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Cuentos y Abuelos

abuelos

Nunca he conocido a mis abuelos o, como dicen aquí, abuelitos.

Pues no. Conocí a mi abuela paterna, pero mi recuerdo es tan confuso y débil que no puedo hablar de conocimiento. Veo, todavía ahora, su cara de vieja y bonita mujer: tenía un lunar en su mejilla izquierda que yo le pellizcaba con mis deditos de niño.
Luego un día, -estábamos afuera en el campo cerca del pueblito en donde mi mamá, que era maestra, enseñaba, evacuados de la ciudad para evitar los peligros de los bombardeos-, mi papá regresó de Venecia y nos dijo “Murió hoy, en la tarde”.
Me acuerdo de mi mamá que no dijo nada, solo un suspiro; mi papá miraba fijo un lugar lejano, en el horizonte.

Los papás de mi mamá, de ellos tengo solo una fotografía amarillenta en color sepia como se hacían en el principio del novecientos, murieron jóvenes: mi mamá se quedó huérfana a los quince anos y era la primera de cinco hermanos. Vivían en la Calabria, sur de Italia. No sé más.

Los de mi papá, como ya entendieron, vivían en Venecia. Mi abuelo, lo que me  dijo mi papá las raras veces que hablaba de el, mejor sería decir las raras veces que hablaba, era un hombre fuerte y bueno de corazón. Trabajaba como estibador en el puerto, cuando los barcos llegaban… cuando no, trabajos ocasionales, de fortuna. Me acuerdo esto que me decía mi papá: un día saliendo a buscar trabajo, regresó a la casa a comer con un señor que había encontrado que buscaba, sin éxito como el, un trabajo. Aquel día la sopa se aguó un poco de mas.

Era tiempo de pobreza en la Italia en aquello años de los primeros del novecientos…

También mi papá no era rico, aunque los años eran diferentes: estábamos en la posguerra y todos tenían ilusiones y aspiraciones. De estas salió lo que llamaron “el milagro italiano”: el camino hacia el bienestar, la riqueza.

No hablaba mucho pero tenía muchos recuerdos de su vida, de el hambre de su niñez, de su juventud cuando actuaba en teatro, de los libros que estaban en el librero, subrayados, apostillados, rasgados para llevarse a leer solo unas paginas, devorados.

Me interesaban sus recuerdos, que a mis orejas se hacían cuentos, fábulas.

Sí, los cuentos.
Ahora no hay más abuelos o papás que les leen a los niños cuentos. Se perdió esta forma, la más simple e inmediata, de educación: y de veras no es la única enseñanza que hemos perdido: ¡qué lástima!
Los abuelos, los papás ya no tienen tiempo: trabajo, viajes, cafecitos en el Cucurumbé…

El acostumbre de leer o de decir cuentos era una de las cosas que hacían más “hogar”, que creaban el sentimiento de la familia, como el mantel en la mesa, el comer todos juntos sirviendo el plato según una jerarquía establecida y respetada: primeros el abuelo y el papá, última la ama de casa, la mamá.

Nosotros, los niños, comiendo sin hablar, escuchando callados las raras palabras que entrelazaban la mesa.

Y luego a la cama, los cuentos, los sueños.
Sueños que frecuentemente eran agitados y sudados.
El hecho era que los cuentos, los de los hermanos Grimm, de Perrault, de Andersen, de Collodi, y antes de Esopo y Fedro, eran instructivos porque enseñaban, en forma alegórica, la realidad de la vida, la crueldad de la vida. La vida como era, como es.

Los cuentos son para niños sólo en el sentido que es mejor vacunar el más antes posible las criaturas humanas contra la engañosa confianza que el mundo sea poblado sólo de ovejitas mansas y no también de famélicos lobos, sólo de buenas hadas y no también de malos ogros.

Endulzar los cuentos es un doble error: engañar a los chiquillos y alejarlos de un género posiblemente provechoso como instrumento pedagógico.

Los niños comunes, por lo menos en mis tiempos, diligentes torturadores de moscas y de lagartijas, prefieren decididamente los cuentos horrorosos y escabrosos, y están cargados de razón.
Tenemos que darles, estos cuentos: les sirven ahora y, más adelante, cuando de adultos volverán a leerlos.

Por ejemplo la conocida fábula de Perrault “la bella durmiente del bosque”, ahora la hacen terminar cuando empieza lo mejor: casándose con el príncipe, la ex durmiente se encuentra con una suegra ogresa que quiere comerla junto a los nietecitos y es sólo por poco si el plan no se cumple.

El significado psicológico y la razón mayéutica de los cuentos, lo que ahora papas y abuelos estamos ignorando por una malentendida forma de amoroso cuidado a los niños y de indulgencia conformista a las modernas reglas de “lo correcto”, tiene a que ver con la ayuda que ofrece en el delicado período del crecimiento del individuo.

El cuento  evoca situaciones que permiten al niño de elaborar las dificultades que tiene que enfrentar en curso de su vida: es la resolución  catártica de los problemas  del niño creciendo.

Todavía no había nacido la moderna psicología infantil; el doctor Spock con su pedagogía del todo permitido y ¡ay de ponerle miedo!; el Walt Disney con sus dibujos animados todo miel y azúcar, con las reglas del “desenlace feliz”.

