Norberto Bobbio


Bobbio

En serio, no creo que pueda ser de interés para muchos de los que me leen lo que voy a escribir.
Pero es una especie de compromiso que me tomé con un caro amigo cuando fue a encontrarlo en su casa. Conociéndome de ser italiano me preguntó a quemarropa, estábamos hablando de comida: “Y tú, ¿qué piensas de Bobbio?”

Hace poco, el mismo amigo -como de veras no había logrado darle una respuesta clara y cumplida, sólo le había contestado de manera bastante superficial: “el papa negro de la política izquierdista italiana”- me mandó por correo un ensayo der este autor sobre liberalismo y democracia, temas repetidos en Bobbio, que pero, éste, no había leído.

Conozco a mi amigo: es una amable provocación y un sacarme a cuento.

 

Antes que nada ¿quién es Norberto Bobbio? Quien fue, sería mejor decir, pues este afamado profesor universitario, jurista, filósofo y politólogo murió en el 2004 a los 95 años dejando a muestra de su compromiso de estudioso e intelectual militante miles de ensayos, ponencias, libros, artículos, conferencias.
Y mucho más son los escritos sobre él.

No podemos rehusar la importancia que el hombre ha tenido por más de cincuenta años en la vida cultural y política del país. Era un hombre de grande cultura, de profundos estudios, aunque de personalidad “inquieta” como fue definida: ha representado la más alta expresión de una cierta idea de “cultura”.

Esa idea que puede no gustar –a muchos le gusta, a mí no me gusta.

 

Aclaramos.

Dejamos de un lado unos acontecimientos de su vida aun cuando expliquen bien la personalidad del hombre.

Cuando, en el 1928 se unió al Partido Fascista y tuvo una rápida carrera académica en camisa negra.
Cuando escribió al Duce (Mussolini) unas cartas de devoción apasionada mientras otros terminaban en la cárcel: una de éstas salió a la luz hace pocos años.
Cuando juró lealtad al Duce, incluso un año después de las leyes raciales en 1939, con el fin de obtener una cátedra en la Universidad de Siena
Cuando volvió a jurar lealtad al Duce, todavía en 1940, durante la guerra, para ubicarse en la Universidad de Padua en la silla del profesor Adolfo Rava, que había sido despedido porque judío.
De los más de 1.200 académicos de la época, sólo doce se negaron a prestar ese juramento: Bobbio decidió quedarse no con los 12, sino con los 1188.

Justo después de la caída del fascismo, inmediatamente, se convirtió en anti-fascista afiliándose, por supuesto, a las logias partidista “Justicia y Libertad” y se vinculó a los círculos “accionistas” y judíos de Turín.
Después de la guerra, continuó su carrera intelectual bajo la égida de los Agnelli, de la fundación Fiat y la del comunista-editor Giulio Einaudi.

Él fue la mente de aquel equipo de filósofos e intelectuales turineses que durante cincuenta años, junto a los ideólogos del Pci (partido comunista italiano), han controlado la cultura italiana (y no sólo italiana), persiguiendo y excluyendo de las editoriales, de los periódicos, del grupo de poder todas las voces disonantes, católicas, liberales y conservadoras, para no mencionar la cultura de “derecha”.

Y si esto les parecerá raro, pregúntense, por favor, porqué el mayor jurista liberal italiano, Bruno Leoni editó su magna obra en inglés “Freedom and the law” en 1961 y sólo en ¡1995! hubo la traducción en italiano.
¿Quién conoce al filósofo Augusto Del Noce, el contra-altar católico de Bobbio?
También unas palabras se veían como sospechosas: “Capitalism and Freedom” de Milton Friedman fue traducido en italiano como “Eficiencia económica y libertad”.
Y en Latinoamérica, que siempre ha tenido una inclinación izquierdista -aparte de caudillos y dictadores que tienen partido sólo por ellos- ¿cuál difusión han tenido hombres, ideas, proposiciones opuestas, o sólo diferentes, de las expresadas por está cúpula?

Las frases impactantes pero llenas de ambigüedad: “a pesar de todo, hay quien sigue creyendo que democracia sin socialismo y socialismo sin democracia sean una democracia e un socialismo imperfectos”; “Ni con Marx ni contra Marx”; “la superioridad ética” del izquierdismo; “Siempre me he considerado un hombre de izquierdas […] siempre ha sido mi malestar frente al espectáculo de las enormes desigualdades tan desproporcionadas como injustificadas, entre ricos y pobres […]”.

Sus arengas a favor del colectivismo y en contra de la propiedad privada pintando en tonos de rosa la “grandiosa” (sic) utopía marxista. Decididamente establece que los horrores del socialismo real no son intrínsecos al comunismo, sino que derivan de un no bien aclarado “cambió” en el comunismo ideal. A los asustados huérfanos de las utopías marxistas asegura que sus antepasados difuntos eran buenos, aunque no aptos para nuestro mundo malo.
¡Vaya con culpar a los otros, a la sociedad!

Había todo por hacer de él un mito; el icono, el santo, el Papa laico de la cultura y de la política italiana.

 

Pero no por eso, Bobbio nunca me ha gustado: no por sus errores, ni por su deslealtad, ni por su falta de coraje y de honor, ni por su ambigüedad, ni por su ambición encubierta detrás de una supuesta superioridad moral.

Propio por su pensamiento filosófico: el positivismo jurídico, el anti-iusnaturalismo.

