Lloriqueo griego


pianto_greco

El término deriva del antiguo teatro griego, donde uno de los principales componentes de las tragedias fue el coro subrayando los pasajes más dramáticos con llantos y lamentaciones.

 

En estos años, expresa la situación dramática que económica y políticamente viven todos los estados europeos, Grecia in primis; pero también Japón, EEUU y Latinoamérica entre otros.
Es decir, prácticamente todos los estados, más o menos democráticos pero de cierto socialistas, en el mundo.

 

 

Más allá de la evolución de las negociaciones entre el Gobierno griego Tsipras-Varoufakis y autoridades europeas me parece útil pensar en el proceso que llevó a Grecia en un estado de colapso de las finanzas públicas y un crecimiento económico asfíctico.

Un razonamiento que luego se aplica, mutatis mutandis, no sólo para Grecia sino también para todos los países maduros plagados de deuda, por el estatismo y el colapso demográfico.

 

Así que la pregunta es: ¿Como un país puede crecer de forma sostenible?

En una economía sana y libre, el crecimiento se desarrolla desde el trabajo y el ahorro a través de un proceso de acumulación de capital – no sólo material, sino también de conocimiento, catalizado por la iniciativa empresarial – que aumenta la productividad y los salarios reales, con la producción de bienes y servicios útiles a las familias.

Un proceso que se inicia desde las raíces, sin planificadores centrales presumidos omniscientes, en el que el sistema de precios y la competencia orientan las decisiones económicas de ahorro, el consumo y la inversión, obviamente dentro de un marco legal e institucional y un tejido social sano y articulado.

Por lo tanto, el papel del Estado se limita a unas pocas tareas, y siempre de acuerdo a una lógica de subsidiariedad (en pocas palabras el Estado haga lo que los ciudadanos no pueden hacer); un principio que es un verdadero baluarte para defender la libertad de los individuos y las iniciativas de los “cuerpos intermedios” contra las emboscadas omnipresentes del estatismo.

 

En la visión keynesiana, dominante en el mundo académico y en las políticas de los gobiernos durante los últimos 70 años, el crecimiento depende más bien en la “demanda agregada”, es decir, la atención se centra en el consumo. En el caso de “recursos inutilizados” el crecimiento debe ser estimulado por el gobierno y por los bancos centrales con varias combinación de políticas “expansivas”, tanto fiscales (aumento del gasto público) y monetaria (manipulación a la baja de las tasas de interés, monetización de la deuda), para alcanzar el pleno empleo.

 

Este planteamiento – falacia económica total – ha proporcionado y sigue proporcionando a los gobiernos de casi todo el mundo la coartada para la adopción de políticas económicas de dirigismo estatista, con un intervencionismo creciente en la vida social y económica.

Esto ha llevado a la hipertrofia de los actuales estados asistenciales y empresariales, así que la expansión del ámbito público parece imparable.

 

El desplazamiento de la empresa privada, en este contexto, se ve agravado por la falsificación de la competencia, no más ni libre ni recta, dando lugar a una red de clientelismo entre los negocios y la política: beneficios privados y pérdidas públicas, malas inversiones, malversación de fondos, derroche de recursos en detrimento de los consumidores-contribuyentes, con altos precios de los bienes y servicios producidos y además de una imposición fiscal creciente que estrangula la economía.

 

Las políticas de gasto deficitario (deficit spending) – el déficit presupuestario debido al exceso de gasto público en los ingresos fiscales – llevan a una acumulación de deuda pública: un verdadero “esquema Ponzi” en el que la emisión de nueva deuda viene utilizada para pagar los intereses y devolver vencimientos de deuda, en un crecimiento exponencial que se alimenta de sí mismo.

Cuando la dinámica de crecimiento de la deuda excede la de la economía (el famoso ratio deuda / PIB) se llega a un punto de no retorno.

Medidas fiscales más restrictivas sólo estrangularían aún más la economía real con la caída del PIB, haciendo aún más insostenible la trayectoria deuda / PIB: una verdadera “trampa de la deuda”, que vampiriza la posibilidad de crecimiento económico.

 

Además de la transferencia de la riqueza hecha por “gobiernos ángel de la guarda, que intentan preservarnos de todos los males, y hada madrina, que pretenden concedernos todos los bienes”, el manejo de rendimiento a la baja a través de las políticas monetarias ultra expansivas de los bancos centrales implica varios efectos secundarios: retorno inadecuado en el ahorro, el envío de señales falsas a la economía con un incentivo al riesgo moral, la “financiarización” de la economía y las malas inversiones.

El riesgo, mejor la realidad, es socavar la raíz del proceso de acumulación del capital esencial para el crecimiento de la productividad, los salarios reales y la distribución de la riqueza. Los primeros dañados, contrariamente a la vulgata «solidaria», son propio las clases sociales más necesitadas, las categorías menos favorecidas por los entrelazamientos prejudiciales con el poder público y la generaciones jóvenes en general cuyo futuro viene comprometido.