Todo se resuelve en paz y armonía entre cantos y bailes.

Pero no es así que se compone la vida.

 

 

No hay más el pollo de antaño


Me gustaba mucho comer el pollo.
Como todos los niños de mi generación el pollo lo comía solo el domingo: era una comida de lujo.
Mirando por atras con los ojos de hoy, aquel pollo era verdaderamente un lujo pues era de corral, y no por una elección comercial o gastronómica sino porque en aquel tiempo solo habían pollos criados en el campo.
El pollo que se comía en la casa salía de la pollera del abuelo que estaba llena de gallinas y cada mañana nosotros los niños teníamos el huevo fresco, recíen hecho: también esto era un lujo del cual no me daba cuenta.
La mamá servía la mesa con el pollo asado con papas, le quitaba el muslo y lo entregaba al abuelo, el otro a mi papá; para mi muchas papas y una alita, luego podía hinchar los dientes en los huesitos buscando pedacitos de pulpa.
Me incantaba el pollo del domingo, la costra crujiente, el “bocado de rey”.
Luego los pollos empezaron a tener otro sabor, antes de pez y luego un sabor neutro: no había mas la pollera del abuelo y yo comía otros platillos.
Hoy en día, cada tanto, como pollo pero siempre me quedo decepcionado. Tal vez sea el recuerdo del aquel sabor: no hay más el pollo de antaño…
Stefano Bonilli 2012
Es un pasaje que encontré de un gourmet muy conocido en Italia. En cierto sentido tiene la misma visión de la cocina que yo: habla a menudo de lo que era el mundo antes, del campo, de la mesa en la casa de la mamá, de la tradición y del respeto.
De todo lo que desapareció. Y no solo el pollo.

Ragù napoletano


Hace unos dias me cociné en la casa un guiso que había mucho tiempo que no comía: casi lo había olvidado. Estoy hablando del “ragú napoletano”, lo que se hace en Napoles, ciudad de la Italia del sur.
Comerlo y saborearlo mezclado a una pasta corta, “pennette rigate” (les he puesto la foto pues no sabría como traducir el termino: ¿plumitas rayadas?) me hizo regresar a un tiempo pasado, a la casa de mis padres, a la cucina de mi mamá, a un mundo que a veces me parece de no haber vivido mientras está agarrado fuerte dentro de mi.
No sé si por un hecho generacional, por los años que pasan comiendote el porvenir, pero ya tengo necesidad -más que en el pasado cuando te parecía de poder  manejar el mundo, las cosas y las personas alrededor-, una exigencia casi física, de una sobredosis de realidad, de personas, sentimientos, cosas verdaderas, que tengan trascendencia, que hayan una historia, una fascinación.
Y esto lo encuentro cuando hablo de comida y pienso en las recetas de la tradición, de mi memoria, y lo voy buscando en la cara de los amigos, en la mesa arreglada, en la cocina llena de sabores y de calor, en las palabras que salen abiertas entre nosotros.
!El gusto de estar juntos en una casa, sobre una mesa, en una cocina familiar!

En eso, para mi, la cocina, como lugar y como servicio, tiene un función mayéutica en el redescubrir olores y memoria, sabores y sentimientos. Y también lo  veo como un puerto seguro donde regresamos cuando nos da gana de encontrar nuestras raices, nuestra historia y la de la familia, de la mama, de la tía, de la abuela…
El ragú napolitano prevee, a diferencia de lo Bolonia (aquí) que utiliza carne picada, carnes en trozos de diferente tamano y también, y esto es un verdadero redescubrimiento pues hay sólo pocos cultores que lo hacen, “’a braciola” como la llaman en Napoles -nada que ver con la chuleta- carne en rebanadas gruesas envueltas y ligadas estrechas con hilo.
El secreto está en lo que le pones adentro después de haberla espolvoreada con sal y pimienta negra: ajo, queso añejo de oveja o parmesano, rayas de jamon serrano y de lardo si lo encuentras, si no tocino, perejil, una pizca de nuez moscada y, que no falten, piñones y pasa.
Las carnes son mixtas de res, las más rojas, y de cerdo como costillas.
Otro ingrediente fundamental es la cebolla: en el ragú napolitano se le pone mucha, la roja (en Italia se le llama de Tropea, pueblito al sur de Napoles donde crece) más dulce y sabrosa de las otras. Solo cebolla, sin apio, zanahoria u otros sabores.
A peso, más o menos la misma cantidad de la carne. Al final la cebolla se consumirá del todo, derretiendose en la salsa de tomate y dandole espesor y aroma.
Dorar la carne en una olla con aceite extravirgen de oliva (acuerdense del secreto de Maillard) hasta cuando tenga un color oscuro con las costritas casi quemadas. Ahora se le pone, para un kilo de carne un cuarto de vino, prefiero el cabernet tinto, y se hace esfumar poniendole la cebolla cortada. Una vez que se haya secado la aguita, le ponemos otro vino y esfumar con fuego bastante alto.
Al final juntarle la salsa de tomate que tenemos ya lista, otro kilo, a fuego muy lento y dejarlo “pipiar” (pipiareo pippiare es un termino napolitano que quiere decir  hervir apenas) por unas horas. La tradición  habla de seis. Que no falten hojas de albahaca.
Acaso se secara demasiado juntarle agua: al final tiene que ser una salsa bastante espesa de color palisandro oscuro, como decía Eduardo De Filippo.
¿Pero quien era el grande Eduardo? Fue un actor y comediógrafo napolitano del siglo pasado. En sus obras, que recitó en idioma napolitano en los teatros de todo el mundo, hablaba de su ciudad, de los napolitanos (algo diferente de los demas italianos: recuerdense que Napoles fue por un siglo hasta el 1825 imperio de los Borbones, línea cadete de los de España), del sentido de la familia, de la tradicion.
En este contexto hablaba del café a la napolitana (tal vez le hablaré) y del ragú napolitano, que en Napoles se le llama “‘O ‘rraù”.
También es un poesía que el escribió en el 1947, nada más que un boceto, intimista y crepuscular, muy típico de su vena poética. La encontré en youtube, leída por el, con su énfasis, con su voz nasal: la voz de Eduardo.
‘O ‘rraù