En esto sus faros ideológicos han sido Hobbes y Kelsen.
Casi tres siglos separan estos dos pensadores y sus obras, el Leviatán (1651) y la Teoría pura del derecho (1934); pero la conexión entre el teórico del absolutismo político y él doctrinario del Derecho como fenómeno ajeno a consideraciones ideológicas o morales es muy fuerte, como fuerte e intensa fue la influencia que tuvieron sobre Bobbio.

Siempre él combatió el iusnaturalismo en favor del iuspositivismo: no existe un derecho, “el” derecho, que no sea puesto en leyes positivas, hechas por el hombre, por el poder que tiene el hombre, o mejor por el poder del estado.

Según este concepto no hay leyes inscritas en la conciencia humana, puestas en la naturaleza, aclaradas por la autoridad de la razón. Así que la legalidad –lo que viene expresado por la ley- está arriba de la legitimidad –lo que es justo, lo que corresponde a los derechos naturales que, para mí y para muchos de los en que me reflejo, son antes, temporal y éticamente, de cualquier código o ley escrita por el hombre.

Pero no, para los ius-positivistas a la Bobbio la ley no es más que envoltura de la fuerza. Hobbes lo dice inmejorablemente:

«No es la sabiduría ni la autoridad, la que hace la ley. […] Por leyes entiendo leyes vivas y armadas. No es, pues, la palabra de la ley, sino el poder de quien tiene la fuerza de una nación lo que hace efectivas las leyes.»

El Estado y su anverso, el derecho, son amenazantes condensaciones de la fuerza, que deberíamos aceptar como defensa, como amparo del vacío que encontraríamos en su ausencia.

Entonces el derecho no tiene valor absoluto; la validez de las normas jurídicas consiste en la fuerza de la sanción, en la capacidad de construir una estructura social, el estado, la “organización de la fuerza”.

 

¡Lo lejos que estamos del sentido íntimo y religioso del liberalismo libertario!
Entendido como objeción contra el estado cuya dimensión teológico-política estriba en la idea según la cual el prójimo nos trasciende y por eso le debemos respecto absoluto. Interpretado desde la experiencia de los demás  que en la tradición cristiana es un misterioso encuentro con Dios mismo: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.» (Mt 25, 40).

Los derechos individuales son inviolables no porque haya una ley que los protege, no porque sean una pretensión del individuo que se afirma autosuficiente y autónomo, sino más bien como un reconocimiento de la inviolabilidad del prójimo, cual derecho absoluto a no atacar a la persona que está delante de nosotros.

La fuerza de estos derechos no está impuesta por afuera, sino sale de dentro de nosotros, está adentro de nosotros.

 

*   *   *   *   *

 

La confesión

Al final, unos años antes de morirse, Norberto Bobbio fue entrevistado y confesó.

“¿Porqué – accionistas, democráticos, anti-fascistas, nunca han confesado sus compromisos con el fascismo? «.
La respuesta fue revelada en la orquestación honesta de un suspiro hecho todo de guiones: “Yo estaba inmerso en la duplicidad: fascista entre los fascistas y antifascista con los antifascistas. Nunca hablaba de esto porque me a-ver-gon-zá-ba.”

Bobbio tenía 90 años.

Tomado de: Pietrangelo Buttafuoco, IlFoglio 12 nov 1999

 

2 pensamientos en “Norberto Bobbio

  1. rrtaccuino 28 de marzo de 2013 en 10:34 Reply

    Gracias Jose.
    Claro, el tema es mucho más amplio frente a una persona que fue, por cincuenta años, el punto de referencia cultural de la “intellighenzia” de un país.
    He hablado acerca de algunos acontecimientos de su vida que puedan dar una imagen, si no es un juicio, del hombre. Y apunté el elemento de su concepción jurídico-filosófica que menos me gusta, aunque sea mayoritaria: el positivismo jurídico.
    Que abre al relativismo moral pues no nos dice lo que es justo y lo que es injusto. La ley cesa de ser moral y se hace ejecución del poder, de la fuerza.

    El mismo Kelsen, honrado maestro del nuestro, a la última clase en Berkeley, en el 1952, confesó abiertamente que no había sabido dar una respuesta a que es la justicia:
    “Mi única excusa es que, en este sentido, estoy en buena compañía: habría sido presuntuoso hacer creer al lector que yo habría tenido éxito allí donde habían fracasado los pensadores más ilustres.
    No sé, ni puedo decir, lo que es la justicia, aquella justicia absoluta que la humanidad busca. Tengo que estar contento con una justicia relativa y sólo puedo decir lo que es para mí la justicia. Puesto que la ciencia es mi profesión, y por lo tanto la cosa más importante en mi vida, la justicia para mí es aquel orden social bajo cuya protección puede prosperar la búsqueda de la verdad.
    «Mi» justicia es, pues, la justicia de la libertad, la justicia de la democracia, en definitiva, la justicia de la tolerancia.”

    Palabras nobles, que al mismo tiempo son confesión de impotencia de un hombre sin Dios y reconocimiento, tardío, de su límite.

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  2. jose francisco rivas avelar 22 de marzo de 2013 en 21:44 Reply

    Pues no Roberto, te equivocas, he leído con mucho agrado tu artículo. Porque constituye una introducción a temas que en sí no son muy fáciles de comprender y requieren cierta formación filosófica y jurídica. Sin embargo la manera en que tratas el tema lo hacen más digerible, despiertan curiosidad para aquellos que, tal vez como yo, no sean más que aficionados, y estén interesados en obtener una comprensión más sólida y fundamentada de los mismos.

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