 

Deberíamos darnos cuenta del fin del paradigma de “crecimiento con deuda”, que lleva a la quiebra de estos sistemas socio-económicos, de hecho, “socialistas” en los que la interferencia pública recompensa las malas decisiones y hace sobresalir de la competencia no los mejores, pero los más cabildeados.
Esto conduce inexorablemente a secar las mismas fuentes de riqueza, a desalentar la iniciativa, el trabajo duro y la austeridad, en detrimento de los consumidores, los trabajadores, las empresas sanas, los contribuyentes.

Los “cuerpos intermedios” están vaciados de vitalidad, deprimidos en su creatividad empresarial por una mentalidad parasitaria y asistencial. La huida de la responsabilidad y la consecuente abdicación de la libertad destruyen las «virtudes» de un pueblo, hacen desaparecer la clase media, secar el bienestar material y crecer tensiones y conflictos.

 

La «crisis griega», entonces, se convierte en emblema de una crisis general: el presente de Grecia podría convertirse en el futuro de todos los países estatistas que estrangulan la economía con impuestos, que hacen huir a las empresas y los jóvenes más valientes, fomentan el asistencialismo y el parasitismo.

Estamos en una profunda crisis «generacional»: pase lo que pase con Grecia y el euro, lo único seguro es que vamos a tener para rato.

Continuar pretender que esto es sólo una «coyuntura» desafortunada no nos ayuda a revertir la tendencia.

Menos aceptaremos que la riqueza es creada por los gobiernos y los bancos centrales, más lograremos volver antes de la luz.

 

A partir de una idea de Mauricio Milano, analista financiero líder.

 

4 pensamientos en “Lloriqueo griego

  1. […] Una nota similar en otra página, Lloriqueo Griego. […]

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  2. Guillermo Fabela Quiñones 11 de abril de 2015 en 12:59 Reply

    Lo afirmo porque la realidad objetiva lo está demostrando con hechos concretos. ¿Puede decirme en que país con economía de mercado se mantiene vivo el Estado de bienestar?
    Acabarlo fue y ha sido parte fundamental del neoliberalismo, estrategia mercantilista que no produce riqueza sino especulación financiera muy redituable para los grandes operadores de capital no productivo. Entonces cómo puede decir que no han sido abandonadas en la mayoría de países del llamado primer mundo, con la notable excepción de las naciones nórdicas, donde su sostenimiento ha permitido garantizar sanos equilibrios socioeconómicos, estabilidad política y crecimiento sustentable. ¿A poco puede afirmar que en México existe un Estado de bienestar? Demuéstrelo con datos no con frases vacías. Lo que crea inflación, devaluaciones, crisis monetarias y financieras es la especulación sin freno, la corrupción, los bajísimos salarios. La especulación es lo que crea dinero de la nada, no el trabajo productivo y un positivo e indispensable Estado de bienestar.

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  3. Guillermo Fabela Quiñones 3 de marzo de 2015 en 18:17 Reply

    Vaya manera de querer confundir a la población: los problemas económicos de la mayoría de países, no sólo los emergentes como México, fueron originados por el abandono de las políticas keynesianas para dar paso al neoliberalismo que produjo una agresiva concentración de riqueza en monopolios cada vez más fuertes, al extremo de convertirse en poderes fácticos, con fuerza suficiente para controlar al Estado y tenerlo de rehén, en perjuicio de las clases mayritarias. La crisis estructural que esta´viviendo la humanidad, es producto de dicha concentración, que favoreció principalmente al Grupo de los Siete, donde están concentradas las grandes trasnacionales. Dejar el camino libre a la especulación, a la economía de casino de las oligarquías más voraces que ha conocido la humanidad, es lo que nos tiene al borde de una tercera guerra mundial.

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    • rrtaccuino 6 de marzo de 2015 en 21:37 Reply

      A decir verdad el mío es un intento modesto para explicar las cosas y no confundirlas.
      Que usted tenga ideas diferentes de las mías es algo normal y natural.
      Lo que no me parece normal es decir cosas que no son ciertas.
      ¿Cómo puede usted decir que los problemas económicos son “originados por el abandono de las políticas keynesianas”?

      ¿Y dónde en el mundo, según usted, han sido abandonadas?
      Cuando en el mundo, incluso en lo que se dice democrático, el poder y el peso del Estado y sus burocracias en la vida civil, en la economía, en la escuela, en toda actividad social he crecido y sigue creciendo de forma espectacular y casi imparable.

      La obra más importante de John Maynard Keynes, y la última que escribió, es “La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero”, publicado en 1936.
      El libro era una apología del gasto público: es por esta razón por la que fue aclamado como una obra maestra. Justificar lo que todos los gobiernos occidentales ya estaban haciendo: gastar dinero en los proyectos del Estado de bienestar y crear déficit presupuestario masivo.

      Lo que, después de la segunda guerra mundial empezó a crear inflación, devaluaciones, pérdida de valor del dinero, crisis monetarias y financieras.
      Porqué debería ser evidente que crear dinero de la nada e introducirlo en el sistema económico mediante la expansión en el crédito no puede crear ni bienes ni riqueza.

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