‘O rraù ca me piace a me
m’ ‘o ffaceva sulo mammà.
A che m’aggio spusato a te,
ne parlammo pè ne parlà.
Io nun songo difficultuso;
ma luvàmmel’ ‘a miezo st’uso

Sì,va buono: cumme vuò tu.
Mò ce avéssem’ appiccecà?
Tu che dice? Chest’ ‘è rraù?
E io m’ ‘o  mmagno pè m’ ‘o mangià…
M’ ‘ a faja dicere na parola?…
Chesta è carne c’ ‘ a pummarola

El ragú

El ragú que me gusta
me lo hac
ía sólo mi mamá.
Desde cuando te casé
nos hablamos (de esto) pero as
í por hablar.
Yo no soy dificil;
Pero llevamos a un lado ese acostumbre.

Sí, bueno, como tu quieras.
Ahora ¿también tenemos que pelear?
Y tu ¿que me dices? ¿Esto es rag
ú?
Bueno me lo como para comer…
Pero, ¿puedo decir una palabra?
Esta es carne con tomate.

Messico e nuvole

Cuando ni desde lejos pensaba de venir terminando mi vida a Mexico, eran los setenta de la Copa Mundial de Fútbol, en Italia salió una canción que se titulaba “Messico e nuvole”.  Escrita por Paolo Conte, la cantaba, en su manera surreal Enzo Jannacci cabaretero en la Milán adinerada y opulenta del milagro económico italiano.
http://www.youtube.com/watch?v=z0m6HcMyzYo&feature=fvwrel
En aquellos años Paolo Conte todavía era desconocido: abogado, dejó el bufete de familia para escribir poemas, letras, música; tocaba el piano y cantaba, con su voz roca y fuerte, particular, rememorando atmósferas, lugares, recuerdos.
Luego todos lo conocieron y ganó la fama que merecía.
Es un cantante de culto por los aficionados, conocido en toda Europa y en los EEUU, no creo en LatinoAmerica pues demasiado particular y diferente es su estilo. Es un unicum, con ascendencias jazz, música clásica, culta; voz, ritmo y musicalidad increibles.
Canta de ciudades (Génova que el, piedmontés de Asti, ama), de mujeres y amores perdidos (Via con me), de amigos, hombres (Max) que conoció y fueron por el, de lugares que aprecia, en la fantasía, si bien ajenos y remotos (Sudamérica, Mexico), de una música (jazz, boogie) que le corre en las venas.
Muchas de las que canta, letras y música son suyas, y son poemas cantados con una ternura y una melancólica tristeza que todos nos agarra por las cosas que más no son.
Ya han entendido que, aunque no sea fanatico de la musica, el hombre me gusta muchisimo.
Decía de “México y nubes”.
Es una cancion amarga de un amor que está lejos, en un Mexico imaginario y surreal -la cara triste de la America-, amor de contrabando, ya se sabe que es provisional, mejor estar sentado mirando al cielo y perderse…
Cuando la escuchaba, cuando oía su voz roca gritando “Messico e nuvole”, también a mi Mexico me parecía un mundo misterioso y imposible, una impresión, un estado mental más que un lugar real.
Pero cada vida tiene su vida y cambia, y te encuentras a vivirlo esto sueño, en el Mexico, sin nubes.
Las palabras son importantes, pero aun más el ritmo, la música y la voz, su voz, así particular, única.
¡Quizás les guste!
Les pongo de todas maneras la traduccion y los enlaces a unas de sus canciones, las que más me gustan. Que las disfruten!
Mexico y nubes
Ella es hermosa, lo sé
El tiempo ha pasado y yo
todavía la tengo en mi sangre …
y quería y quería
volver allí por ella,
pero sé que no iré.
estos sentimientos son de contrabando
mejor estar sentado aquí
mirar al cielo delante de mi …
México y nubes,
la cara triste de América
y el viento toca su armónica,
que gana de llorar que tengo …
A su alrededor, a su alrededor
una guitarra volverá a tocar
durante tanto tiempo todavía…
Es el amor mio por ella
que acompañará sus pasos
en el bien o en el dolor …
estos sentimientos son de contrabando
mejor estar sentado aquí
mirar al cielo delante de mi …
México y nubes …
Quién sabe que pasa
a la gente va allí
para decir un sí, mientras …
ya se sabe que es
provisional el amor que hay,
sí, pero tal vez no …
Estas situaciones son de contrabando
mejor estar sentado aquí
mirar al cielo delante de mi …
México y nubes …
Paolo Conte canta:

Comedì  http://www.youtube.com/watch?v=-EAV4U7y7jA&feature=related

Osterie

Paul Cezanne – Los jugadores de naipes

 

¿Cómo puedo traducir esta palabra, típica italiana, mejor véneta, en el español de LatinoAmerica?

