¡Pero sí, lo hacemos otra guerra!


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Todo parece decidido. El premio Nobel de la paz está listo para la guerra (¡y no es una broma!).

El presidente de los EE.UU. Barack Hussein Obama, ha puesto todo el mundo, casi todo de verdad, de acuerdo en que la guerra se debe hacer.
Si prevalecerá su visión para nada harán servido los llamamientos a la paz en marcha en estos días por el Papá Francisco y cuantos, como Él, ven en la guerra, cualquier guerra incluso esta, una tragedia de la humanidad.

 

Quince años después de la guerra de Kosovo contra el presidente de Yugoslavia Slobodan Milosevic, la Casa Blanca podría tomar como ejemplo los polémicos bombardeos de la OTAN para llevar a cabo una acción similar contra Siria sin un mandato de la ONU.

En aquel entonces, el 1999, el presidente estadounidense Bill Clinton pudo justificar 78 días de bombardeos y miles de muertos y heridos también entre los civiles.
Como entonces la justificación es “guerra humanitaria” para poner fin a las matanzas que están ocurriendo en Siria de una parte y de la otra: el gobierno de Assad y el heterogéneo grupo de “rebeldes”: yihadistas islámicos, qaidisti, combatientes del «Ejército Sirio Libre», el “Frente de Liberación de Siria” y el “Frente Islámico de Siria”, partidarios declarados de la sharía.

Como entonces la guerra es “democrática”, es decir tiene el apoyo de los gobiernos europeos gobernados a su vez en gran número por la izquierda, y por lo tanto es “correcta”, casi una “guerra santa” cristiana: una cruzada.

 

La motivación: las armas químicas, gases tóxicos, utilizados en la lucha.
Sin embargo, existen serias dudas sobre el uso real y sobre todo de qué lado se ha puesto en marcha, ya que no hay evidencia de que las ojivas químicas serían lanzados por terroristas islámicos y no el Ejército que, nos guste o no, es la ley y tiene el deber de defender el estado.
Los gases, de todas maneras, fueron hechos y vendidos por Francia e Inglaterra.
¡Un poco de pudor, señores!

Por último, el objetivo: ¿cómo es posible que después de haber tenido experiencia de primera mano en Túnez, Libia y Egipto, -las trágicas consecuencias de la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes con el apoyo de los salafistas y flanqueado por Al Qaeda-, Obama y los europeos son tan decididos a querer llevar al poder en Siria la misma tríada de fanáticos islámicos que en dos años se han traducido en la destrucción del país?
(Más de ochenta mil muertos -la mitad de ellos soldados- y dos millones de personas desplazadas internamente -la mitad de los cuales son niños).

 

Obama, con su titubeante e irresoluta política exterior, ha conseguido el odio a los Estados Unidos tanto por laicos y por los musulmanes. Es increíble cómo, después de ayudar económicamente, políticamente y militarmente tanto los gobiernos al poder como los opositores internos, los estadounidenses hoy en día sean expuestos por unos y por otros como los enemigos de la democracia y los partidarios de los terroristas o dictadores.
La verdad es que el Occidente no es más creíble ni como autoridad política, debido al fracaso de su modelo de civilización al reto de la globalización, ni como autoridad moral para la conducta asumida en las guerras en los Balcanes, Afganistán, Iraq y Libia.

 

Quizá  tenía razón Randolph Bourne, anarquista individualista de principios del siglo XX, cuando publicó su panfleto “La guerra es la salud del estado” con ocasión de la participación estadounidense en la Primera Guerra Mundial.

En este tiempo, Estados Unidos tienen muchos problemas: políticos (como estamos viendo), económicos, sociales…
Qué mejor que crear una coagulación de intereses y valores en torno al estado, una fuente de unidad y orgullo: la misión humanitaria, exportar la paz, inculcar la democracia.
El ciudadano se identifica con una tarea que lo trasciende; su apego a la bandera, el símbolo del estado, se vuelve más fuerte; olvida o eclipsa las dificultades del momento: tiene un papel, una función, se siente parte de algo que no entiende totalmente, pero que le da valor: libra una cruzada.

Randolph Bourne, menos retóricamente escribió que se convierte en un rebaño.

 

 

 

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