París era una ciudad feliz, libre, llena de vitalidad y fervor. Al principio del siglo pasado era también la cuna de los movimientos artísticos y literarios más avanzados. Era la ciudad de la luz.
Y ahora, -en estos tiempos de uniformidad, de aplastamiento del pensamiento y de los costumbres a lo que se define el “políticamente correcto”, es decir, lo que viene impuesto por una minoría organizada y potente a una sometida, abúlica, apagada en su vaciedad sin fuerza y espíritu, mayoría anónima, a una masa sin ideas-, parece que también las luces de la que fue dicha el norte del mundo se hayan apagados.
Les voy a poner el cuento de un acaecimiento en París haces unos días, antes enseñando dos fotos, la primera, emblemática de una transgresión, así en aquel tiempo, el año 1950, pareció la imagen: el beso; y en contra la segunda, el cuerpo del delito: una sudadera.
Él estaba con su familia en los Jardines de Luxemburgo. La policía lo llevó a la comisaría porque llevaba una sudadera con los símbolos de protesta en contra del matrimonio gay (en realidad sólo el dibujo de una “familia normal” (ahora se hace obligatorio ponerla entre comillas), papá, mamá y dos hijos cogiéndose de la mano.
El otro día había iniciado en el Senado el debate sobre la ley que establece el matrimonio entre personas del mismo sexo mientras en las calles miles de personas protestaban en contra.
Pero el señor Franck Talleu había ido a los Jardines con otras familias para entretener a sus hijos jugando a las escondidas y sí tenía esta felpa, que es el símbolo de la “Manif pour tous” (manifestación pro familia natural) que a los policías les pareció «contrario a las buenas costumbres» y pudiera crear controversias y por lo tanto alterar la tranquilidad del lugar.
Protestando el señor, fue llevado a la comisaría de donde salió, después un interrogatorio de una hora, concediendo de quitarse la sudadera.
“Si el diseño simple una familia en una camiseta se considera contraria a las buenas costumbres, ¿qué va a pasar con una pareja que sale de la calle de la mano con un par de niños? ¿Se hará un informe también a ellos?”
[…] Pobre mundo, adonde hemos llegado expresaba mi desolación frente al mundo que estábamos […]
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