Encontré “fónda”, “taberna”, no puede absolutamente ser “bar” que es otra cosa, tal vez la mejor sea “cantina”. Pero, me pregunto, quizás la dificultad consiste en el hecho que aquí en México, en Durango, nunca existió una “osteria”, por lo meno como yo la entiendo, como yo la recuerdo, como yo la viví.

Porqué, antes de todo, ostería quiere decir vino, vino de mesa, quiere decir cantina o sea sótano donde por la temperatura y humedad casi constante en las temporadas se tenían toneles guardando y madurando vino. Toneles y no, como ahora se acostumbra en la moda francesa, barricas. No, propio toneles de cien hasta doscientos litros de vino que de veras en la ostería no se quedaban por mucho tiempo. Y el secreto era, para guardar la calidad del vino que no se oxidara tomando olores, de transvasar de un tonel al otro más pequeño, y a otro aún más pequeño. Y luego en garrafas de barro para servirlo en la barra o en las mesas.
Había trabajo en la ostería !

Sí, ostería es sinónimo de vino.
Que podía ser, blanco o tinto, pero siempre vino de los alrededores, de la región, los franceses dirían del “terroir” (palabra que ahora está de uso común en todos idiomas).  Se le decía al oste, al cantinero, alargando el vaso en la barra: “echame merlot, echame cabernet” o, si era en la ma
ñana cuando mejor se toma el blanco, “tocai”, “soave”, o “prosecco” espumoso.
.
.

Las encontrabas en la parte más antigua y popular de la ciudad (en el tiempo vivía en Padua), en los barrios donde las calles son estrechas y sinuosas, el piso pavimentado de gorrones, los pórticos, típicos de las ciudades medievales italianas, altos y oscuros.

De afuera no te daba cuenta de lo que eran: habían cortinas blancas que cerraban las vidrieras, adentro mesas pequeñas con sillas empajadas, poca luz.
Y la barra, larga de lamina cincada o de marmol y atrás el cantinero y su mujer.

La “fauna” de las cantinas era muy particular. Siempre estaban unos “habitués”, medio borrachos de las primeras horas de la mañana, que mendigaban un vaso de tinto, pero también corredores que tenían por allá su despacho, u abogados de tercera que esperaban a improbables clientes.
Pero, sobretodo, estudiantes. De la universidad, que a la de Padua venían de todas partes de Italia y también del extranjero. La osteria era el lugar de encuentro y cada grupo de amigos tenía su preferida.
Y no solo muchachos sino también muchachas.
Uno podía hacer encuentros placenteros y espontáneos pues el vino nos desbloqueaba de la timidez y del empacho juvenil; me acuerdo de algo muy tierno…

Los nombres daban indicaciones del lugar, del tipo de vino que servían, de donde venía el cantinero, u otra particularidad: “A los vinos veroneses”, “A los toscanos”, “En casa de la morena”, “La pechugona”.

Bueno, no había sólo vino en la barra. 
Lo que se encontraba era algo muy sencillo. Antes habían justo huevos duros cortados y anchoas, las enrolladas con la alcaparra en el medio ( el salado empuchaba a tomar…); luego la cantina empezó a poner platos de queso, de salame casero, de jamon serrano; si la mujer, la ostessa,tenía gana, a veces cocinaba salchichones con polenta, albóndigas, repollo en salmuera.
.

Ahora, de todo esto no hay ni siquiera el recuerdo. Se perdió todo. No sólo los lugares sino, y más importante, lo que tenían adentro: una manera de vivir, un género humano, una humanidad.
Desaparecida.

Y no hay WWF que pueda regresarla.

La verdadera pasta “alla Norma”

