que a veces lo critico, mis amigos sepan que incluso de dónde vengo se pueden escribir, leer reportar peores idioteces que aquí.

Quiero hacer una pequeña lista, por qué no me acusen de ser partidista…

“El mundo en el que vivimos está en una situación grave, las ideas que llamamos neoliberales corren el riesgo de llevarnos a una catástrofe en todas partes”. Esto es lo que dijo el conocido director inglés Ken Loach, con tonos apocalípticos, cuando retiró la Palma de Oro ganada en el Festival de Cannes en 2016.

Él también, como otras personalidades públicas y de otro tipo, utilizó la palabra mágica para describir el origen de todas las distorsiones en el mundo: el neoliberalismo.

Ya se trate de la inmigración salvaje, del terrorismo, del hambre, de la contaminación o del cambio climático (Greta nos enseña), cada acontecimiento es una buena excusa para señalar los efectos perjudiciales del libre mercado, del “neoliberalismo” chivo expiatorio perfecto para estos tiempos confusos

La solución a estas tragedias es siempre la misma: más leyes, más controles, y sobre todo imponer una transformación: que sea la 4T, la 5 o la 6: no importa. Pero transformar, borrar, todo lo que el neoliberalismo ha producido para volver al mundo idílico donde el gobernante es el pueblo.

El pueblo es quien manda, levantando las manos. O al menos eso es lo que nos dicen.

Pero entonces la cuestión es obvia: ¿es verdad que hay tanto neoliberalismo?

La prueba de los hechos demuestra en primer lugar que los Estados occidentales no son regímenes económicos liberales. El gasto público crece constantemente y la fiscalidad y el control de los estados sobre la vida de sus ciudadanos alcanzan máximos históricos.

Estados del Este, China, Rusia, mejor no hablar.

¿Estados Unidos? ¿México, América Latina? Olvídalo.

Sin embargo, según el Banco Mundial, en 2015 el porcentaje de la población mundial que vive en la pobreza absoluta cayó por primera vez por debajo del 10%: habrá ocurrido a pesar del neoliberalismo.

En México tenemos otros datos.

Obras públicas y crecimiento

La famosa frase atribuida a Lincoln “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo; puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo” no siempre es verdad.

Y ciertamente no lo es cuando nos hacen creer que el gasto público financiado por impuestos o, peor aún, por préstamos, es decir, por deudas, es el motor de la recuperación nacional, el generador de un flujo de riqueza del país (el famoso multiplicador keynesiano).

Y sí, todos lo creemos que las inversiones en obras públicas decididas y financiadas por los distintos niveles de gobierno son un desarrollo y crecimiento del país.

 

Mientras tanto, dejémoslo claro, inversiones.
Las inversiones del gobierno no son inversiones. Invertir, en el sentido económico, significa utilizar la riqueza actual para obtener más riqueza futura que pueda devolverla y dejar posiblemente un surplus. En el sentido financiero, significa generar un flujo de caja disponible para satisfacer a los prestamistas, inversionistas y acreedores. ¿Tienen algo que ver los déficits estatales con estas definiciones?
Las obras públicas no son inversiones, sino que son (si son realmente necesarias) costes generales o estructurales que la comunidad de contribuyentes debe soportar para hacer posible las actividades generadoras de ingresos reales que son sólo inversiones privadas.

 

El aumento del gasto público no aumenta la producción general, sino que, por el contrario, debilita el proceso general de creación de riqueza.

Según Mises:
“[…] hay que subrayar que un gobierno sólo puede gastar o invertir lo que le quita a sus ciudadanos y que su gasto y sus inversiones adicionales reducen el gasto y la inversión de los ciudadanos”.

La inversión pública da la ilusión de creación de riqueza sólo porque crea empleo inmediato. De hecho, los puestos de trabajo creados no impulsan la economía en absoluto, porque son sólo temporales y sólo para algunos trabajadores, mientras que los recursos para financiar el déficit deben ser tomados del sector privado, reduciendo así su capacidad general para crear puestos de trabajo.

Por lo tanto, en el mejor de los casos, sólo pueden cambiar la composición del empleo, no el volumen total. Se crean más puestos de trabajo en el sector público, pero a expensas de menos puestos de trabajo en el sector privado.

