Berlusconi encadenado


Berlusconi triste

Quien quiere ahogar a su perro dice que tiene rabia
proverbio francés

Salió un artículo en Italia: “Un crimen en busca de un autor” remedando a Luigi Pirandello, novelista y dramaturgo italiano y a su “Seis personajes en busca de autor”.

Y de veras los acontecimientos que pasaron a Berlusconi, desde cuando en el lejano 1994 entró en la política, tienen un “tiempo” pirandelliano.

“cada uno de nosotros cree que es uno solo, pero eso es una asunción falsa; cada uno de nosotros es tantos, tantos, cuantas son todas las potencialidades del ser que hay en nosotros… Conocemos únicamente una parte de nosotros mismos, y con toda probabilidad, la menos significativa”.

Es el concepto de la máscara. Del camuflaje que todo hombre tiene, creado por la propia persona o, por el contrario, impuesto por la sociedad.

En el drama citado (Seis personajes en busca de autor, del 1921) la trama nos enseña de un teatro en el que se está ensayando una pieza nueva del propio Pirandello, donde entran seis personajes: son criaturas de la imaginación de un artista que al buscar a un autor están ansiosos de realizar su destino. Y le dicen al Director teatral:

«…usted sabe que la vida está llena de absurdos que ni siquiera necesitan parecer verosímiles, porque son verdaderos… Digo que la locura sería precisamente lo contrario: esforzarse en crear cosas verosímiles para que parezcan verdaderas. Por otra parte, lo que usted llama locura… es la razón de ser del oficio de ustedes.«

Es una demostración de la incapacidad del realismo para desentrañar la realidad.

Algo parecido con Berlusconi.
Ha sido condenado en uno de los cien procesos que la magistratura independiente y apolítica –así se define en Italia- ha abierto en su contra: el caso Mediaset (Mediaset es una empresa italiana dedicada a la comunicación televisiva controlada por el Grupo Fininvest, propiedad de Silvio Berlusconi).
Los cargos, ahora demostrado definitivamente por la Corte Suprema de Casación, son: malversación de fondos, fraude fiscal y falsedad en documentos contables.
Los hechos son la sobrevaloración ilegal en la compraventa de los derechos de películas producidas en los EE.UU. que, a través de pasajes por empresas extranjeras, empujando hacia arriba el precio permitió la formación de fondos negros.

De este modo Berlusconi habría embolsados 280 millones de euros (en dólares, libras esterlinas, francos suizos y franceses y florines holandeses) en negro, sin pagar impuestos (fraude fiscal) y defraudando a sus accionistas (falsedad en documentos contables).

Los periódicos han publicado el otro día el fallo de 208 páginas del Tribunal Supremo que condenó a Berlusconi.

No, no se pueden leer todas: la logorrea de abogados y jueces es proverbial. (En la primera fase del proceso los fiscales llenaron 500.000 hojas de actos…).

Pero lo que se puede ver es que: primero, Berlusconi ha dimitido de su cargo en Mediaset en enero de 1994; segundo, desde entonces no ha tenido contacto con los dirigentes de Mediaset («Berlusconi, aunque no sea resultado de tener trato directo con los ejecutores materiales de la gestión financiera Mediaset …); tercero, el mecanismo de fraude fiscal fue concebido por él (espero que esto se encuentre en la inmensa motivación) y ha continuado funcionando incluso después de convertirse solamente en accionista; cuarto, los altos ejecutivos de la compañía siguen siendo los mismos, más o menos, incluso después de haberse entregado a la política, -la cita anterior, de hecho continúa (… dejó que todo vaya sin cambios en el mantenimiento de posiciones estratégicas en los temas elegidos por él y que continuaron para manejar los asuntos a fin de permitir la continuación de los crecientes costos de Mediaset para el propósito de la evasión fiscal «); quinto, el máximo culpable de la fraude es Carlo Bernasconi, gerente de la sociedad difunto en el 2001, tal que, según los testimonios de algunos (que pero hablan de oídas), estaba siguiendo las órdenes de Berlusconi. (La cursiva son palabras extraídas de las motivaciones del Tribunal).

Los argumentos no son concluyentes. Si el mecanismo fue inventado por Berlusconi, y si Berlusconi salió de Mediaset en 1994, haber diseñado el mecanismo, si constituye un delito, está cubierto por la prescripción.
Culpable es posiblemente quien lo hizo marchar después, no el que lo inventó.

Pero aquí está el punto. Los testigos según los cuales Carlo Bernasconi seguía las directrices establecidas por Silvio Berlusconi no aseguran haber sido testigos de los supuestos contactos o haber escuchado con sus oídos Berlusconi, quien dio estas órdenes. Sólo dicen estar convencidos de este hecho.
Y luego los testigos reales que la defensa había pedido que oír fueron rechazados por el Tribunal.

Los jueces de los tres grados del pleito ya están convencidos, no quieren escuchar opiniones, testimonios que puedan comprometer su certeza; pero no pueden decir que hay pruebas ciertas de las culpabilidad.
Pero esto en Italia contra de Berlusconi no sirve.

Hay que dar unos pasos atrás.