Ya llegó el verano con su intensa luminosidad y su calor y, yo, en este Mexico, en este Durango que me hizo revivir, me dejo transportar con la memoria a los lugares de mi primera vida, cuando todo allá me parecía hermoso y terrible, inolvidable y sin fin.
En el verano -el verano en el sur de Italia de que me acuerdo cuando era poco más que un niño- había muchísimo calor: el dia era largo y bochornoso; los campesiños salían del pueblo para ir al campo, que a menudo era muy lejos, con su carreta tirada por un viejo burro. Salian a la seis de la mañana antes que el sol se hubiera fuerte: se llevaban comida por el medio día, comida pobre hecha de cebollas, tomates y queso de cabra. Tomaban un vino aguado que tenían fresco en una bolsa de piel. Regresaban en la noche después de haber dormido, en la sombra bajo un arbol, las horas más cálidas.
Nosotros niños estabamos cerrados en la casa que tenía en la tramontana un patio pequeño, las persianas arrimadas, jugando en la sombra.
Luego en la noche, una brisa leve refrescaba el aire y la casa, y volvía la vida normal de las tareas domesticas, de la cocina.
Por la noche las mujeres preparaban comida, que era comida rapida pero sabrosa, que tenía los sabores y los perfumes de la tierra.
En aquel tiempo todavía las temporadas articulaban los tiempos del año; fruta y verdura que se encontraban eran las del día y el campo o la huerta daba según el momento. No habían invernaderos donde todo crece y madura todo el año; no habían celdas refrigeradas y con atmósfera controlada para guardar cosecha y alimentos de un año por el otro.
Pero éste es el progreso que sacó de la hambre millones y millones de personas en el mundo, aunque hemos perdido un poco el ritmo de las temporadas, el concepto del fresco como apenas cosechado y todo parece, por lo menos a mi, igualado, homogéneo, casi artificial.
Tal vez hemos olvidado el sentido de la vida, de la vida establecida en los siglos, asícomo la leimos en el Ecclesiastes:
1   Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:
2   Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;
3   tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir;
Y unos de los platillos del verano, que se comía en la noche cuando el aire era más fresco, era sin falta la “pasta alla Norma” plato siciliano por exelencia que recoge en su simplicidad todas las particularidades de la tierra siciliana.
Tierra caliente, tierra amarga, tierra pobre pero rica de perfumes y sabores, de hombres focosos y de mujeres pasionales.
La “pasta alla Norma” es un platillo hecho con “maccheroni” (o “tortiglioni” como los de la foto) condimentados con salsa de tomate, juntandole en el sarten, antes de poner la pasta cocida, berenjenas fritas, requeson salado rallado y albahaca fresca.
Todo parece fácil pero a veces no lo es. Las berenjenas hay que cortarlas en lonchas y ponerlas con sal de grano en el escurridor por unas horas así que pierdan agua y amargo. Luego se secan con servilletas o papel de cocina para freirlas en abundante aceite de oliva hasta que se doren. Se les ponen sobre papel de cocina para que pierdan el exceso de aceite. El requeson salado aquí no se encuentra: yo lo preparé con el normal requeson, mezclandole sal e dejandolo secar en el refri para quince días en un molde agujereado, que pierda agua y se seque.
Sicilia tierra rica también de hombres de ingenio: hay que nombrar en la literatura Giovanni Verga y Luigi Pirandello, en la musica Vincenzo Bellini.
Y propio a una de sus mas conocidas operas liricas, la “Norma” est
á dedicado el platillo de arriba.

Estamos en Catania, ciudad de la Sicilia donde nació y vivió Vincenzo Bellini: la primera representación de la Norma se da en el teatro de la ciudad. La leyenda que siempre se junta a los platillos célebres, dice que en la noche después del teatro fue también la primera vez de este platillo al cual, en honor de Bellini, le dieron el nombre de “a la Norma” así que en la misma noche y en el mismo lugar, mediterráneo, nacieron dos verdaderas obras maestras.
Hay otra, para mi más creible, que nos cuenta de un comediógrafo muy conocido de Catania, Vincenzo Martoglio, que cuando comió este platillo, en la mesa de un restaurante famoso de la ciudad, delante de los sabores dramáticos y fuertes exclamó (en siciliano). “Chista è ‘na vera Norma!” “(Esta es una verdadera Norma!), apuntando la suprema bontad y comparandola a la recién ópera lírica de Vincenzo Bellini.
Y esperando que la pasta hirviendo se cueza, en el sarten hay el tomate con el sabor de albahaca y la berenjena frita, escuchamosnos, por favor, el pasaje “Casta Diva” de la Norma de Vincenzo Bellini.
Cerramos los ojos, y mientras la mágica voz de la divina, insuperable Maria Callas resuena en el aire mezclandose con los sabores que salen del platillo, entenderemos el verdadero, dramático sabor de la “pasta alla Norma”.

El gato socialista (en ayunas) – Trilussa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No sé en México, pero en Italia hay una forma de literatura popular-regional que en un tiempo fue muy agarrada y muy significativa.

Quizá esto dependió de la particular historia del país que después de la caída del imperio de Roma fue tierra de conquista por los barbaros y en adelante por los grandes reinos que se venían formando en la Europa de la Edad Media.

Así de un lado había la Repubblica Veneta (Venecia) que pero fue la única siempre independiente hasta cuando fue vencida por Napoleón Bonaparte; del otro la Republica de Génova, la de Pisa, en el sur la de Amalfi; había la señoría de Florencia (los Médici) y luego el Ducado de Toscana; la de Milán, la de Parma y Reggio; la de Mantua; también el Estado Pontificio que tenía el Lacio y Roma hasta cuando fue vencido, siempre por Napoleón, que le quitó casi todo el Lacio: Estado Pontificio que duró hasta el 1970 cuando le dejaron sólo el Vaticano y Roma ciudad fue anexada como capital al reino de Italia; el Reino de las Dos Sicilia bajo los Borbones españoles.

Y todos al final se quedaron incorporados, cuando en el 1971 nació la nación italiana, a la Italia unificada.

 

Bueno, la historia de Italia es muy compleja y fragmentada pero no era mi asunto hablarles de historia.