 

Esta simple verdad fue bien entendida hace más de un siglo y medio por el grande Frederic Bastiat, economista francés, quien dijo que “Cada vez que el Estado abre una carretera, construye un palacio, repara carreteras o excava un canal, da trabajo a ciertos trabajadores. Eso es lo que ves. Pero priva a otros trabajadores de sus trabajos. Eso es lo que no ve”.

 

Después de todo, si bien fuera cierto que las obras públicas produjeran riqueza, no está claro por qué los estados totalitarios, los creadores de infraestructuras colosales e incluso ciudades enteras nuevas, en lugar de economías florecientes, han creado economías de subsistencia, han generado indigencia y escasez de necesidades básicas.

Si los déficits creasen riqueza real en beneficio de todos, ¿qué necesitaría el Estado para gravar al sector privado? El Estado, a través de los déficits, podría financiar sus propios gastos de forma autónoma y sin gravámenes.
Pero sucede exactamente lo contrario.

La explicación radica en el hecho de que el Estado es incapaz de crear riqueza por sí mismo porque depende enteramente del sector privado del que recauda sus ingresos en forma de impuestos.

Los déficits son, por tanto, «el dinero de los demás» que el Estado afirma gastar mejor que aquellos a los que se los quita. Lamentablemente, este proceso de desvío de recursos privados, que a menudo se desperdician, tiene la consecuencia más grave de destruir los incentivos para crearlos.

 

Entonces si las inversiones públicas crean empleo sin crear riqueza, ¿de qué sirven todos los demás programas financiados en déficit si el Estado no tiene capacidad autónoma para crear riqueza?

Sirven para crear esquemas de confiscación disfrazados de maniobras expansivas para distribuir, a cambio de votos, dinero a un electorado desaforado que se alimenta de despilfarros.

 

Tenemos que aceptar la frase de Edmond Thiaudière » La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular».

Y esta sí, es una frase siempre cierta.

 

 

 

 

 

El festival del populismo

En el Senado, la clase política incompetente y en ayuno de cualquier elemento de las leyes económica, exige a gritos la duplicación del salario mínimo.

El populismo elevado a la enésima potencia.

 

Qué hermoso sería si, por medio de leyes y decretos, “ellos” pudieran eliminar la pobreza, aumentar el nivel de vida de los trabajadores, eliminar la “desigualdad” el monstruo que “los” obsesiona, hacer que todos crecieran hermosos, ricos y sanos!

Es la ilusión de los ignorantes, de los socialistas de todos los partidos; o más bien es el engaño, la estafa de quienes engañan a la gente haciéndoles creer lo imposible.

 

Si quieren profundizar en el tema, me remito aquí a un escrito mío de hace varios años «Sindicatos y salario mínimo» en el que me resultaba irónico la habitual propuesta de subir el salario mínimo.

El salario (fijar un mínimo ya es una tontería en sí mismo) proviene de una negociación en el mercado y no puede ser superior a su productividad.

“La verdadera cuestión se refiere a los medios adecuados para conseguirlo, y al tratar de dar una respuesta a tal cuestión, no es lícito olvidar unas cuantas verdades elementales; no cabe distribuir más riqueza que la creada; no es posible, a la larga, pagar al conjunto de la mano de obra más de lo que produce
Henry Hazlitt

 

 

Y además, el artículo muy completo y exhaustivo de Rodolfo Sosa Cordero ¿Quieren Percibir Más Por Su Trabajo?

 

 

Dinero y riqueza, reeditado

Circulación de dinero

Dinero y Riqueza fue mi primer post que escribí en español: era el 31 de diciembre del 2010.
Ya vivía en México y quise continuar, en el idioma español que estaba aprendiendo, el blog que ya tenía en Italia.

El estímulo me vino de un artículo, no recuerdo al autor ni donde lo leí, que utilizando una historia bastante difundida en la web, afirmaba en línea con la tesis estrafalaria de John Maynard Keynes, economista todavía en boga, que el gasto, incluso a crédito, con dinero falso, creado de la nada, era el motor de la economía.

