¿Quién va a pagar?


Hace tiempo, los primeros de diciembre del año pasado, escribí sobre el concepto, mítico y místico, del estado que muchos de nosotros tienen.
El título “La mística del estado y los bienes públicos” se encuentra aquí.

Trataba de contestar a la pregunta, emblemática, “¿Quién va a construir la carreteras?” como ejemplo típico de un bien “definido” público, a falta del estado.
Un amigo me contestó con otra pregunta, de hecho, más pertinente: “¿Quién va a pagar a los contratistas la construcción de las carreteras?”
Lo que voy a poner ahora, con mucho retraso, es la respuesta que le mandé.

trabajo basura

 Hay, en el mencionado artículo de Caleb McMillan, una curiosa y simpática viñeta sacada de una película Trabajo Basura (Office Space) del 1999.

Aquí la anexo, con la traducción (de izquierda a derecha, de arriba abajo), porque empieza explicando el asunto

Y entonces ¿qué hace el estado? ¿Construye físicamente las carreteras?

Pues, no, las construyen las empresas privadas

Entonces ¿el gobierno paga directamente las carreteras?

Pues, no, son los contribuyentes que las pagan

Y entonces ¿porque los contribuyentes no pueden pagar directamente ellos quien construye las carreteras?

Les digo yo el porqué. ¡Porque los contribuyentes no son capaces de tratar con las empresas privadas!

* * * * *

Entonces, ¿Quién pagaría, quien tomaría la decisión de construir carreteras, puentes, tuberías, alumbrado, alcantarillado?

Las calles, las carreteras, las autopistas se construyen porque sirven para alguien. La gente tiene necesidad de moverse, de ir de un lugar (pueblo, ciudad, estado) a otro y entonces las pide, las requiere. Y el mercado, el conjunto de empresas libres y en competencia entre ellas, le proporcionaría lo que es requerido. Los dueños de las carreteras pueden ser los mismos contratistas, o sociedades como las que construyen viviendas, o grandes empresas (en Italia la Benetton u otras) que quisieran diversificar sus inversiones.

Igual que viviendas, casas, departamentos; igual que bebidas, comidas, ropa.

En los EE.UU., antes de la ola estatista, los trenes eran privados y las varias compañías se acordaban para utilizar los mismos carriles. Históricamente las redes viarias no nacieron por obra del estado: en Inglaterra, en el siglo XVIII muchas carreteras fueron administradas por compañías privadas, igual que en los Estados Unidos.

En este entorno no hay plan general municipal de ordenación. La planificación urbanística está encomendada a los particulares según las necesidades de los residentes y no a través de disposiciones arbitrarias (e interesadas) de políticos y burócratas. La ciudad de Houston es un ejemplo.

En todo el mundo hay constructoras de viviendas que compran el terreno, construyen y alquilan o venden. Y junto a las casas le dan climatización, agua, luz, desagüe y, en unos casos, también seguridad con aparatos electrónicos y policía privada.
Empiezan a nacer ciudades privadas, donde todo está administrado por particulares. No hay estado al cual pagar impuestos y hay competencia entre los constructores y administradores para ofrecer lo mejor y encontrar el gusto y la satisfacción del usuario-consumidor.

Porque siempre es la iniciativa privada que descubre oportunidades, novedades, mejoras y solo luego el estado llega con su coerción impositiva y su burocracia.

Claro al estado no le gusta (pierde su vaca de leche) y fomenta nacionalismo, integridad popular, movimientos ciudadanos (como en Honduras con las ciudades libres) para dificultar, impedir esta forma de estar al mundo.
Libres, sin coerción, sin opresión, sin impuestos.
En Italia, querían construir un puente que conectara Calabria a Sicilia y estaban inversionistas de todo mundo dispuestos a hacerlo. Si lo hiciera el estado, el dinero lo sacaría de los ciudadanos con los impuestos (o deuda, o dinero papel cuyos efectos son los mismos), y lo pagaría también yo que nunca iré a Sicilia. Lo más correcto es que paguen los que lo utilizan.

A este respecto, mencionando a un artículo de mi amigo Rodolfo Cordero Sosa (México Liberal) titulado “La Patraña del Gasto Gubernamental” (aquí) en el cual desarma mentiras y equivocaciones (Los impuestos financian la prosperidad y por ello parece tan distante -ay, ay donde caíste Denise!-), me gusta repetir un comentario que él mismo puso:

 “[…] en donde vivo, un fraccionamiento en Cuernavaca, las calles las hizo el fraccionador, y tenemos servicios municipales PRIVADOS, nosotros los pagamos, y claro ¡Funcionan! pavimentamos nuestras calles, regamos y hacemos jardinería en nuestros prados, la recolección de basura es diaria y puntual, el agua, ¡El Agua! Mientras que en Cuernavaca es un problema, aquí no, perforamos nuestros propios pozos, recientemente uno con cuota extraordinaria, y no obstante que tenemos que venderle a una colonia «popular» que está junto. Tenemos cámaras de vigilancia, patrullas privadas, en fin. Así que no tiene que ser el gobierno el que ponga las calles. Nosotros podemos ponerlas y tenerlas mejor. Si me subsidian es problema del gobierno, no mío.
Por otra parte, la infraestructura tampoco tiene que ser gratis, es más no es gratis, ya que te cobran cuota. La Carretera México-Cuernavaca se ha pagado varias veces y siguen cobrando. NO veo por qué yo tenga que pagar una carretera en Chiapas. Que la pagan los que la usan.
Aún así lo que se paga por infraestructura es mínimo comparado con el grueso del gasto gubernamental, que se va en mantener parásitos y zánganos.
Mi cueva privada está bien bonita”.

 Al final, como escribió McMillan, podría decir que no lo sé quién podría hacerlo, quien podría pagarlo, porque el libre proceso de mercado es tan impredecible cuanto rápido en el encontrar soluciones diferentes y nuevas.
Hay que pensar en lo que pasa continuamente con los celulares, iPod, iPad, iPhone, para encontrar necesidades, deseos, a menudo anticipándolos, del consumidor.

Igual sería con calles, tubería y alumbrado.

Y todo sin coerción, sin imposición fiscal: cada uno pagaría lo que le sirve, lo que consuma, lo que utiliza. Como al supermercado.

2 pensamientos en “¿Quién va a pagar?

  1. rrtaccuino 3 de abril de 2013 en 14:19 Reply

    Les comparto el final de un artículo que encontré hoy (aquí). Me pareció interesante y de acuerdo con lo que escribí arriba.

    Durante las últimas décadas, los gobiernos de carácter estatista han hecho dependientes a millones de individuos, quitándoles la pasión y el incentivo de superarse a sí mismos y desarrollarse como seres humanos productivos. Hoy ha llegado el momento de eliminar esa dependencia y de comenzar a comprender que el crecimiento es posible sin estar anclado a un gobierno que nos ofrezca limosnas y nos haga creer que “sin su ayuda” es imposible crecer.

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