Quería explicarles que propio por esta fragmentación continua en el teritorio por mas de 1000 años, los italianos hemos vivido con culturas diferentes, con mentalidades diferentes, con idiomas (dialectos) diferentes que todavía ahora se encuentran a lo largo del país.

Y estas ciudades, estas regiones, estos pueblos, aunque con Dante Alighieri ya había nacido el idioma italiano (prácticamente el florentino del tiempo), tenían un “dialecto” muy diferente el uno del otro (todavía ahora no se entienden entre ellos) y solo la escuela de estado a la fin del ‘800, y también la televisión nacional después la mitad del ‘900, ha podido nivelar las diferencias.

 

Lo que quería decir es que esta increíble diferencia de costumbre, de cultura y de idioma ha permitido que nacieran autores, escritores y poetas, que se expresaban en su dialecto y que hasta cuando el estado no quiso uniformar con la coerción de la escuela única, de la cultura única, esta riqueza que los pueblos de Italia tenían, eran muy conocidos y representaban el alma de la comunidad.

 

Al final llego hablarles de Trilussa, poeta satírico del siglo pasado,- nació en Roma donde murió en el 1950-, seudónimo en anagrama de su apellido: se llamaba Carlo Alberto Salustri.

Trilussa recogía la herencia de otro grande poeta romano del siglo anterior, irreverente y cáustico, Gioacchino Belli.

Entonces los dos escribieron sus versos, sonetos, en dialecto romano, o mejor romanesco. Y por eso, por el apego del idioma a la tierra y a los lugares donde ellos vivieron, sus poesías guardan una frescura y una inmediatez envidiables.

Trilussa es un agudo observador del mundo en el cual se encuentra a vivir: su familia non era acaudalada, y esto condicionará su humor y su manera de ver la vida, que es la vida de la gente de la calle y de la cotidianidad. Su estilo dialectal es el canal que le sirve para transmitir el pensamiento y la ironía de los personajes del barrio.

La Italia de poco tiempo unificada y la primera guerra mundial son los lugares y los tiempos que Trilussa abarca, preguntando a si mismo a través de sus personajes sobre la política y la moral, y la ironía es así mordaz que su poesía se encuentra increíblemente actual y moderno.

 

Era un espíritu libre y rebelde, sus sonetos eran contra todo y todos: las falsas modas, el obsequio obligado, la adulación del estado, el conformismo, la política…

Escribió casi hace un siglo, habla de Roma, Italia. Parece ahora, en el mundo.

 

Me gusta citar este soneto que trascribo, así cono nació, en el dialecto romanesco que tiene sonidos y asonancias que no se encuentran en otro idioma; luego intentaré traducirlo para que puedan entenderlo aunque perdiendo algo distintivo y característico del poeta.

El tema es político, habla de aquellos que en Italia son dichos “tener el corazón a la izquierda pero la cartera a la derecha”; de las convicciones domesticadas, de los intereses personales que superan y ponen a un lado las ideas y las creencias que quizá ostentamos.

En fin todo lo que de siempre hemos visto, que conocemos muy bien y que nos olvidamos por ignorancia o por interés propio en los momentos culminantes.

Por ejemplo cuando tenemos que elegir hombres y proyectos para la imposible tarea de manejarnos al “nuestro” bienestar.

 

Er compagno scompagno

Un Gatto, che faceva er socialista
solo a lo scopo d’arivà in un posto,
se stava lavoranno un pollo arosto
ne la cucina d’un capitalista.

Quanno da un finestrino su per aria
s’affacciò un antro Gatto: – Amico mio,
pensa – je disse – che ce sò pur’io
ch’appartengo a la classe proletaria!

Io che conosco bene l’idee tue
sò certo che quer pollo che te magni,
se vengo giù, sarà diviso in due:
mezzo a te, mezzo a me… Semo compagni!

– No, no: – rispose er Gatto senza core

io nun divido gnente cò nessuno:
fo er socialista quanno sto a diggiuno,
ma quanno magno sò conservatore!

 

El compañero desparejado.
El gato socialista (en ayunas)

Un Gato, que hacía el socialista
solo para ganar algo,
estaba comiendo un pollo asado
en la cocina de un capitalista.

Cuando a una ventana arriba
se asomó un otro Gato: “Amigo, piensa en esto
– le dijo – ¡aquí estoy yo también
perteneciendo a la clase proletaria!

Yo, que conozco bien a tus ideas,
estoy seguro que aquel pollito que estas comiendo,
si me bajo tú lo partirás en dos:
la mitad a ti, la otra a mí. ¡Nosotros somos compañeros!”

“No, no: -le contesto el Gato sin corazón-
no voy a dividir nada con nadie:
hago el socialista cuando estoy en ayunas,
pero cuando como, ¡soy conservador!”