Esta teoría tiene muchos seguidores y más partidarios ya que está en la base de todas las formas de estatismo y dirigismo que dominan el mundo.

 

La fábula que me inspiró se ambientaba en un pueblo situado a orillas del mar donde llegó un mafioso ruso, que sin darse cuenta resolvió todos los problemas de sus habitantes.

Terminaba con una moraleja al igual absurda:
SI EL DINERO CIRCULA SE ACABA LA CRISIS.
Son muchos los que le creen a esta tontería: que es el gasto, aunque improductivo, que genera la riqueza, mientras, al revés, es el ahorro que, permitiendo inversiones, hace crecer la economía y la riqueza de un país.

Pero ya lo sé, son palabras en el viento.

 

Es agosto, en una pequeña ciudad de la costa, en plena temporada; cae una lluvia torrencial y hace varios días que la ciudad parece desierta.
Hace rato que la crisis viene azotando este lugar, todos tienen deudas y viven a base de créditos.

Por fortuna, llega un ruso mafioso forrado de dinero y entra en el único pequeño hotel del lugar. Pide una habitación. Pone un billete de 100 dólares en la mesa de la recepcionista y se va a ver las habitaciones.

El jefe del hotel agarra el billete y sale corriendo a pagar sus deudas con el carnicero.Éste toma el billete y corre a pagar su deuda con el criador de cerdos.
A su turno éste sale corriendo para pagar lo que le debe al molino proveedor de alimentos para animales.
El dueño del molino toma el billete al vuelo y corre a liquidar su deuda con María, la prostituta a la que hace tiempo que no le paga. En tiempos de crisis, hasta ella ofrece servicios a crédito.
La prostituta con el billete en mano sale para el pequeño hotel donde había traído a sus clientes las últimas veces y que todavía no había pagado y le entrega el billete al dueño del hotel.

En este momento baja el ruso, que acaba de echar un vistazo a las habitaciones, dice que no le convence ninguna, toma el billete y se va. ¡Nadie ha ganado un centavo, pero ahora toda la ciudad vive sin deudas y mira el futuro con confianza!

MORALEJA: ¡¡¡SI EL DINERO CIRCULA SE ACABA LA CRISIS!!! 

 

Hay historias circulando en la web que todos leímos quizá con superficialidad así que nos parecen que sean verdades que alguien nos pone claras delante de los ojos. También contribuimos, a veces con exclamaciones de aprobación (¡quien fue el genio que las escribió!), a difundir.
En esta manera prácticamente parece que todo el mundo esté de acuerdo con la moraleja que hay, explícita o disimulada, bajo las historietas.

Pero no es así. No es así en la historieta de arriba que he recibido en esos días.

La historia esconde una falacia económica perfectamente congruente con la mentalidad keynesiana que es el sello de estos tiempos desventurado.

Hay desafortunadamente economistas (seudo-economistas) tecnócratas, pegados al “sistema”, como, por no esconderse atrás de un dedo el premiado Nobel Paul Krugman, que no ven más allá de sus narices y creen que la circulación del dinero produzca riqueza.

Hemos llegado a tal punto de absurdo financiero que somos capaces de creer que la riqueza sea simplemente que el dinero circule.

¿Y por qué no lo hacemos con la impresora también?… (de verdad ya esto lo hacen…)

¡Pero no! No es el movimiento del dinero lo que ocasiona la producción y por lo tanto la riqueza de un hombre, de una familia, de un país. Es la producción la que provoca el movimiento del dinero.

No se puede vivir del movimiento del dinero: si no se produce nada, el movimiento del dinero no nos dará de comer. Podemos intercambiarnos continuamente 100 pesos pero eso no nos dará de comer.

El dinero no es más que una herramienta para intercambiar producción.

Que el aumento de la cantidad del dinero, o de su circulación que es lo mismo, no cree riqueza, sino inflación que es otra cosa y más grave, ya había sido visto claramente, hace dos siglos, por David Hume – y antes de el-, por Richard Cantillon.

Fue propio para explicar este efecto que Hume asumió que si una mañana cualquiera todos los ciudadanos, como los de la pequeña ciudad del cuento, al despertarse, descubrieran de tener cien pesos de más, su riqueza no habría sido aumentada para nada.

