¿A dónde va Grecia? El doble rasero de Tsipras.


De una idea por Alberto Mingardi.

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doppia morale

Hay varias maneras de contar la crisis griega.

Por supuesto, sabemos que una de las partes en la negociación es el gobierno, nos guste o no, democráticamente elegido por el pueblo griego (aunque con poco más de un tercio de los votos).

No está igualmente claro quién es la contraparte: hay el Banco Central Europeo, hay el Fondo Monetario Internacional, y también la Comisión Europea aquel monumento de insipiencia tecnocrática, que no está todavía claro lo que hace ni a los que responde, en la cual no hay ni un europeo que se siente “representado”.

También son en el juego los gobiernos nacionales que temen una Grecia insolvente, porqué ellos mismos le han dado prestado dinero.

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Pero el dinero de los gobiernos en realidad es el dinero de sus ciudadanos: en los periódicos aparecieron simulaciones de costo per cápita de un default de Atenas para los otros ciudadanos europeos.

La gente, sin embargo, presta poca atención. Son decisiones que se sienten muy lejos. Y luego en Italia hay el Festival de Sanremo, el fútbol, los chismes sobre Ronaldo y Buffon.

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El relato democracia contra tecnocracia es emocionante.

Alexis Tsipras, cuyo lema es «la democracia en todas partes», en su discurso ante el Parlamento, ha renovado sus compromisos electorales: aumentar el salario mínimo, detener la privatización, elevar el umbral de “no tax area”. Un programa centrado en un aumento del gasto público, compensado por la reducción del 50% de la flota de carros oficiales, cortando el costo de la política o la lucha contra la evasión fiscal.

Felicitaciones a los griegos, pero al menos en Italia parece el habitual libro de los sueños; que nunca se cumplen porqué es imposible cumplirlos.

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Según Tsipras, “la austeridad no sólo ha empobrecido a nuestro pueblo, pero le privó del derecho a decidir”.

El habitual populismo de los rétores de la democracia.

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¿Las decisiones, pero con el dinero de quién?

El “derecho a decidir” se resta a la gente para la venganza de entidades misteriosas, los «mercados», que se divertirían pisoteando sus prerrogativas.

A estos «mercados», los estados, entre ellos Grecia, han exigido durante años los préstamos: que, por definición, a un momento dado tienen que ser correspondidos.

Estos préstamos los han pedidos para «decidir», dice Tsipras.
Decidir créditos, asignaciones, programas de subsidios, despilfarros.

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Endeudarse nunca ha sido obligatorio. Si un Estado quiere hacer más cosas, siempre se puede subir los impuestos. En este caso, pero, la población se da cuenta de inmediato cual es el costo de la “solidaridad”, “inversiones” y “Estado de bienestar”. Al ver esto, puede pensar que es mejor vivir en un país donde el gasto público es un poco menos generoso, pero la gente puede decidir por sí misma qué hacer con una mayor proporción de sus ingresos.

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Si el Estado se endeuda, el problema no se plantea: alguien un día tendrá que pagar la factura, pero no los votantes que votan en las próximas elecciones.

La clase política promete alegremente: en el largo plazo todos estaremos muertos (decía con indiferencia esnob el no añorado John Maynard Keynes).

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Tienen sus razones los que recuerdan que los Estados siempre cuentan con sus deudas de manera diferente a la de las familias o los ciudadanos comunes: es decir, que siempre han buscado evitar de honrar a ellos. Recurrir a la devaluación fue una manera que les ayudó a diluir el peso.

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Ya en algún lado he recordado lo que Adam Smith dijo: “Lo que es la sabiduría en el manejo de cada familia privada, difícilmente puede ser la locura en el gobierno de un gran reino.”

Aquí está la cuestión: ¿es justo que haya una “doble moral”? Los Estados ya hacen cosas que nadie más puede hacer: si soy detenido después de robar un banco, ¡por más que diga a la policía que sólo quería reducir las desigualdades!

¿Es deseable que los Estados puedan considerar sus deudas desperdicio de papel?

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¿Y por qué, en un estado que no paga sus deudas, los ciudadanos deberían confiar en sus promesas de regresarles la pensión; o cuando jura que no abuse de los datos confidenciales en su poder; o cuando dice su verdad a las familias de las víctimas de un secuestro; o cuando niega de saber de quienes son los restos encontrados en unas fosas?

¿Dónde está la frontera entre las mentiras lícitas e ilícitas? Y más, ¿por qué mentiras?

Al igual que todos los “Tsipras” del mundo político: para ellos “decidir” es hacer lo que quieren sin sufrir las consecuencias de sus decisiones.

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