 

Spaghetti alla puttanesca

Todavía no está aclarado si el favor que esta receta goza en el mundo le venga por la sabrosidad del platillo o por el termino picazón que le da el nombre. (Por lo demás el gusto de la comida siempre fue conectado a los placeres de la carne: las dos, mesa y cama, comida y descanso, son dicha exigencias primarias …).
Y fueron hombres de cultura y de saber poniendose a buscar raices y origenes etimológicas de este nombre así, decimos, particular.
Así embarazoso que en mi casa, cuando yo era chico, y era una pasta que se comía bastante a menudo sobre todo en el verano, se le llamaba con otro nombre: “spaghetti alla marinara”.
No sé si por ignorancia o por discreción de mi mamá: otra educación, otros tiempos… 
Regresando al nombre y a los sabios y cultos de arriba hay quien dice que fue el dueño de un burdel, en el barrio español de Naples en el principio del Noveciento, que solía dar de comer este platillo a sus “huespedes”, aprovechando de la rapidez y facilidad en el prepararlo.
Otros se refieren, siempre en el burdel, a los colores vistosos de la ropa intima y a los perfumes embriagadores que las muchachas de la casa se ponían para atraer y seducir los clientes.
Y aparece también una cierta Yvette, francesa y puta de profesión, que, dicen, le gustaba la cocina y que quiso celebrar con ese platillo su manera de vivir, la profesión, dicha, pero tengo duda, la más antigua en el mundo.
A la fin, saliendo de los burdeles, encontramos también la de un arquitecto que en Capri (estupenda isla frente a Naples) solía hacer comida para los amigos. Una noche, no teniendo casi nada en la casa, se rechazó de hacerla, pero los amigos insistieron: “Dale!  Haznos algo, una chingada (puttanata) cualquiera…”. El se puso en la cocina y sacando todo el poco que tenía, preparó el platillo que así se nombrò.
En mis recientes vacaciones afuera de Mexico, me puse hacer este platillo en la casa de mis amigos y también discutimos sobre la origen del nombre.
Despues de la rica comida y de unos vasos de buen vino tinto, concordamos que el nombre salía del burdel. También allá, donde el platillo es muy conocido y la analisis etimológica muy profundizada, se encuentran relatos que aclaran, sin sombra de duda, la origen. Y acabamos la question!
Ya hemos dicho que el platillo es facil y rapido.
Entonces, ajo aplastado y dorado en aceite (siempre el mismo: extravirgen de oliva), y enseguida en el mismo sarten, chile picante al gusto, anchoas limpiadas, alcaparras y aceitunas (muchas) picadas, y, a la fin, tomates sin cascara y semillas (se los ponen por un rato en agua hirviendo y luego se limpian) con muchas hojas de albahaca. Por ultimo el perequil cortado finito.
Cocer, freir, por no mas de diez-quince minutos hasta cuando la pasta, cocida al dente, se la pone arriba mezclando rapido. A mi me gusta con ”pecorino” rallado.
Hay una fiesta de sabores y colores en esta salsa: el verde del perequil, el rojo de los tomates, el violeta y el verde de las aceitunas, el verde-gris de las alcaparras. Sabores de ajo dorado en el aceite extravirgen de oliva, de anchoas, de perequil picado y mezclado con alcaparras, de tomate fresco y maduro cortado y salteados en aceite con hojas de albahaca, de chile picante fresco.
Pero ahora tengo que explicar que aunque el nombre del platillo sea “spaghetti” en la foto se encuentran “fettuccine”.
Dejenme omitir la diferencia entre los dos tipos de pasta, que mis amigos ya conocen.
Este es un cambio importante a la receta original que, claro, habla de “spaghetti” pero a mi me gusta mas hecha con “fettuccine” y al huevo.

Tienen que probarlo y me darán razón.

Lecturas y lectura

Consideraciones y reflexiones acerca de unos aspectos del tiempo presente.