Pero volviendo a la historia, la solución está en que realmente la deuda global es cero: cada uno tiene un crédito de cien pesos y un debito de cien pesos. Pero ellos no lo saben. Si todos se juntaran en una habitación, en los bancos se llamaría cámara de compensación, saldarían sus deudas sin necesidad de poner en circulación los 100 pesos.

Es decir que ni el ruso ni el billete era necesario para resolver la situación

Dejando de un lado que se hace trampa porque todos deben lo mismo que les adeudan, en el mundo real se tienen que pagar intereses por las deudas y no es cierto que regresando el capital la deuda se apague.

El interés es la medida de la preferencia temporal que cada individuo tiene: es a decir yo prefiero tener cien pesos ahora que después de un año, pero podría ser que prefiera, después de un año, ciento diez pesos. Bueno lo diez pesos en más son el coste de mi preferencia temporal, son el interés sobre lo cien pesos que recibiré después de un año.

La única forma de que la economía funcione es producir más riqueza: porque de otra manera, no se pueden pagar los intereses. Esta es la única y verdadera manera porque se acabe la crisis.

Como si los problemas macroeconómicos fueran siempre sólo en la tubería (la circulación, la liquidez), y nunca en la cantidad de agua (que es el problema real y se llama “de solvencia”, es a decir de tener riqueza).

Como si de veras el dinero (abstracción financiera) fuera lo mismo que la riqueza (realidad económica).
Como si de veras toda corrección económica pudiera “resolverse” para siempre simplemente inyectándole “dinero-fiat” sacado de la nada.  Como el ruso de la historieta y sus cien pesos que van y vienen.

Y por último, hay que decirlo, quien escribió esa historieta no es un genio, sino un incompetente.

 

La falacia de Carlos Slim

Bastiat - Keynes

¡Ay Slim!
Claro que el dinero no lo hizo por sus conocimientos económicos…

 

Murray Rothbard escribió que “No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lamentable. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia”. Yo añadiría que esa irresponsabilidad se multiplica hasta el infinito cuando el ignorante de marras es el tipo más rico de todo el país.

Este miércoles, Carlos Slim dio una conferencia de prensa para anunciar los resultados de su campaña de recaudación de fondos en beneficio de las personas afectadas por los sismos del 7 y el 19 de septiembre. Una vez contando intereses, las donaciones superarán los $2,300 millones de pesos. Eso es algo digno de celebrar y de reconocerle, tanto a Slim como a todos los colaboradores de su fundación y a todas las personas que sumaron sus donativos. Quiero ser muy claro: donar dinero, comida, albergue, ropa y medicinas a las víctimas es tanto admirable como indispensable, es un deber de solidaridad que compartimos todos los mexicanos.

Sin embargo, quizá en un intento de ponerle buena cara al mal tiempo, y de acuerdo a la nota que publicó El Universal, en la misma conferencia de prensa Carlos Slim unió su voz a la narración de uno de los mitos más destructivos de la historia económica: la idea de que los desastres naturales (o las guerras) son “beneficiosos” para los países, porque estimulan la actividad económica y “generan empleos”.

Nuevamente según El Universal, Slim dijo específicamente que: “ya como cosa positiva es que sin duda va a generar empleos, va a haber reconstrucción, actividad económica en estas zonas de bajos ingresos, marginadas”.

Es decir, casi palabra por palabra “la falacia de la ventana rota”, un razonamiento cuya incongruencia fue exhibida desde mediados del siglo XIX por el filósofo francés Frederic Bastiat dentro de su obra “Lo que se ve y lo que no se ve”.

En este ensayo, que ojalá pueda leer el señor Slim, Bastiat nos cuenta la historia del panadero al que le rompen una de las ventanas de su negocio y se me inundado por personas de buena intención que lo animan diciéndole: “La desdicha sirve para algo. Tales accidentes hacen funcionar la industria. Todo el mundo tiene que vivir. ¿Qué sería de los cristaleros, si nunca se rompieran cristales?”

