Los orígenes de la crisis egipcia


Tamarod

Han pasado más de dos años.
Era el febrero de 2011 cuando todos impresionados por las imágenes que nos llegaban desde el lejano Egipto, las imágenes de un pueblo que anhelaba la libertad, escribí uno de mis primeros artículos en el blog, Egipto está cercano.

Plaza Tahrir en El Cairo ha sido el escenario de las principales protestas de 2011 contra el presidente Hosni Mubarak. El 25 de enero de 2011, más de 50.000 manifestantes salieron a la plaza y en los días siguientes la BBC anunció que el número de manifestantes había aumentado a por lo menos 100.000; el 31 de enero Al Jazeera informaba que el número estaba en 250.000.
El 1 de febrero -siempre Al Jazeera- el número de manifestantes había llegado a 1 millón que se encontraban pacíficamente en la plaza y calles adyacentes.

En la noche del 2 de febrero, estalla la violencia entre partidarios y opositores al régimen de Mubarak; el 11 de febrero, los manifestantes en la Plaza Tahrir celebran la dimisión de Hosni Mubarak.

Después de un breve período de transición, Mohamed Morsi, el candidato de la Hermandad Musulmana, fue declarado oficialmente ganador de las elecciones presidenciales el 24 de junio del año pasado.
Pero, el nuevo presidente, a pesar de sus declaraciones electorales no ha adoptado ninguna política seria de reforma democrática del Estado ni dio respuestas adecuadas a la demanda de justicia social (sea lo que sea) de la población: dos demandas básicas de la revolución del 25 de enero de 2011.

En esencia, el gobierno secular pseudo-democráta de Mubarak ha sido reemplazado por un gobierno pseudo-democráta por igual, pero esta vez con referencia directa a la Shari’a, es decir, la ley coránica.

Así que las aspiraciones a una mayor democracia, a una transparencia y control de la política, a una mayor libertad para las minorías religiosas y las personas, particularmente las mujeres, a la protección contra abusos y discriminaciones han sido decepcionadas.

De hecho, mientras que la atención se centró en el debate religioso, algunos artículos de la nueva Constitución otorgarían poderes casi ilimitados para el presidente, incluso mayor que los poseídos por Mubarak, con el control total del Parlamento, del ejército y del cuerpo designado para controlar el gasto público.

Era demasiado y otra vez en estos días el pueblos, ciento de miles de personas salieron a las calles y a la plaza de la Liberación, plaza Tahrir.
En estas horas estamos leyendo que Mohamed Morsi ha sido depuesto: fue informado por los militares que ya no era presidente de Egipto.

¿Qué ha llevado 17 millones de egipcios en las plazas de todo el país? Qué empujó 22 millones de personas a firmar una denuncia contra el presidente Mohammed Morsi? ¿Y debido a que el sitio del movimiento de protesta Tamarod (El rebelde) pidió que “el presidente Morsi saliera de la oficina antes de las 5 pm del martes 2 de julio” para permitir la celebración de elecciones libres, amenazando en caso contrario de una “desobediencia civil absoluta”?

Entre corchetes, es propio el título de una conferencia escrita por Henry David Thoreau cuando se negó a pagar sus impuestos, por lo que fue encarcelado, porque no quería colaborar con un estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía una guerra injustificada contra México.

La rebelión se originó de una inadecuación – económica y política – del gobierno Morsi, insuficiencia que viene a su vez del desprecio en que las autoridades tienen la libertad individual, incluida la libertad económica, fuente indispensable de toda prosperidad.

La escasez de bienes de consumo, y las colas a tiendas y distribuidores representa una fuerte evidencia de que las acciones del gobierno están en completa oposición con una política favorable a la libertad y al mercado, capaz de elevar el nivel de vida.

Paro, pobreza, falta de trabajo, sin expectativas de un futuro mejor por la reducción de la economía: el 43 por ciento de los egipcios vive por debajo del umbral de pobreza, fijado en 2 dólares al día.

Las causas de este desastre económico pueden ser fácilmente identificadas en la acumulación de malas políticas económicas, por no hablar de la corrupción real, de la falta de competitividad y competencia para proteger y enriquecer los dueños, los capitalistas cercanos al poder.
Los subsidios de pan y combustible por ejemplo, con una distribución ineficiente con el objetivo de reunir consenso, –más o menos como la “gota de ayuda” de aquí- han creado en cambió escasez de bienes y aumento de los precios con intolerancia y resentimiento de la población contra el gobierno.

Pero el hecho subyacente, lo que está detrás de todo esto, es que siempre más la voz del pueblo, de la gente común, bueno sí empujada, también manejada por unos ocasionales líderes, se hace fuerte.

Tal vez no es la verdadera democracia, no es la verdadera libertad, pero expresa aunque de manera confusa y contradictoria este anhelo, esta exigencia, esta necesidad.
Que no viene, no puede venir de los políticos, de los partidos, a veces corruptos pero siempre mirando, bajo el disfraz del bien común, a su interés personal.

Y me complace repetir la última frase de mi antiguo artículo, la exhortación de aquel hombre olvidado del siglo XVI, Étienne de La Boétie: “Dejemos obedecer y estaremos libres

¡Suerte, Egipto!

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