La miseria de la disculpa


Barilla

Donde hay Barilla hay un hogar

Siempre me pareció muy extraño, muy raro por decir lo menos, esta manía de pedir disculpas.

¿Fórmula auto-absolutoria?  ¿Sacrificio expiatorio?  ¿Astuta búsqueda de consensos? ¿Rendición al “political correctness”?

De veras no sé.
Lo que muy a menudo he visto es que piden disculpa los que culpa no tienen. Pues la culpa es la responsabilidad personal de una acción que ha causado un daño.

En la Iglesia católica, -a diferencia de todas las otras iglesias y religiones, quizá  por una herencia de Jesús el Cristo que tomó sobre sí mismo todas las culpas, los pecados de los hombres-, en estos últimos tiempos unos Papas solían pedir disculpas al mundo por los acontecimientos pasados.

Sin embargo, está claro, es una forma simbólica, a seguir las huellas de Cristo, para aceptar, para hacerse cargo de los errores de los hijos de Dios.

Otro caso es lo de los políticos, que deberían y no lo hacen, y cuando lo hacen es una clara “captatio benevolentiae” (captación de benevolencia), recurso retorico a través del cual intentan atraerse la buena disposición del ciudadano-elector.

O como el caso que salió en Italia en estos días, lo que me ha empujado a escribir: el caso “Barilla”.

Guido Barilla, presidente y consejero delegado de la multinacional alimentaria italiana del mismo nombre (líder mundial en el mercado de la pasta seca), intervino en un programa de radio y contestando a las preguntas apremiantes de sus interlocutores que le preguntaron por qué no hace un comercial en familias homosexuales, primero les dijo que invierte su dinero como él quiere, y, a continuación, explicó que él nunca lo hará porque cree que la familia es sólo la natural, el marido, la esposa y los hijos.
Expresó la idea suya y de su empresa. No impuso nada.

(Por más de treinta años en la televisión han pasado comerciales de familia de este tipo que come pasta y galletas “Molino Blanco”, con dulce música de violines, y al final el logo Barilla con la cita “Donde hay Barilla hay un hogar”)

¡Todo se desató el infierno! ¡Nunca lo hubiera dicho!

Hay una premisa de hacer: un par de días antes la presidenta de la Cámara de Diputados, como Boldrini, ni decir izquierdista, -desde el momento en Italia es fácil y sin complicaciones-, había encontrado nada mejor que quejarse de que en los anuncios de comida siempre se ve a una mujer para servir en la mesa (¿?). Esta tontería ha excitado los cronistas (llamarlos periodistas sería demasiado), que se pusieron a buscar a Guido Barilla, para provocarlo y levantar revuelo.

Y así fue. Periódicos, revistas, talk-show, todos montando el caso por la supuesta discriminación, la actitud anti-gay, la incitación al odio y la violencia.

Entrevistando a personas en la calle que no van a comer más pasta Barilla; niños que dicen que les da asco la galleta Molino Blanco; alcaldes que quieren prohibir que se sirve pasta de esta marca en los comedores escolares.
Realmente no hay límites a la idiotez humana.

Al final, el “incauto” señor Barilla tuve, -lo han convencido, la razón de los negocios-, que retractarse, pedir disculpa.

Aquí el video de disculpa publicada en el sitio web de Barilla.

“En toda mi vida siempre he respetado todas las personas que conocí, incluso homosexuales y sus familias, sin distinción alguna.”
“Las numerosas reacciones en todo el mundo a mis palabras me golpearon e entristecieron y me hicieron darme cuenta de que tengo mucho que aprender sobre el debate sobre el desarrollo de la familia”
“En las próximas semanas Me comprometo a cumplir con los representantes de las asociaciones que representan la evolución de la familia, incluyendo a los que te han ofendido con mis palabras”

 Hay que mirarlo con mucha atención este video, porque es el testimonio más dramático de la catástrofe social, cultural y jurídica que estamos viviendo. (la Constitución Italiana: hay una sola familia, que es (art. 29) una “sociedad natural fundada en el matrimonio», cuyo objetivo es (art. 30) “mantener, instruir, educar a sus hijos”).

Guido Barilla, cara tensa, voz nerviosa, se ve obligado a disculpa humillante, en el modelo de los disidentes chinos. Es una vieja práctica maoísta, pero siempre vuelve buena. En la versión original, hay primero el trabajo forzado y las sesiones de reeducación, luego la autocrítica pública.

En este caso, la reeducación fue rápida: un bombardeo mediático desatado por el lobby gay y amplificado por los principales periódicos invitando al boicot de sus productos: en tan sólo unas pocas horas el capitán brillante de la industria transformado en los noticiarios de todo el mundo en uno de los peores criminales en circulación.

Comentan: “Es una persona encerrada, no tiene el ritmo de los tiempos”.

Decir que la familia está basada en el matrimonio entre el hombre y la mujer se ha convertido en un delito, “una entrada infeliz” en el mejor caso (véase el Corriere della Sera, el más “noble” periódico italiano).

Es la dictadura del pensamiento “correcto”. Es la forma totalitaria del pensamiento único: lo de “ellos”.

¡Y pensar que dicen que quieren preservar la diversidad!

¿Cómo se puede seguir manteniendo que los homosexuales son discriminados? Están en los periódicos y la televisión, mandan en el cine, llevan la voz cantante en la política, son fuertes incluso en la Iglesia.

Las mujeres con hijos son objeto de discriminación, no los gay. Ningún empleador te pregunta si eres gay, pero la gran mayoría quieren mujeres que no se casen y no tengan hijos.
Y nadie se sorprende por esto, nadie interviene.

Para mí la autocrítica por Guido Barilla es un documento escalofriante. Que al menos sirva para despertar unas conciencias.

El conformismo, la aquiescencia al “ritmo de los tiempos” es algo que no tiene fronteras.

Un pensamiento en “La miseria de la disculpa

  1. Jorge Armando Ricartti Gonzalez 2 de octubre de 2013 en 11:33 Reply

    Las disculpas se ofrecen, no se piden, ya que uno es el que se equivocó u ofendió.

    Saludos.

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