Entonces, continúa el francés:

“Suponiendo que haya que gastar seis francos para reparar el destrozo, si se quiere decir que el accidente hace llegar a la industria cristalera, que ayuda a dicha industria en seis francos, estoy de acuerdo, de ninguna manera lo contesto, razonamos justamente. El cristalero vendrá, hará la reparación, cobrará seis francos, se frotará las manos y bendecirá de todo corazón al terrible niño. Esto es lo que se ve.
Pero si, por deducción, se llega a la conclusión, como a menudo ocurre, que es bueno romper cristales, que esto hace circular el dinero, que ayuda a la industria en general, estoy obligado a gritar: ¡Alto ahí! Vuestra teoría se detiene en lo que se ve, no tiene en cuenta lo que no se ve.”
“No se ve que, puesto que nuestro burgués ha gastado seis francos en una cosa, no podrá gastarlos en otra. No se ve que, si él no hubiera tenido que reemplazar el cristal, habría reemplazado, por ejemplo, sus gastados zapatos o habría añadido un nuevo libro a su biblioteca. O sea, hubiera hecho de esos seis francos un uso que no efectuará.”

Ojo, no trato aquí de juzgar en exceso al señor Slim, ni de poner en tela de juicio sus vínculos de sobra conocidos con la clase política o sus méritos empresariales, que serían tema de otra discusión, pero sí de resaltar que incluso personajes de un perfil tan elevado como el suyo pueden caer, y de hecho lo hacen, en los mismos prejuicios y falacias que Juan Promedio.

El hecho es que cada peso que se donó a la maravillosa labor que están realizando organizaciones como la propia fundación Slim no se materializó de la nada, sino que es la traducción en lenguaje monetario del valor creado previamente por los donantes, valor que al encauzarse a la indispensable obra de reconstrucción no podrá utilizarse en los bienes para los que de otro modo se habría destinado.

En otras palabras: lo que donamos para las víctimas no lo dimos para “impulsar la economía”, sino para ayudar a las familias que están atravesando por un momento de increíble dificultad. En todo caso, el daño material provocado por esta tragedia podrá aminorarse en la medida que ciudadanos, empresarios y gobiernos tomemos buenas decisiones para la reconstrucción, pero nunca anularemos por completo el costo económico.

Lo que ocurrió el mes pasado es una tragedia por donde se le vea, en términos humanos y financieros, y debemos reconocerlo como tal. Debemos también entender la enseñanza de Bastiat, que hoy conocemos generalmente como costo de oportunidad y aplicarla no sólo al análisis de los efectos de una tragedia natural, sino también al del cobro de impuestos, el gasto público y la deuda gubernamental.

Esto es especialmente importante, porque la falacia de la ventana rota es un eco casi permanente en la vida política de nuestro país, con la diferencia de que, en lugar de referirse a los gastos de reconstrucción, que son indispensables, se refieren al gasto público ordinario, que no lo es tanto.

Una y otra vez escuchamos que “el gasto público estimula la economía”. Una y otra vez tendremos que responder que ese “gasto público” no salió del canto de un unicornio, sino que en términos generales cada peso es obtenido de 1 de 2 formas:

  1. A través de impuestos, en cuyo caso el aumento del gasto gubernamental implica una reducción del gasto y del ahorro privado, con el añadido de que los burócratas tenderán a tener mucho menos cuidado con la inversión del dinero ajeno.
  2. A través de deuda, que (como lo dejaron muy en claro las tragedias de los gobiernos de Echeverría y López Portillo) provoca una algarabía temporal, de la que se benefician los empresarios cercanos al gobierno; seguida por una crisis permanente, que perjudica en especial a los pobres y las clases medias.

Por lo pronto, regresando al sismo, es indispensable donar y reconstruir, pero no porque ello impulse la economía, sino porque es lo correcto. Esa es razón de sobra.

por cierto…
Quien quiera leer completo el ensayo de Bastiat puede hacerlo aquí.

Gerardo Enrique Garibay Camarena 12 octubre 2017

 

 

Instituto Mises Hispano

Vivimos en tiempos de enorme confusión. Desde el ámbito político y mediático se promueven soluciones económicas mágicas que prometen milagros rápidos y generalizados, frecuentemente usando el engaño de la política monetaria, la devaluación y el aumento generalizado de los desequilibrios, así como el intervencionismo y el gasto público desproporcionado como falsas opciones para mejorar la economía y crear riqueza. Son, por supuesto, falacias, que siempre terminan de la misma manera: Creando miseria y destruyendo aquello que fingen defender, el bienestar social.