Hace tiempo estaba leyendo, en el sitio de una querida amiga que todavía no conozco (en persona), una muy adecuada pregunta  que ella se ponía sobre la escasa atención a la lectura en los jovenes de hoy (pregunta más aún adecuada pues la susodicha señora sigue como operadora cultural en su país).
Más o menos en el mismo tiempo, tal vez porque  interesado en el asunto, me llegó a la vista un viejo artículo de un editorialista y académico (Guillermo Sheridan en el 2007) propio sobre la atención a la lectura en Mexico.
Su análisis era desalentadora y la conclusión no dejaba  espacio a dudas:
No, no [los mexicanos] queremos leer. Que no nos interesa. Que no. Que no queremos. Que no haya libros y ya. Punto. No. ¡Que no! Ene, o = NO.
A soporte de esta cortante conclusión citaba estadisticas sobre la lectura y la costumbre de los jovenes: espantosas!
“…hay 8.8 millones de mexicanos que han realizado estudios superiores o de posgrado, pero que el dieciocho por ciento de ellos (1.6 millones) nunca ha puesto pie en una librería. … la mitad de los universitarios (cuatro millones) prácticamente no compra libros… en 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18 en la culta capital.”
A este punto pero me entró ganas de profundizar.
En Europa, en Italia como estaba  la situaci
ón?
Aun dandonos cuenta de los distintos ordenamientos escolásticos, de un diferente costumbre, de una cierta “tradición”, la situación no es luego muy diferente.
Un viejo hombre de cultura, Pietro Citati, escritor y ensaysta, culpaba este desamor en la patria de Dante, Boccaccio, Machiavelli, Manzoni… al echo que no hay más autores de nivel, que no hay más libros que merezca la pena leer. Mientras tanto“sigue la desaparición de los clasicos. Los italianos nunca han leído Dickens y Balzac. Hoy en día, también Kafka, que en los ‘70-‘80 era amadísimo, va a alcanzar Tolstoj y Borges en el amplio pozo del olvido.”
Y en eso estoy de acuerdo: los poco libros que todavía se venden están más o menos al nivel de El libro vaquero o de La pierna de Carolina que parecen despoblar en Mexico.
Menos me convence echarle la culpa a los gobiernos que no hacen nada para “la cultura”, que faltan ayudas a la industria editorial, que los libros son caros y por eso no se compran cuando acaso debería ser la familia, la escuela (libre),  los maestros a la altura de sus misiones, los unicos que podrían animar a la lectura.
No! El problema  no está en la falta de  subsidios gubernamentales, no es un asunto de dinero (videojuegos, celulares ultimo modelo, Ipod, Ipad et similia se venden a millones).
El problema tiene que estar de otro lado.
Tal vez ni siquiera  es un problema. Es el mundo, la manera de vivirlo, que se muda.
Y entonces me pregunto:  estamos verdaderamente convencidos que la falta de (buenas) lecturas sea un handicap, una rémora, al desarrollo psíquico e intelectual  de los jovenes? Quiero decir: de veras es así importante leer?
O, en cambio, no somos nosotros, que nos ponemos estas preguntas, que traemos consecuencias negativas de los acontecimientos, que indudablemente son hoy en día, que pero estamos mirandolos con los ojos de ayer;  mirandolos con temor y  con timore e intolerancia al mundo futuro, al mundo de los chicos y de los jovenes de ahora; llevando adentro de nosotros como una tara, el marco, el sello de una forma de cultura atada al nuestro, ya passado, tiempo.
O sea, a la fin, la cultura es una sustancia – una maniera de ser -, o una forma – una lupa, un prisma – para interpretar, a traves de ella,  el mundo?
Y si cambia este ultimo, porque no podría cambiar también la forma, la manera di verlo, de interpretarlo?
Abiertamente, no sé contestar.
Estoy bastante crítico respecto a mi tiempo, respecto a mi generación y a la que la precedió, que tienen en sus hombros culpas y responsabilidades pesadisimas (totalitarismos, guerras, masacres y genocidios) que no se me ocurre decir que el amor a la Lectura (que hubo), el amor a la Música (que hubo), el amor a las Artes (que hubo) nos hayan conducido a hacernos mejores de los que ahora pretendemos juzgar solo porque no tienen más un libro en la mano.
El jerarca nazi Heinrich Himmler, considerado por los historicos el alma negra de aquel lamentable régimen, el verdugo mas despiadado y cínico, además de haber sido el loco planificador de los campos de exterminio, tenía en su casa una riquísima biblioteca y quería mucho a la música de Chopin.

MT, la “Dama de Hierro”

 
 
Margaret Hilda Roberts Thatcher por Helmut Newton

Es el título de la película que fue a ver el otro día: una película especial no solo por la extraordinaria interpretación de Meryl Streep (ganó el Oscar en el papel) sino porque nos habla de un periodo de la historia que no muchos se acordarán: memoria de un mundo víctima del olvido.

El enfoque de la directora, la británica Phyllida Lloyd, está en el rumbo de estos tiempos “progresistas” y estatistas y entonces la vida política de la Thatcher viene vista a través de varios flashback mientras ella se encuentra vieja y enferma del Alzheimer.
La confrontación con su pasado como una némesis histórica: “sic transit gloria mundi” parece ser el sentido de la película.

 

Pero hay otra manera de ver aquel periodo y aquella señora. E intentaré hacerlo por mis amigos que me leen y lo haré contracorriente como me gusta pensar.

En la primavera del 1979, en “pleno invierno de descontento” en Gran Bretaña el Partido Conservador ganó los comicios y MT se puso a la cabeza de un desdibujado Reino Unido, el “hombre enfermo de Europa” como se había llegado a conocer.

No aceptó el declive. Salvó un país que estaba en una espiral de decadencia y le devolvió libertad y responsabilidad.
Libertad de los trámites burocráticos, estatales y sindicales; responsabilidad y dignidad individual en el tomar las bridas de su propia vida.

Simplemente más particular y menos estado.

La mujer, hija de un tendero, fue Primera Ministra por 11 anos en los cuales cambió profundamente Gran Bretaña gobernando con implacable firmeza y toma de decisiones. Privatizó industrias estatales, cerró minas, redimensionó la asistencia pública, impuso fuertes reformas fiscales, soltó lazos y tropiezos burocráticos.

“Cada regulación es una restricción de la libertad; cada regulación tiene un coste” – solía decir.

Se opuso a los halagos keynesianos de sus propios ministros, pávidos y rindiendose antes las huelgas y los alborotos.
La medicina es amarga pero correcta: adelante con los cortes a las expensas públicas! El ahorro es una virtud, mientras no lo es el gasto “alegre”.

A la situación griega no se llega en un día.

“Hoy nos odiarán pero nos agradecerán por generaciones – y ¡hay de Ustedes! amables colegas, si lo único en que están pensando es su propia reelección.”

“Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa está muy cerca de entender los de llevar un país.”

Era el sentido común de la hija del tendero. Fue la salvación de Inglaterra.

¿Que en este tiempo y en una diferente parte del mundo, pues hay necesidad, podríamos nosotros encontrar otra mujer parecida?

 

 

 

 

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