En 1994, un desconocido, Silvio Berlusconi, tuvo un éxito electoral extraordinario e inesperado.
Fue suficiente para esto entender que, muerta la Democracia Cristiana, partido católico hundido en 1992 por “Manos Limpias” no estaba muerto a su electorado anti-comunista.

Mani pulite fue el proceso judicial que descubrió una extensa red de corrupción que implicaba a todos los principales grupos políticos -pero no los comunistas (¿?)- y a diversos grupos empresariales e industriales.

Desde entonces, el régimen de la política italiana no ha cambiado: Berlusconi es el baluarte contra la izquierda y toda la política de este último consistía y consiste en ir en contra de este hombre solo, objeto de una feroz e implacable odio.

Sobre todo por una parte de la magistratura afine a posiciones de la extrema izquierda, Magistratura Democrática.

En este sentido, es interesante leer lo que escribe ahora un periodista, Corrado Guzzanti, quien en ese momento estaba muy cercano de las posiciones:

Los magistrados de aquella corriente «Emmedi» (Magistratura Democrática) no hacían ningún secreto de su misión política mientras llevaban la toga y todos más o menos decían así: “Nosotros, como profesionales de la justicia tenemos que hacer todo lo posible para bloquear cualquier persona o partido que pueda obstaculizar el avance de la izquierda”.
Allí no le importaba nada de nada – políticamente hablando – lo que era verdadero y lo falso, de quién era bueno y quién era malo, siempre y cuando la línea va por delante.
No teníamos, nosotros revolucionarios jóvenes y jóvenes magistrados de aquel entonces, nada liberal: la palabra «libertad» era útil para lápidas y canciones partidistas que solíamos cantar en voz alta, porque veníamos de una escuela de pensamiento -común a todos los comunistas, sino también a todos los fascistas y nazis del siglo pasado- que lo único que importa es la toma del poder, sabiendo que en esta toma del poder, como cualquier parto difícil, se necesitan buenos ginecólogos, a veces del fórceps, así como de la hoja de bisturí.
«La revolución no es una cena de gala», dijo Lenin a Bertrand Russell horrorizado por las ejecuciones masivas en Moscú, e incluso la justicia no debe ser tan obsesionada con los modales, o simplemente con la idea «burguesa» del juez tercero, independiente, sereno, colgando en la percha con el abrigo también sus ideas.

Algo similar ocurrió en la psiquiatría, en los mismos años.
Fue Franco Basaglia, psiquiatra y profesor universitario, que encabezó en Italia la lucha política contra los manicomios. Siguiendo el dictamen marxista sostuvo que no hay enfermedad mental, pero sólo la enfermedad generada por la clase burguesa que, con sus contradicciones y violencias crea la enfermedad, la esquizofrenia y la paranoia.
Por lo tanto el desorden fue tratado como una cuestión política: “No se trata sólo de cerrar los manicomios sino de hacer estallar la fuente principal de la burguesía misma, o sea la familia burguesa, de la clase media.”

La lucha contra la familia por los socialistas de todos los tiempos tiene una tradición antigua y lástima que muchos, también en la Iglesia, no se den cuenta.

Es sintomático que dos reguladores clave de la estabilidad social, la psiquiatría y la justicia han sido movidos por el mismo impulso ideológico y en el mismo año. Y que desde entonces sigan propagando las consecuencias de esa distorsión ideológica.

Querían por el contrario, asegurar la victoria de quien estaba en el carro de la toma del poder y procurar la derrota de quien estaba al otro lado obstruyendo la izquierda

El certificado penal de Berlusconi se convirtió rápidamente en muy negro justo desafiando “la alegre máquina de guerra” de Achille Occhetto (el candidato comunista a los comicios del 1992) y cuando la redujo a pedazos.
Salieron de inmediato ráfagas de avisos de inculpación que me recordaron a los asesinos enviados por Al Capone, cuando se cargaban a alguien, antes de apretar el gatillo estaban ansiosos de señalar: «Nothing personal: it’s just business» No es nada personal, es sólo una cuestión de negocios, y disparaban.

Pienso también, hablando de Manos Limpias, que el poder judicial tenía desde 1980, por lo menos, todos los elementos para dar rienda suelta a una campaña de moralización política del robo, de la mezcla de negocios y la política, como he documentado con la entrevista histórica y exitosa con Franco Evangelisti pasado a la historia en las noticias como “A ‘Fra’ que necesitas”.

La respuesta del poder judicial fue el silencio. El sistema de suministro financiero de los partidos políticos, el Partido Comunista en la cabeza, estaba muy bien a esa parte de la Magistratura Democrática y sólo cuando dejó la consigna para decapitar a la Primera República, pusieron el grito en el cielo, en la necesidad de hacer limpieza, de castigar y demoler.
Antes, ni siquiera un respiro.

Operación Manos Limpias con trompetas y tambores anunció el descubrimiento del Mediterráneo, anunciando que los partidos tomaban el chantaje de los empresarios mientras el Partido Comunista, a pesar del Código Penal y la Constitución, lo tomaba, a escondidas, de la URSS.

Agradezco a los amigos periodistas Gianni Pardo e Corrado Guzzanti por la amabilidad en el dejarme compartir sus artículos.

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