Es por ello que hoy es más necesario que nunca estudiar la Escuela Austriaca de economía, la única que analiza adecuadamente el ciclo económico y que no justifica los incentivos perversos de los agentes económicos ligados al poder político. Es esencial defender el libre mercado como lo que es y ha demostrado ser, la mejor forma de crear riqueza y beneficiar a la mayoría de la población, frente a los que pretenden imponer la represión fiscal y el intervencionismo con la promesa de un paraíso donde nadie debe preocuparse, porque el Estado lo provee todo, pero que inevitablemente siempre termina como la realidad del fracaso económico y el desastre social.

Hoy, más que nunca, defender la libertad y el libre albedrío es mucho más que una opción, es una obligación. Porque los enemigos de la iniciativa privada y de la libertad no cejan en su empeño, y aprovechan cualquier pequeño error en el sistema económico para desempolvar las políticas más destructoras y depredadoras. Nuestra lucha es la defensa del auténtico estado de bienestar, el que proviene de la libertad, la meritocracia y una economía abierta, innovadora y dinámica. No solo debemos desmontar cada día los cantos de sirena del lobo totalitario que se esconde bajo la piel de cordero de la falsa defensa de los pobres, tenemos la obligación de recordar que la libertad conlleva responsabilidad, pero trae mucha más prosperidad para la inmensa mayoría de los ciudadanos.

Hoy, más que nunca, la lucha de Ludwig von Mises contra el totalitarismo debe ser reivindicada, porque la amenaza a los valores y principios del comercio, el libre albedrío y la iniciativa individual vuelve a ser enorme.

Daniel Lacalle
Presidente Instituto Mises Miseshispano.org.

Proteccionismo y Guerra

protezionismo-e-guerra

“Si los bienes no cruzan las fronteras, los soldados lo harán.”
Frédéric Bastiat

De un artículo de hace unos años, que he vuelto a leer por los temores del proteccionismo anunciado por el neo-presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, cito el capítulo «Proteccionismo y Guerra.»

Casi un exorcismo para evitar posibles, creo y espero no probables, futuros choques….

El artículo original se encuentra aquí.

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¿Por qué el proteccionismo conduce a conflictos, y por qué el libre comercio ayuda a prevenirlos? Las respuestas, aunque bien conocidas por los liberales clásicos, son dignas de ser mencionadas.

En primer lugar, el comercio genera buena voluntad internacional. Si los hombres de negocios chinos y estadounidenses negocian de forma regular, ambas partes se benefician. Y el beneficio mutuo dispone a la gente a buscar lo bueno en los demás. El intercambio de mercancías también promueve un intercambio de culturas. Durante décadas, los estadounidenses vieron a China como un país misterioso con valores extraños, incluso hostiles. Pero en el siglo 21, el comercio entre éstas naciones ha incrementado notablemente, y ambos países se conocen un poco mejor ahora. Los adolescentes propietarios de iPods en China son como los adolescentes estadounidenses, por ejemplo. No son terriblemente misteriosos. Del mismo modo, los chinos ahora entienden la democracia y el consumismo americano más de lo que alguna vez lo hicieron. Los países tal vez no encuentren superposición de todos los valores de cada uno, pero el comercio nos ha ayudado por lo menos a entendernos el uno al otro.

El comercio ayuda a humanizar a las personas con las que comercias. Y es más difícil querer ir a la guerra con tus socios comerciales que con un país que sólo ves como líneas en un mapa.

En segundo lugar, el comercio da a las naciones un incentivo económico para evitar la guerra. Si la Nación X vende su mejor acero a la Nación Y, y sus empresarios cosechan un montón de beneficios a cambio, entonces los hombres de negocios de ambos lados van a oponerse a la guerra. Este fue el caso de Alemania y Francia, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Alemania vendía acero a Francia, y los empresarios alemanes se opusieron firmemente a la guerra. Sólo a regañadientes llegaron a apoyarla cuando los ministros alemanes les dijeron que la guerra sólo duraría unos pocos meses. El acero alemán tenía un fuerte incentivo para oponerse a la guerra, y si la situación hubiese progresado un poco diferente – o si el gobierno alemán hubiese sido un poco más realista en cuanto a la línea de tiempo de la guerra – el incentivo podría haber dejado a Alemania fuera de la Primera Guerra Mundial.

En tercer lugar, el proteccionismo promueve la hostilidad. Es por esto que el libre comercio, no sólo el comercio global (que podría ir acompañado de altos aranceles y cuotas), conduce a la paz. Si Estados Unidos impone un arancel a los automóviles japoneses, ese arancel hace daño a las empresas japonesas: Crea hostilidad de Japón hacia los Estados Unidos. Japón podría incluso tomar represalias con un arancel sobre el acero EE.UU., perjudicando a los fabricantes de acero de Estados Unidos y enojando a nuestro gobierno, que tomaría represalias con otro arancel. Ambos países ahora tienen una excusa para aprovechar los sentimientos nacionalistas para ganar apoyo en casa; eso hace que la guerra abierta con el otro país sea más fácil de vender, en caso de llegar a esa situación.

En los círculos académicos de socio economía, a esto se le llama el proceso de Richardson de las hostilidades recíprocas y crecientes; Estados Unidos perjudica a Japón, que se venga, haciendo que Estados Unidos tome represalias de nuevo. La historia demuestra que el proceso de Richardson puede aplicarse fácilmente al proteccionismo. Por ejemplo, en la década de 1930, los países industrializados elevaron los aranceles y las barreras comerciales; los países evitaron el multilateralismo y se volvieron hacia adentro. Estas decisiones llevaron al aumento de las hostilidades, lo que ayudó a poner a la Segunda Guerra Mundial en marcha.

Estos factores ayudan a explicar por qué el libre comercio lleva a la paz, y el proteccionismo conduce a más conflicto.

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Laissez faire, laissez passer

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En la Francia del siglo XVIII la expresión laissez faire, laissez passer era la fórmula mediante la cual algunos de los campeones de la causa de la libertad comprimían su programa. Su objetivo era el establecimiento de una sociedad de mercado sin obstáculos. Con el fin de alcanzar dicho fin, ellos abogaban por la abolición de todas las leyes que prevenían que gente más industriosa y más eficiente superara a competidores menos industriosos y menos eficientes, y que restringían la movilidad de artículos y hombres. Esto era lo que la famosa máxima estaba diseñada a expresar.

En nuestra era de anhelo apasionado por un gobierno omnipotente la fórmula de laissez faire ha sido perturbada. La opinión pública actualmente la considera como una manifestación tanto de depravación moral como de ignorancia absoluta.

Así Ludwig von Mises en su opera magna “La Acción Humana: Tratado de Economía” del 1949.

Durante las recientes elecciones en EE.UU teníamos un Trump que abogaba por el nacionalismo económico y una Hilary por más intervencionismo, renegociando los Tratados de Libre Comercio (TLC) para hacerlos más “justos” (¿?)

Esto demuestra cómo el concepto de la libertad en los comercios (laissez faire, laissez passer)  sea, como ya hace un  siglo escribió Ludwig von Mises, aún muy lejos de ser realizado y como todavía persista una ferviente oposición al capitalismo de libre mercado.

Regular el libre comercio quiere decir negar el libre comercio: o es libre o es regulado.

Murray Rothbard decía:

[…] la etiqueta “Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio” (NAFTA, por sus siglas en inglés) se supone que reclama un consentimiento incuestionable. “¿Pero cómo puedes estar en contra del libre comercio?” Es muy fácil. La gente que nos ha traído el NAFTA y tratan de calificarlo como “libre comercio” son la misma gente que llama “inversión” al gasto público, “contribuciones” a los impuestos y “reducción del déficit” a aumentar los impuestos. No olvidemos que los comunistas también solían llamar “libertad” a su sistema.

[…] el verdadero libre comercio no requiere un tratado… Si los dirigentes quisieran realmente libre comercio, todo lo que tienen que hacer es abolir nuestros numerosos aranceles, cuotas de importación, leyes anti-“dumping” y otras restricciones al comercio impuestas por Estados Unidos. No hace falta ninguna política exterior ni maniobras en el exterior.

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La errónea Doctrina Sindical

En seguida transcribo un importante paso de Ludwig von Mises sobre la concepción errónea del poder sindical.
Lectura indispensable para borrar muchos lugares comunes sobre el trabajo, sobre el pago, sobre el paro que todavía afligen, por falta de cultura económica, las mentes de muchas personas.

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Hay un problema fundamental: ¿es posible elevar las tasas de salarios PARA TODOS LOS QUE DESEAN ANSIOSAMENTE ENCONTRAR TRABAJO, por encima de lo que ellos hubieran obtenido en un mercado de trabajo sin trabas?

La opinión pública cree que el mejoramiento de las condiciones de los asalariados es una conquista de los sindicatos plasmada en ciertas medidas legislativas. Le otorga el crédito del aumento en los salarios al sindicalismo y a la legislación, así como la disminución en las horas de trabajo, la prohibición de trabajar para los niños y otros muchos cambios. La persistencia de esta suposición hizo popular al sindicalismo y es responsable de la tendencia que la legislación laboral ha seguido en las últimas décadas. Como la gente cree que al sindicalismo debe su alto standard de vida, se perdona la violencia, la coerción y la intimidación del sindicalismo y también se ven con indiferencia esas trabas a la libertad personal que ahora subsiste en las cláusulas sindicales como la de exclusión y la de no contratación fuera del sindicato. Mientras estas falacias prevalezcan en las mentes de los votantes, no se puede esperar una completa desaparición de esas políticas que erróneamente se han dado en llamar «progresivas».

¿ Cuál es la causa del desempleo? La tasa de los salarios que permite que todos aquellos que necesitan trabajo puedan obtenerlo, depende de la productividad marginal del trabajo, o en otras palabras, de la contribución del trabajador en la utilidad del producto.

Mientras más capital se invierta estando todas las demás cosas en igual forma se obtendrá mayor aumento en los salarios en un mercado libre, es decir, en un mercado de trabajo que no sea controlado por el gobierno o los sindicatos. Con estas tasas de salarios en dicho mercado, todos los que desean trabajo lo pueden obtener. En un mercado de trabajo libre siempre existe la tendencia hacia la plena ocupación[i] . En realidad, la política de permitir que el mercado libre determine el nivel de los salarios es la única política razonable y exitosa de pleno empleo. Si las tasas de salarios sobrepasan dicho nivel, ya sea por medio de la presión y compulsión sindicales o por decretos gubernamentales, se desarrollará entonces el desempleo indefinido de una porción de la fuerza de trabajo potencial.

Estas opiniones son rechazadas apasionadamente por los dirigentes sindicales y por los partidarios que tienen entre los políticos y los llamados «intelectuales». La panacea que ellos recomiendan para combatir el desempleo es la expansión del crédito y la inflación eufemísticamente llamada «política de dinero fácil».

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¿Que es el Capital?

capitale

La economía moderna se basa en un teorema absurdo impulsado por economistas ignorantes y aceptado por políticos transigentes.

 

Nos hace aceptar que es la demanda de bienes de consumo a crear los bienes capitales y la ocupación como si los consumidores fueran empresarios.

Todavía ignora la proposición fundamental expresada por John Stuart Mill más de hace un siglo y nunca comprendida a fondo: la demanda de bienes de consumo no es la demanda de factores productivos, justo porque está en competencia con ellos.

Si la demanda de factores productivos tiene que ser alta la demanda de consumo tiene que ser baja y viceversa. La demanda de los consumidores es gasto improductivo porque no aumenta y no reintegra la provisión de los bienes en la economía que es en cambio la función propia del capital.

Las crisis económicas modernas son crisis de insuficiencia de capital.

Del mismo modo no es creación de capital el dinero-fiat creado por los bancos centrales, porque no nace de la única fuente real y cierta: el ahorro de los consumidores.

Pero la noción de capital ya ha sido exiliada de la ciencia y de la política económica, con llena aceptación y total apoyo de la política dirigista e intervencionista, en una palabra socialista, de nuestros tiempos.

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